La orina recogida de los urinarios públicos de roma, era vendida como ingrediente para varios procesos químicos, siendo empleada para el curtido como también para los lavadores de ropa como fuente de amoníaco para limpiar y blanquear las togas de lana. El emperador Vespasiano observó que podría aprovechar la ocasión para recaudar impuestos y así lo dispuso.
El Historiador romano Suetonio informó que cuando Tito, el hijo de Vespasiano, se quejó ante su padre de la naturaleza desagradable del impuesto, su padre le mostró una moneda de oro y le preguntó si se sentía ofendido por su olor. Tito le dijo que no y en ese momento Vespasiano le respondió «Sin embargo, se trata de la orina«.
A día de hoy se utiliza la frase «Pecunia non olet» (el dinero no huele) para decir que el dinero no está contaminado por sus orígenes y el nombre de Vespasiano aún hoy es empleado para designar a los urinarios públicos en Francia (vespasiennes), Italia (vespasiani) y Rumanía (vespasiene).