Andrea Mantegna es uno de los grandes pintores del Renacimiento. Dentro del arte occidental, el artista fue de los más grandes renovadores del arte, especialmente en torno al escorzo y la perspectiva.
A pesar de que sus últimos días de vida no fueron los mejores, considerando que falleció dejando algunas deudas, no hay duda de que dejó un gran legado a nuevas generaciones que de él aprendieron mucho, tal y como lo encontramos en las ‘Vidas‘, obra de Giorgio Vasari.
Biografía de Mantegna
Andrea Mantegna nació en Vicenza, Italia, específicamente en Isola di Carturo (actualmente Piazzola sul Brenta), cerca de Padua, alrededor de 1431. Tuvo como padre biológico a un carpintero.
Sin embargo, fue adoptado por Francesco Squarcione al descubrir su talento cuando éste tenía once años, de quién además, fue aprendiz.
Inicios como pintor
Comenzó como aprendiz de Squarcione en su taller, quien iniciaría haciéndole estudiar las copias de yeso de diversas esculturas antiguas, entre algunas pinturas sobre tela, las cuales provenían de Roma y Toscana; aprendiendo muchísimo desde muy joven.
Squarcione se convierte en su maestro y mentor, así como una gran influencia para Mantegna, quién además lo llevaría hacia círculos humanistas de Padua, incluyendo el centro de Renacimiento del norte de Italia, uno de los más importantes del momento.
No solo visitó Venecia gracias a ello, sino que conoció obras de gran renombre como las de Filippo Lippi, Donatello y Paolo Uccello.
Se establece por su cuenta
Algunos años más adelante, con tan solo 17 años, rompe el vínculo con su gran mentor Squarcione para iniciar por su cuenta sus propios trabajos. Ya como un típico artista renacentista adorador del grecorromano, comienza a recibir sus primeros encargos, comenzando a ganar innegable reputación.
En Padua, considerado un centro cultural muy importante, Mantegna logró ejecutar la pintura para el altar mayor de Santa Sofía, obra que demostraría su destreza, por parecer más de un artista experto a la de un joven que recién inicia su carrera de artista.
Más adelante realiza la decoración de la capilla de San Cristóbal, específicamente en la iglesia de los frailes Ermitaños de San Agustín, junto a Niccoló Pizzolo, siendo obra de Mantegna los cuatro Evangelistas.
La boda que lo separaría de su mentor
Hacia el año 1453 se casó con Nicolosia Bellini, quién era hermana de Giovanni Bellini y Gentile Bellini, quienes eran artistas reconocidos, en tal sentido su padre fue Jacopo Bellini, un gran rival de Squarcione. Gracias a esta boda, la enemistad con quién le había adoptado fue un hecho.
Todo este conflicto fue mayor al comenzar a recibir fuertes críticas de su antiguo maestro Squarcione, lo que sería muy duro para Mantegna, al menos al principio. Sin embargo, logró progresar gracias a estas mismas críticas; especialmente al ir moldeando progresivamente su propio estilo.
Los Ganzaga y el Mecenazgo
Andrea Mantegna se trasladó a Mantua en 1459 por petición de Luis III Gonzaga, siendo definitivo para el resto de su carrera, ya que se quedaría trabajando para la familia Gonzaga por el resto de su vida, y bajo el directo mecenazgo de Isabel de Este, esposa de Francisco II Gonzaga, marquesa de Mantua.
Fueron poco más de cincuenta años en los que estuvo Mantegna con tal patronazgo artístico, de los cuales resaltan dos trabajos de mayor importancia: la serie de lienzos de gran tamaño Los triunfos del César, conservados hoy día en el palacio de Hampton Court en Gran Bretaña, y la decoración del mural de la Cámara de los esposos ubicado en el Palacio Ducal de los Gonzaga.
Asimismo, realiza también El Parnaso, exclusivamente para Isabel de Este, hacia 1497; actualmente se encuentra en el Museo de Louvre, en París, Francia.
Adicionalmente, también ejecutó un retablo para la capilla del castillo ducal mantuano, el cual forma parte del Tránsito de la Virgen, conservado en la actualidad en el Museo Nacional del Prado, en Madrid, España.
El pintor de cámara
Desde entonces, la mayor parte de la vida como artista de Mantegna, fue dedicada al servicio de los mandatarios diversos mantovanos que iban progresivamente sucediéndose, como Ludovico, Federico y Francesco. Su técnica se afinaría dejando un legado con un estilo propio, bien marcado y de inspiración para otros artistas.
Con El Cristo muerto realizado hacia 1478 marcó su propio estilo. Marcó un antes y un después para este artista: momento a partir del cual inicia una suerte de obsesión hacia la figura humana. Mantegna comienza a reflejar en sus obras la perfección de los cuerpos en tanto a proporciones, así como de gran expresividad.
En torno a ello, fue Donatello su mayor influencia, denotando para Mantegna un periodo llamado “pétreo”. Más adelante, hacia el siglo XVI, se comenzará a notar en la pintura italiana toda la influencia dejada por Andrea Mantega.
Considerando, además, que el artista mejoró considerablemente el método para el dibujo del escorzo, incluyendo las vistas desde abajo, siendo tan admirable tal invento, como complejo.
Últimos días
En Mantua, Andrea Mantegna vivió hasta su muerte, en una casa construida y pintada por él mismo. Aún bajo la protección de Isabel del Este en la Corte de Mantua falleció, no sin antes haber cultivado un gran cúmulo de obras, especialmente de temas mitológicos.
Algunas de las más destacas como El Triunfo de la Virtud, El Parnaso e Isabel de Este en el Reino de Armonía, forman hoy parte de la colección del Museo del Louvre.
En septiembre de 1506 falleció con 75 años de edad, dejando consigo algunas deudas causadas por la falta de encargo durante sus últimos momentos de vida. Ya para inicios del Cinquecento las nuevas propuestas artísticas fueron dejando las de Mantegna de lado, a pesar de que muchos de estos nuevos artistas se influenciaran por él.
Características principales de la obra de Andrea Mantegna
En principio, la obra de Andrea Mantegna se caracteriza por evocar imágenes de la antigüedad clásica, convirtiéndolo en el primer gran “clasicista” de su época en torno a la pintura. Se podría caracterizar, gran parte de su obra, como una suerte de ‘clasicismo arqueológico’, dando ejemplo de ello principalmente las piezas desarrolladas en la Cámara de los Esposos.
Sin embargo, es importante considerar que hubo al menos dos etapas fundamentales dentro de la obra pictórica del artista, comenzando desde sus inicios con esa evocación hacia la antigüedad grecorromana, y continuando con aquella ruptura que marcó al realizar el Lamento sobre Cristo muerto, llamada luego ‘pétreo’.
Esta última obra lo llevó a marcar una nueva etapa en la que desarrolló perspectivas nunca antes realizadas, con especial detalle en torno al cuerpo, en conjunto a la iluminación y la fuerte expresividad marcada en cada obra que le continuó, dejando no solo una firma propia, sino una huella importante en la historia del arte.
Obras más representativas de Andrea Mantegna
A pesar de que son diversas las obras de Andrea Mantegna, algunas marcaron mayor relevancia que otras, especialmente aquellas que marcaron su estilo propio cuando inició los trabajos como pintor de cámara con los Ganzaga. De esta manera consideramos puntualizar un mínimo recorrido que nos ayude a mirar más de cerca la obra del artista renacentista.
Lamento sobre Cristo muerto, 1475 – 1478
El también conocido como El Cristo muerto es de las obras más célebres de Andrea Mantegna, considerando que no sólo marcó una nueva manera de mirar la perspectiva, sino una forma definitiva de identificar su obra propia, generando así un estilo propio.
El hijo de Federico Gonzaga sería el sucesor de éste, Ludovico, siendo colocado al frente de la corte de Mantua, contando de igual manera con el artista como pintor de cámara. Fue éste quién generaría numerosos encargos destinados, principalmente, a la decoración del trecentesco Palacio Ducal, considerando esto como una suerte de modernización.
Uno de los encargos fue precisamente el Lamento sobre Cristo muerto, un temple sobre lienzo hoy día ubicado en la Pinacoteca Brera de Milán, de 68 centímetros de alto por 81 centímetros de ancho; aunque se cree que su origen primario haya sido hacia la Cámara de los Esposos.
Breve análisis iconográfico
Cristo muerto es el personaje principal de la obra, el cual yace sobre un mármol junto a la Virgen María a la izquierda, San Juan Evangelista y María magdalena, llorando y sufriendo desconsoladamente. Los detalles en la fuerte expresividad de los rostros de estos tres personajes demuestran en gran medida la destreza que vendría asomando Andrea Mantegna.
Por su parte, Cristo se representa desde los pies, con una directa visión hacia el espectador, de una forma casi perpendicular, como si de una suerte de contrapicado se tratase. Para ese entonces, era una perspectiva que rompía con toda norma del momento, ningún artista habría hecho antes algo similar.
Sumando a esta representación, el artista le agrega un juego de luces y sombras que genera un contraste particular, que le agrega mucho más dramatismo a la obra. Nos acerca, como espectadores, a una situación que casi parece real, destacando la anatomía del cuerpo con detalles dotados de gran realismo, claramente lo observamos en los detalles del tórax.
Asimismo, observamos tanto en los pies como en las manos, los detalles de los clavos que debió tener, haciéndonos ver el terrible dolor que debió sufrir. La tela que sobre él reposa, se confunde con la tonalidad de la piel ya descolorida, sin vida, de Jesús.
Los triunfos del César, 1485 – 1505
Con Los triunfos del César Andrea Mantegna desarrolló una serie de grandes nueve cuadros, pensados exclusivamente para colgarse de forma alineados y que de esta manera formaran una sola imagen. Se trata de un desfile militar cuyo protagonista es Julio César al presidirlo, considerando su triunfo en la Guerra de las Galias.
Francisco II Gonzaga habría sido quién encargara la serie, el marqués de Mantua. Durante todo un siglo y medio estuvieron las piezas colgada en el Palacio Ducal, el cuál contenía un décimo cuadro desarrollado por otro artista, hasta ahora desaparecido.
En la actualidad la exhibición de esta serie de cuadros se realiza en el palacio de Hampton Court, de la Royal Collectión. El artista se llevó un gran periodo de tiempo para la culminación de todos los cuadros, dejándolo posiblemente inacabado tras su muerte un año más tarde, especialmente al considerar que un décimo cuadro se sumó a posterior.
Los cuadros que conforman la composición son Los portadores de pintura, seguido de Carros triunfales, trofeos y máquinas bélicas, luego Carro con trofeos y portadores del botín, continuando Portadores de jarrones, toro sacrifical y trompeteros, más el quinto cuadro Trompeteros, toros sacrificales y elefantes; le sigue el sexto Portadores de cascos, trofeos, y armaduras; el séptimo Los prisioneros, el octavo cuadro es Músicos y portadores de estandartes y el último de ellos, el noveno es Julio César en el carruaje.