¿Cómo fue el Golpe de estado en Argentina de 1976? Historia y causas

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«Señora, las Fuerzas Armadas han decidido tomar el control político del país y usted queda arrestada«.

Con estas palabras, el general José Rogelio Villarroel detuvo a Isabel Perón en las primeras horas del 24 de marzo de 1976.

Pasadas las tres de la mañana de ese día, Videla ofreció su primera cadena nacional para informarle a la población que las Fuerzas Armadas habían tomado el poder. El golpe estaba consumado.

Terminaban así los 20 meses del Gobierno que Martínez de Perón había encabezado en medio de una de las etapas de mayor violencia política del país.

Su llegada al poder había sido forzada. La cronología se remontaba a aquel 5 de agosto de 1973, cuando Perón anunció que la fórmula de candidato a presidente y vicepresidente en las elecciones de ese año estaría integrada por él y por su esposa.

Juan Domingo Perón e Isabel Martínez de Perón, Presidente y Vicepresidenta de Argentina. Crédito: Dominio Público.

Ganaron con el 61 % de los votos. Ni antes ni después ningún binomio alcanzó tal cantidad de sufragios en Argentina.

El 12 de octubre, la pareja asumió el Gobierno. Pero solo nueve meses después Perón murió y, tal y como lo mandaba la Constitución, su lugar fue ocupado por la vicepresidenta. 

Desde el principio, parecía que la viuda tenía los días contados en la Casa Rosada. 

En 1930, Argentina había comenzado una historia de intermitentes golpes militares. Perón también había sufrido uno, en 1955, que interrumpió su segundo mandato. Y a mediados de los años 70, la inestabilidad y la violencia no cesaban. Involucraba a guerrillas, a grupos parapoliciales, a fuerzas de Seguridad y a las Fuerzas Armadas.

Para gobernar, Martínez de Perón se apoyó principalmente en José López Rega, el exsecretario personal de Perón que creó la Alianza Anticomunista Argentina, la temible Triple A que se erigió en un cuerpo parapolicial de ultraderecha que cometió crímenes de lesa humanidad antes de que los militares cometieran el golpe de Estado.

Años después, la presidenta aseguraría que jamás había sabido de estos delitos.

La dependencia en López Rega debilitó todavía más el de por sí escaso liderazgo de una presidenta que era defenestrada incluso por los sectores del peronismo de izquierda y que no reconocían en ella el legado de su caudillo. 

Su Gobierno, marcado por las represiones, persecuciones a opositores, el autoritarismo y las declaraciones de estado de sitio, fueron el antecedente directo del terrorismo que consolidaría la dictadura militar que la derrocó.

Isabel Perón, presidenta de Argentina. Crédito: Dominio Público

A la inestabilidad política se sumaba la económica y social. El 4 de junio de 1975, el ministro de Economía Celestino Rodrigo, quien había sido impuesto por López Rega, anunció un paquete de ajuste del gasto público que fue conocido como el «Rodrigazo«.

El peso se devaluó más del 150% y las tarifas de servicios se duplicaron mientras se imponían topes a los salarios.

Acorde con la época, el sueño de las políticas neoliberales se había puesto en marcha a costa del empobrecimiento del país, de la población.

Este era «otro» peronismo alejado por completo de la tan prometida justicia social, uno que le pedía por primera vez un préstamo al Fondo Monetario Internacional.

La crisis política, económica y social fue de tal magnitud que significó el fin de López Rega, a quien Martínez de Perón mandó como embajador a España. Pero ello no fortaleció al Gobierno sino todo lo contrario.

López Rega con Isabel Martínez de Perón. Crédito: Dominio Público.

Las especulaciones sobre su estado de salud y su imposibilidad para dirigir al país eran constantes, tanto como las presiones para que renunciara y los rumores de un inminente golpe de Estado que, cuando se consumó, en realidad no sorprendió a nadie.

El exilio de Isabel Perón

La noche del golpe, a sus 45 años, Martínez de Perón fue trasladada a la provincia de Neuquén, ubicada en el sur del país, en donde permaneció detenida durante siete meses.

De ahí fue llevada a una base naval en la ciudad de Azul, en la provincia de Buenos Aires. Las condiciones fueron mejores gracias a la protección que le brindó el almirante Emilio Massera, uno de los miembros de la Junta Militar.

Más tarde continuó su arresto en la quinta de San Vicente, una propiedad de Perón ubicada en la provincia de Buenos Aires que hoy está reconvertida en un desvencijado museo.

La derrocada presidenta pasó allí sus últimos años en Argentina, de donde partió rumbo a Madrid en julio de 1981, cuando el gobierno militar consideró cumplida su prisión y la obligó a exiliarse.

Desde entonces, Martínez de Perón se fue convirtiendo de a poco en un enigma

Con información de RT.

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1 comentario

  1. El peronismo fue el peor cáncer que sufrió y sigue sufriendo Argentina (hoy transformado en kirchnerismo apuntalado por los lideres sindicales) que tiene sumido al pais en la ignorancia y el desastre económico desde hace 75 aós

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