El INAH supervisó labores de conservación en el Templo y Exconvento de Santo Domingo de Guzmán, en Chiapas

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Considerados entre los principales exponentes del barroco guatemalteco en nuestro país, el Templo y el Exconvento de Santo Domingo de Guzmán, ubicados en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, han atestiguado dos relevantes proyectos de intervención, realizados bajo la supervisión de la Secretaría de Cultura federal, a través el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Entre julio y diciembre de 2023, gracias a un donativo de Fomento Social Citibanamex, otorgado al Patronato del Instituto Nacional de Antropología e Historia AC, se emprendieron labores de conservación en la fachada y el antiguo espacio conventual del inmueble dominico.

Sobre las acciones realizadas en el frontispicio, la restauradora de la Sección de Conservación del Centro INAH Chiapas y supervisora de este frente de trabajo, Haydeé Orea Magaña, informó que estas se centraron en atender los daños causados por la exposición a la lluvia y a fauna que le resulta nociva, como las palomas. 

El equipo encabezado por el restaurador Iván Gómez Murillo, contratista designado para la intervención, efectuó la limpieza superficial de la fachada, resanó los faltantes con morteros de cal y arena, y reintegró cromáticamente los resanes para brindar una estética uniforme.

Otras acciones fueron la renovación de las pendientes de las cornisas, a fin de evitar que el agua de lluvia escurra sobre los relieves estucados de la fachada, así como la colocación de una nueva malla antipalomas, la cual previene que las aves excreten o hagan nidos sobre la decoración histórica del siglo XVII.

El segundo proyecto logrado con el donativo se ejecutó en el exconvento, el cual aloja dos recintos museísticos abiertos al público: el Centro de Textiles del Mundo Maya, a cargo de Fomento Cultural Citibanamex, y el Museo de los Altos de Chiapas (MACh), perteneciente al INAH.

Bajo la supervisión del arquitecto Jimny F. Bah Rosado y de la restauradora Nayeli Pacheco Pedraza, de las secciones de Monumentos Históricos y de Conservación del Centro INAH Chiapas, respectivamente, personal de la empresa Formas Constructivas llevó a cabo trabajos de limpieza y consolidación en los dos niveles del edificio.

En lo que corresponde a la arquitectura, destacó la consolidación de diversos muros de adobe con aplanados de cal y arena, así como la rehabilitación de la cubierta del exconvento mediante el reemplazo de tejado en puntos donde, previamente, se habían identificado áreas con filtraciones de agua.

También, en la cubierta se renovaron 27 vigas con alto deterioro, producido por el ataque de insectos xilófagos, es decir aquellos que se alimentan de la celulosa de la madera, como las termitas, avispas, carcomas y polillas.

“Lo grave de los insectos –explica Nayeli Pacheco– es que, además de hacer agujeros en la madera, llegan a crear galerías enteras, las cuales causan que elementos como las vigas pierdan su resistencia mecánica”.

La fumigación del exconvento también fue un eje prioritario de atención, dado que los diagnósticos elaborados con anterioridad habían mostrado un ataque de insectos que, de no atenderse, podría haber afectado los bienes muebles y textiles de los museos.

Un equipo de restauradores, biólogos, arquitectos y trabajadores de ambos museos aplicó biocidas mediante inyección, aspersión y nebulización en el interior y exteriores inmediato del exconvento. La fumigación se extendió al mobiliario que los recintos tienen a disposición del público, así como a bienes muebles históricos y dos libros antiguos del MACh.

Por último, las restauradoras Haydeé Orea y Nayeli Pacheco reconocieron la participación activa de los trabajadores del proyecto y de los museos, que hicieron posible la realización de ambas tareas, desde la colocación de los andamios para quienes atendieron la fachada, o en las labores de embalado, acomodo y reacomodo de los acervos y mobiliario distribuidos en los espacios del exconvento, para efectuar el proceso de fumigación. 

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