El mito de la creación en la mitología finesa

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El mito de la creación en la mitología finesa según el Kalevala, el libro con la epopeya finesa, comienza cuando Ilmatar o Luonnotar, abandonó las regiones de la bóveda celeste y se arrojó en el mar.

El viento del este comenzó a soplar sacudiendo las olas, momento en el que el mar la fecundó y mientras seguía flotando, un águila anidó en su rodilla depositando seis huevos de oro y uno de hierro (según otra versión puso solamente un huevo).

Al tercer día, Luonnótar siente un calor ardiente en su piel y, al replegar su rodilla, los huevos se estrellaron contra las olas.

Los pedazos de los huevos formaron, de su parte inferior, la Tierra, y de la superior el Cielo, en tanto que de sus trozos amarillos el Sol, de los blancos la Luna y de otros las estrellas y las nubes.

Pasados nueve años, Luonnótar comenzó a crear cosas a su alrededor: hace surgir promontorios, hoyos para los peces, profundos abismos, aplana la tierra o hace socavones, crea golfos y hace emerger las islas.

Debieron pasar 30 años para que el hijo de Luonnótar, Vainamoinen, naciera.

Éste permaneció aún muchos años sumergido en el mar hasta que por fin se detuvo en un cabo desconocido desde donde pudo contemplar el sol, la luna y las estrellas.

De este modo, termina el mito de la creación en la mitología finesa.

Sin embargo, existe un mito de los lapones que atribuye la creación del hombre a una pareja divina: Mader-Atcha y Mader Akka, creando el primero el alma y su esposa, el cuerpo.

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