Muy pocos militares del siglo XIX pudieron decir con orgullo que habían vencido a Napoleón en una batalla. Pero lo cierto es que Mijaíl Kutúzov no sólo le venció en una batalla, sino que le arruinó por completo la Campaña Rusa al emperador francés. Su nombre pasaría a la posteridad en Rusia, donde hasta los soviéticos le reconocerían como un gran militar.
Mijaíl Illiariónovich Golenischev Kutúzov nació el 16 de septiembre de 1745 en San Petersburgo en el seno de una familia de tradición militar. Con tan solo 15 años ingresó en el ejército imperial ruso. Estuvo al servicio de Polonia entre los años 1764 y 1769, pero abandonó esa posición para irse a luchar contra el Imperio Otomano hasta 1774. Ese año perdió un ojo, por lo que viajó por toda Europa mientras se recuperaba.
Su brillantez como militar le llevó a obtener el rango de mayor-general en 1784. Tres años después le nombraron gobernador general de Crimea y se trasladó al frente para enfrentarse a los turcos. Fue entonces cuando Kutúzov se forjó una considerable reputación mientras aprendía de Aleksandr Suvórov, un general que nunca perdió ninguna batalla.
En 1791, con el fin de la primera guerra turco-rusa, logró el rango de teniente general y el cargo de embajador en Constantinopla. Pero no permaneció demasiado tiempo en Turquía, ya que le enviaron a encargarse primero del gobierno de Finlandia y, después, de los cuerpos de cadetes de San Petersburgo. Estuvo unos años al frente de la comandancia de San Petersburgo y acabó por convertirse en gobernador general de la ciudad, previo paso por la embajada rusa en Berlín.
El estallido de las guerras napoleónicas condujo a Kutúzov de nuevo al frente. En 1805, comandó a Rusia en la batalla de Dürrenstein, un enfrentamiento crucial para frenar el avance francés sobre Viena. Antes de la batalla de Austerlitz, Kutúzov intentó convencer a los otros generales de que no entablasen ningún conflicto con Napoléon, pero le ignoraron. Durante dicha contienda fue herido y se trasladó entre 1806 y 1811 a Lituania y Kiev, donde sirvió como gobernador general.
Cuando empezó la segunda guerra de Rusia contra los turcos, Kutúzov tuvo que ir de nuevo al combate. Las victorias se sucedieron pero como sabía que el conflicto armado con Francia era inminente, concluyó la contienda mediante el Tratado de Bucarest, por el cual Rusia se anexionó Besarabia. El éxito de esta misión le llevó a obtener el título de knyaz (príncipe).
Napoleón invadió Rusia en 1812 y el ministro de la guerra ruso, Mijaíl Barclay de Trolly, ordenó la estrategia de tierra quemada. El 17 de agosto, Kutúzov fue designado comandante en jefe y decidió enfrentarse a las tropas francesas a las afueras de Moscú en la batalla de Borodinó, que realmente no tuvo ningún vencedor claro. El general ruso decidió vaciar por completo la ciudad de Moscú y entregársela a los franceses, quienes no tuvieron otro remedio que retirarse. A partir de aquí, Kutúzov empleó una táctica muy cautelosa, pero muy efectiva: poco a poco y de forma esporádica, hicieron emboscadas a los soldados de Napoleón que se batían en retirada. Fue un éxito, ya que la poderosa Grande Armée quedó devastada.
Sus triunfos le valieron el rango de Mariscal de Campo y el reconocimiento de toda la nación. No obstante, a principios de 1813 cayó gravemente enfermo y falleció el 28 de abril en Bunzlau. Los rusos le rindieron grandes homenajes y pasó a la historia del país. Tanto es así, que el gobierno ruso creó la “Orden de Kutúzov” y, durante la Segunda Guerra Mundial, bautizaron a la táctica con la que expulsaron a los alemanes como “Operación Kutúzov”.
Sin lugar a dudas el mejor general ruso de todos los tiempos despues de Suvórov.