México y Costa Rica renuevan proyecto para la conservación de esferas prehispánicas del delta del Diquís

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Especialistas de México y de Costa Rica han renovado el proyecto binacional con el cual, desde 2013, se atienden a las milenarias esferas de piedra del delta del río Diquís, consideradas como los más relevantes vestigios arqueológicos de esa nación centroamericana.

Vigente hasta 2025, esta iniciativa, desarrollada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) “Manuel del Castillo Negrete”, ha atendido ocho de dichos monolitos, en la última década.

La importancia de estas esferas es que no solo constituyen elementos identitarios para muchas comunidades indígenas de Costa Rica, sino que son el único bien cultural que este país tiene inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Costa Rica, señala la profesora-investigadora de la ENCRyM, Isabel Medina-González, tiene una amplia trayectoria ante la Unesco con sitios de tipo natural, como lo prueban las tres inscripciones con las que cuenta para sus parques nacionales, pero su patrimonio arqueológico no es tan visible como el de México u otras naciones de la región.

Ello se explica por el propio desarrollo de las culturas que habitaron el territorio costarricense antes del arribo de los españoles, las cuales, al ser civilizaciones cacicales, alcanzaron un equilibrio con su entorno que les permitió vivir siglos sin necesitar de grandes sistemas urbanos.

“Ello no significó que hayan sido culturas menores. Las esferas de piedra y sus perfectas circunferencias muestran cómo detrás de un objeto, en apariencia simple, hubo una alta especialización por parte de los escultores y organización social para transportarlas”.

Las esferas, detalla Medina-González, se han ubicado en diversos sitios cercanos al Diquís –afluente localizado al sur de Costa Rica–, con tamaños que van desde los 30 centímetros hasta un par de metros de diámetro, y antigüedades que se remontan a los periodos Aguas Buenas (300 a.C.-800 d.C.) y Chiriquí (800-1550 d.C.).

A partir de estudios efectuados, por ejemplo, en la esfera de piedra más grande, descubierta al día de hoy, ubicada en el sitio El Silencio, las y los expertos de la ENCRyM y del Museo Nacional de Costa Rica, apoyados por investigadores del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, como Manuel Espinosa Pesqueira (qepd), han indagado en la materialidad de estos bienes culturales para optimizar sus tratamientos de conservación.

En este sentido, se ha priorizado la atención de las esferas de los cuatro sitios que conforman la declaratoria de la Unesco: El Silencio, Finca 6, Grijalva y Batambal, ya que son pocos los contextos que las conservan in situ, pues muchas de ellas fueron sustraídas o removidas de sus emplazamientos originales en el siglo XIX, durante el auge de la época bananera en Costa Rica.

También, se han atendido esferas ubicadas en otros lugares, como la que se exhibe en el Museo Comunitario de la Flor, en el pueblo indígena de Boruca.

En 2022, a invitación de las y los indígenas borucas, se hizo un diagnóstico y se emprendieron labores de conservación preventiva en la esfera de dicho recinto, lo que permitió a los conservadores ahondar en las relaciones de ancestralidad que estos pueblos tejen en torno a las esferas.

Los borucas se asumen como herederos de los sitios prehispánicos del Diquís e, inclusive, consideran a las esferas como sus ‘abuelas’, y manifiestan sentirse tristes cuando una de ellas es dañada”, finaliza la profesora.

Tras la renovación del proyecto, la próxima temporada se realizará en noviembre de 2023, con apoyo de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y en diálogo con la nueva directiva del Museo Nacional de Costa Rica, encabezada por Ifigenia Quintanilla Jiménez.

Entre las líneas de acciones a seguir está intervenir, por primera vez, esferas de naturaleza calcárea; discutir los términos de referencia para los sistemas de protección en estos sitios; continuar con las plataformas de cooperación comunitaria y diseñar una campaña para el fortalecimiento de cuadros costarricenses enfocados en la conservación arqueológica.

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