Nueva York: por qué una colonia holandesa acabó hablando inglés y no otro idioma

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Cuando hablamos de Nueva York pensamos en rascacielos, la estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn y la isla de Manhattan. Pero poco imaginamos que debajo de esta gran ciudad cosmopolita persiste un substrato vinculado a Holanda. ¿Qué tiene que ver el país de los tulipanes con la metrópoli más emblemática de los Estados Unidos y del mundo?

Para entender esta vinculación, tenemos que remontarnos a principios del siglo XVII. En aquella época, Holanda y Gran Bretaña se disputaban la hegemonía comercial en Europa y financiaban expediciones a ultramar para abrir nuevas vías de comercio y extender su potencial económico.

Primeras expediciones

El primer explorador en pisar la costa de Nueva York fue el italiano Giovanni de Verrazzano, quien en 1524 y bajo órdenes de la Corona francesa, bautizó la isla de Manhattan con el nombre de Nueva Angulema. La zona estaba habitada por dos tribus de indios: los algonquinos y los iroqueses.

Pero el verdadero impulso colonizador llegó un siglo más tarde de la mano de Holanda. En 1609, el británico Henry Hudson, contratado por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, exploró y dio nombre al río que atraviesa el estado de Nueva York hasta desembocar en Nueva Jersey. En su camino remontando el río, comerció con diversas tribus nativas y consiguió conchas, perlas y sobre todo pieles.

En 1916 eran cuatro las compañías holandesas que se disputaban el comercio de pieles con la población indígena, hasta que dos años más tarde decidieron unirse y crear un monopolio.

Nueva Ámsterdam, la semilla

Los primeros colonos holandeses se establecieron inicialmente en un islote dentro de la bahía, pero pronto se trasladaron a lo que hoy conocemos como Manhattan, un terreno más extenso, rico y fácil de defender. Allí entraron en contacto con las tribus nativas y pactaron la compra del territorio para convertirlo en Nueva Ámsterdam, semilla de la actual ciudad de Nueva York.

El traspaso no fue fácil. Holandeses e indígenas tuvieron que librar múltiples batallas, pero la mayor amenaza para Nueva Ámsterdam vino de los ingleses. A mediados del siglo XVII, Holanda e Inglaterra estaban en guerra en Europa y trasladaron la contienda a territorio americano. En el año 1664, el gobernador de Nueva Ámsterdam entregó la ciudad al duque de York, quien cambió el nombre de la villa y acabó definitivamente con la supremacía holandesa en la zona.

Pese al dominio inglés, Nueva York mantuvo durante muchos años su aspecto de ciudad holandesa, aunque tuvo que adoptar un nuevo idioma: el inglés.

Guerra de la Independencia y federalismo

Pero a Inglaterra no se le acabaron los problemas. Durante el siglo XVIII, mantuvo una duro enfrentamiento con Francia por el control de Nueva York. Después llegó la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, la Constitución federal y la proclamación de George Washington como presidente en 1789. A lo largo de los años, la inmigración y el desarrollo económico e industrial convirtieron a Nueva York en la ciudad más grande de los Estados Unidos y una de las más influyentes de todo el planeta.

En la actualidad, la herencia del dominio holandés se percibe todavía en la nomenclatura de algunas calles de Nueva York. Por ejemplo, Harlem tiene una ciudad homónima en Holanda, Nieuw Haarlem, y Broadway proviene de Bredeweg.

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