Algunos humanos han heredado narices más altas de los neandertales

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Los humanos heredamos de los neandertales material genético que incide en la forma de nuestra nariz, según un nuevo estudio dirigido por investigadores de la University College de Londres (UCL) y publicado en Communications Biology.

Los resultados concluyen que un gen concreto, que da lugar a una nariz más alta (o más larga, midiendo de arriba abajo), puede haber sido producto de la selección natural cuando los antiguos humanos se adaptaron a climas más fríos tras abandonar África.

En palabras de Kaustubh Adhikari, del departamento de Genética, Evolución y Medio Ambiente en la UCL, «en los últimos 15 años, desde que se ha secuenciado el genoma neandertal, hemos podido saber que nuestros propios antepasados aparentemente se cruzaron con neandertales, dejándonos pequeños trozos de su ADN”.

«Aquí descubrimos que parte del ADN heredado de los neandertales influye en la forma de nuestras caras. Esto podría haber sido útil para nuestros antepasados, ya que se ha transmitido durante miles de generaciones», añade el coautor de la investigación, en la que también participaron científicos de China, Francia, Argentina, Chile, Perú, Colombia, México, Alemania y Brasil.

El estudio evaluó datos de más de 6.000 voluntarios de América Latina, de ascendencia mixta europea, nativa americana y africana, que forman parte del estudio CANDELA dirigido por la UCL, y que reclutó a personas en Brasil, Colombia, Chile, México y Perú.

Los expertos compararon la información genética de los participantes con fotografías de sus rostros —observando específicamente las distancias entre puntos de sus rostros, como la punta de la nariz y el borde de los labios— para ver cómo los distintos rasgos faciales se asociaban con la presencia de diferentes marcadores genéticos.

Se identificaron, así, 33 regiones genómicas asociadas a la forma de la cara, 26 de las cuales pudieron compararse con datos de otras etnias, recabados entre participantes procedentes de Asia oriental, Europa y África.

En una región concreta del genoma, denominada ATF3, los investigadores descubrieron que muchas personas de su estudio con ascendencia nativa americana (así como otras con ascendencia de Asia oriental de otra cohorte) tenían material genético en este gen heredado de los neandertales, lo que contribuía a una mayor altura nasal.

También descubrieron que esta región genética presentaba signos de selección natural, lo que sugiere que confería una ventaja a los portadores del material genético.

«Dado que la nariz nos permite regular la temperatura y la humedad del aire que respiramos es posible que las diferentes formas de nariz se adapten mejor a los distintos climas en los que vivían nuestros antepasados”, apunta Qing Li, primer autor del estudio.

El gen identificado parecer haber sido heredado por los humanos y haberles ayudado a migrar hacia climas más fríos, al salir de África.

«La mayoría de los estudios genéticos sobre la diversidad humana han investigado los genes de los europeos«, afirma Andrés Ruiz-Linares, coautor del trabajo.

Esta vez, «la muestra diversa, gracias a los participantes latinoamericanos de nuestro estudio, amplía el alcance de los hallazgos de los estudios genéticos», indica.

El hallazgo es el segundo descubrimiento de ADN de humanos arcaicos, distintos del Homo sapiens, que afecta a la forma de nuestra cara.

El mismo equipo publicó un artículo, en 2021, acerca de un gen que influye en la forma de los labios se heredaron de los antiguos denisovanos.

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