“Los sonidos emitidos por las aves ofrecen, en varios aspectos, la analogía más cercana al lenguaje”, escribió Charles Darwin en El Origen del Hombre al contemplar cómo aprendieron a hablar los seres humanos. El idioma, creía, podría haber tenido su origen en el canto, lo que “podría haber provocado que las palabras expresen diversas y complejas emociones”.
Ahora, los investigadores del MIT, junto con un investigador de la Universidad de Tokio, creen que Darwin iba por el buen camino con ese planteamiento. El equilibrio de la evidencia, a su juicio, sugiere que el lenguaje humano es la combinación de dos formas de comunicación que se encuentran en el reino animal: en primer lugar, las canciones elaboradas por las aves y, en segundo lugar, los tipos de comunicación con la que se expresan el resto de los animales.
“Es esta combinación accidental la que provocó el lenguaje humano”, explicó Shigeru Miyagawa, profesor de lingüística en el Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT y co-autor de un nuevo estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology.
La idea se basa en que hay dos “capas” en todas las lenguas humanas: una capa de “expresión”, que implica la organización cambiante de las frases, y una capa del “léxico”, que se refiere al contenido básico de una oración. Su conclusión se basa en trabajos anteriores de lingüistas como Noam Chomsky, Kenneth Hale y Samuel Jay Keyser.
Basándose en el análisis de la comunicación animal y utilizando el estudio de Miyagawa, los autores piensan que el canto de los pájaros se parece mucho a la capa de expresión de las frases del idioma humano, mientras que la forma de comunicación de las abejas o los mensajes cortos y audibles de los primates, son más parecidos a la capa del léxico. En algún momento hace entre 50.000 y 80.000 años, los seres humanos podrían haber fusionado estas dos formas de expresión en una forma única y sofisticada de lenguaje.
Los seres humanos, según Miyagawa, han conseguido combinar acertadamente estos sistemas. Podemos comunicar la información esencial, como las abejas o los primates, pero al igual que las aves, tenemos una capacidad melódica y la capacidad de volver a combinar las partes de nuestro lenguaje pronunciado. Por este motivo, nuestro vocabulario finito puede generar una cadena aparentemente infinita de palabras.
“Es solo una hipótesis”, dijo Berwick, uno de los socios de Miyagawa, “pero una forma de exponer lo que Darwin explicaba vagamente, porque ahora tenemos más conocimientos sobre el lenguaje”.
Imagen: Cs90123 en Wikimedia