El asombro del campesino chino (posiblemente llamado Chun Li o Li Chun, aunque se desconoce si realmente fue él) que descubrió, junto a sus compañeros de oficio, un misterioso «foso» debió de ser mayúsculo.
Lo primero: no era el pozo de agua que esperaba encontrar para soliviantar aquella durísima sequía del año 74, sino que se topó con el impresionante ejército de Qin Shi Huang: el ejército de terracota.

Y es que no sabía, hasta entonces, que el primer emperador de todos los chinos, Qin Shi Huang, mandó construir más de 7.000 figuras de soldados y caballos, todos diferentes y con impecables detalles, recreando al ejército que después de concederle la gloria en vida también le seguiría hasta la eternidad, a su mandato supremo.
La arcilla horneada marca su composición más básica, materializándose en figuras de armaduras precisas listas para el combate, de cuero y madera en la realidad, y dando forma y humanidad a los rostros de incontables etnias diversas (hoy en día, en China, se reconocen 56 etnias) y con expresiones de todo género, incluyendo sonrisas o muecas.
Pero además, también empuñan sendas espadas o arcos, dependiendo del tipo de guerrero, espadín o arquero, aunque no podemos verlos tal y como eran con su colorido realista debido a la oxidación provocada por el paso de los siglos.
Además de los famosos guerreros, que aún a día de hoy se siguen encontrando, se han hallado también 69 supuestos Jefes de Estado Mayor en otro foso, además de impresionantes carros ceremoniales.