Orígenes de la arquitectura: los megalitos

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Marina Martin de Loeches
Nací en Madrid y vivo en Madrid. Al igual que toda mi familia, incluso mis bisabuelos, por lo que soy de una de las pocas y auténticas gatas madrileñas que sobreviven por aquí. Aunque mi gran afición es recorrer el mundo, mi rincón favorito es y siempre será mi gran ciudad. Actualmente estoy estudiando dos carreras en la Universidad Rey Juan Carlos: Derecho y Periodismo. Mis estudios han hecho de mí, una persona responsable, trabajadora y que lucha por conseguir lo que quiere. Siempre he querido ser periodista internacional y siempre he creído que para ser la mejor debía saber derecho e idiomas. En el año 2008, estuve trabajando en un colegio en Oxford llamado Radley College donde conocí a gente de todas partes. Fue una experiencia significativa que me abrió mucho la mente. Durante el curso 2009-2010 me otorgaron una beca Erasmus a París. Fue una experiencia muy buena para mi formación tanto personal, como profesional y volví al igual que en Casablanca, con aquella frase de "Siempre nos quedará París".
stonehenge
Stonehenge.

Durante centenares de miles de años el hombre fue nómada, carecía de refugio fijo y recorría amplios espacios en busca de alimento. La invención de la agricultura supuso un cambio de vida para nuestros antepasados, que se veían obligados a quedarse permanentemente en un lugar esperando a la cosecha.

El nomadismo había llegado a su fin, y el sedentarismo se refuerza con los cambios climáticos propios del Neolítico. La caza deja de ser una persecución necesaria para ser una actividad más. Con la cría y cuidado de animales de granja, se deja atrás completamente el estilo de vida nómada. En esta era de cambios constantes y decisivos para la humanidad surgen las primeras edificaciones y los primeros poblados.

Los estudios prehistóricos han desvelado la importancia de los cultos neolíticos, entre los que destacan aquellos que rinden homenaje a los muertos. Este culto ha dejado su huella en las construcciones más antiguas que se conservan, los megalitos, monumentos funerarios construidos por enormes bloques de piedra distribuidos de una manera más o menos geométrica. Su existencia implica una cultura religiosa avanzada y una estructura social compleja, ya que su construcción exige formas de trabajo coordinadas bajo una figura de mando que se encargue de dirigir la vida colectiva.

El megalito más sencillo es el menhir, una única pieza de piedra clavada al suelo verticalmente. El menhir de Locmariaquer (Francia), alcanza los veinte metros de altura. Es habitual colocarlos de manera ordenada: en los alineamientos se colocan en hilera y en los cromlechs en círculo, como el de Stonehenge (Inglaterra).

menhir de Locmariaquer
menhir de Locmariaquer

El megalito más complejo es el dolmen, sepultura combinada que en algunos casos cuenta también con un corredor y una cámara cubierta con falsa cúpula. Así se encuentran en el Sur de España los de las cuevas de Menga y del Romeral en Antequera (Málaga).

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En las Islas Baleares se han descubierto construcciones megalíticas de épocas posteriores, la mayoría correspondientes a la Edad de Bronce. Monumentos como la taula, megalito en forma de T que se utilizó probablemente para descarnar a los cadáveres, los talayots, que servían de torretas defensivas utilizadas como sistemas de vigilancia y la naveta, cuyo nombre se debe a su forma de nave invertida que tenía también usos funerarios, son algunas de las reliquias de nuestro pasado que aún se conservan en España.

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