Actuaciones de conservación en el dolmen subacuático de Guadalperal mientras sigue el «inusitado interés» por el enclave

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Fernando Barroso Vargas
Periodista de Europa Press, colaborador de "Sevillanos de Guardia" en Onda Cero Radio y escritor colaborador en MRN Aljarafe.

Las últimas medidas han estado destinadas a mitigar la erosión por el agua y la «afluencia masiva» de público cuando es posible visitarlo

El conjunto megalítico de Guadalperal, situado en la zona inundable del embalse de Valdecañas, en el término municipal de El Gordo (Cáceres) y formado principalmente por 140 ortostatos, sigue en el foco de atención después de que en el verano de 2019 quedase completamente al descubierto fruto de la sequía y la consecuente bajada del nivel de agua del citado pantano.

Groso modo, el dolmen de Guapalperal habría contado con una cámara funeraria de cinco metros de diámetro y un corredor de casi diez metros de longitud; siendo levantado en dos fases distintas, una primera más antigua y otra en el periodo campaniforme, entre los milenios cuarto y tercero previos a la era actual.

Fue descubierto en 1925 en lo que actualmente constituye el término municipal de El Gordo, siendo excavado entre ese año y 1927 por el célebre prehistoriador y geólogo alemán Hugo Obermaier, figura de indiscutible peso en la arqueología de la España de aquellos años, cuya trayectoria de investigaciones y publicaciones le valió su nombramiento como catedrático de Historia Primitiva del Hombre y miembro de la Real Academia de la Historia, entre otros méritos.

Además de aquella excavación arqueológica, Obermaier dirigió la restauración, recolocación y estabilización de los ortostatos del recinto, con la retirada del material que formaba parte del relleno del túmulo y su protección con una cerca perimetral de ladrillo destinada impedir la entrada del ganado.

Los materiales procedentes de la excavación del dolmen, principalmente raspadores, puntas, lascas y desechos de tallas de sílex y cuarcita, reflejarían cierto hábitat humano en las inmediaciones del monumento prehistórico, que habría contado con una triple línea de lajas dispuestas de forma concéntrica en torno a la cámara funeraria, además de algún ortostato adicional de significado simbólico.

Bajo el agua

En cualquier caso, la construcción del embalse de Valdecañas durante el periodo de la dictadura franquista motivó la expropiación en 1963 de los terrenos de la cuenca del río Tajo donde se alza el enclave, que como consecuencia de la creación del pantano quedó sumergido bajo las aguas del mismo, para aflorar parcial o totalmente sólo en períodos de sequía prolongada o con motivo de los desembalses derivados de los acuerdos entre España y Portugal para la regulación del caudal del Tajo.

En ese contexto, en agosto de 2019, fruto de la pertinaz sequía, el embalse de Valdecañas experimentó una pronunciada bajada de su nivel de agua, provocando ello que el dolmen quedase completamente al descubierto.

dolmen sumergido guadalperal
Dolmen de Guadalperal. Crédito: Fernando Barroso

Tal extremo supuso todo un acontecimiento cuyo impacto superó las fronteras de España, al hacerse eco de ello diversos medios de comunicación de ámbito internacional.

El diario Die Welt, uno de los principales periódicos de Alemania, publicaba por ejemplo un reportaje en su edición dominical sobre las “piedras sumergidas” de este singular enclave.

La situación suscitó todo un debate respecto al destino del complejo prehistórico, formado por los ortostatos o lajas clavadas en el suelo para delimitar la cámara, el corredor y los anillos con los que habría contado, además de un menhir, una estela que refleja una figura serpentiforme y varias cazoletas esculpidas y una suerte de anillo perimetral compuesto por los bolos de piedra que constituían el túmulo que cubría el dolmen, tras ser removidos de su posición original.

Y es que diversas voces apostaban por la extracción de tales materiales de los terrenos inundables del pantano de Valdecañas y su reinstalación en otro lugar del entorno a salvo de las aguas, como mejor fórmula para garantizar la conservación del dolmen y su plena recuperación como activo cultural.

El «riesgo» de su traslado

Empero, y como señala una resolución de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura emitida el 22 de diciembre de 2020 para incoar la declaración del enclave como bien de interés cultural (BIC), “el informe de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (…) advierte del riesgo de pérdida de autenticidad si se planteara su traslado, considerando fundamental para preservar sus valores históricos y su relación paisajística con el territorio que permanezca en el lugar donde fue construido”.

Precisamente por ello, dicho departamento del Ministerio de Cultura estipula en tal documento que “los criterios de intervención en el bien irán encaminados a su preservación frente a los riesgos naturales y antrópicos, respetando su integridad y su relación con el territorio en el que se enclava, con una visión totalizadora”.

La resolución estatal determina, en cualquier caso, que “el dolmen de Guadalperal y su contexto arqueológico constituyen uno de los ejemplos más notables del megalitismo de la cuenca media del río Tajo, excavado y estudiado por Hugo Obermaier, una de las figuras más importantes de la investigación geológica y arqueológica de su tiempo, siendo además ejemplo pionero de intervención de restauración en un yacimiento arqueológico”.

“Repercusión internacional”

Y en otro plano, la resolución menciona que el hecho de que en agosto de 2019 aflorase por completo el recinto megalítico por la notable bajada de las aguas del pantano de Valdecañas “provocó un interés inusitado en toda la comarca, con una amplia repercusión mediática a nivel internacional”.

A partir de ahí, después de que el último verano la nueva bajada de las aguas del embalse dejase de nuevo completamente al descubierto el dolmen de Guadalperal, el Ministerio de Cultura daba cuenta el pasado mes de septiembre de la campaña de actuaciones acometida en el enclave de la mano de la Junta de Extremadura.

En concreto, un equipo formado por restauradores, arqueólogos, un geólogo y un biólogo acometieron labores de consolidación y conservación para contrarrestar la erosión afrontada por los ortostatos por su situación bajo las aguas del embalse y la “afluencia masiva de público” al enclave cuando es posible visitarlo, según señala el Ministerio de Cultura respecto al claro interés de los amantes de la cultura y los turistas por este notable recinto prehistórico, idea que quizá devuelve el asunto al ya mencionado debate sobre su demandada reubicación.

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