Biografía de El Greco, vida y características de sus obras

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Doménikos Theotokópoulos fue el nombre del pintor conocido como El Greco, el cual desarrolló obras con un estilo muy personal y único a finales del Renacimiento.

Nació en Candia (actual Heraclión) el 1 de octubre del año 1541, y falleció el 7 de abril de 1614 en Toledo, España.

Biografía de El Greco

El Greco fue, sin duda, uno de los artistas que mejor supo entender y desarrollar el arte manierista. Su posición fue importante entre los pintores locales de su ciudad natal, siendo denominado “maestro” hacia 1563.

Sin embargo, Candía no era suficiente para las ambiciones que Doménikos tenía, razón por la que decidió abandonar la isla y así lograr continuar su aprendizaje.

Venecia

El Greco decidió partir hacia Venecia hacia 1567, donde otros griegos también vivían allí. Pocos datos fidedignos existen de su estancia en la ciudad italiana, aunque sí más tarde se alude su estancia en el taller de Tiziano.

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Purificación del Templo, el Greco, Venecia en 1570. Crédito: Dominio Público

El Greco realizó, sin embargo, una suerte de trabajo de asimilación de la pintura renacentista, transmitiéndolo en sus obras.

Asimilación del arte renacentista

De una forma ecléctica, El Greco recogió lo que interesante le parecía de distintos maestros tales como Tiziano, Tintoretto, Paolo Veronese, Jacopo Basssano, entre otros, interesándose especialmente por el manierismo. Tres años después, el artista decidió trasladarse a Roma, donde se quedaría los próximos siete años.

Roma

Una de las posibles razones por las que viajó a Roma, no solo habría sido por la enorme competencia en Venecia, sino porque podría recibir muchos más y mejores encargos en la capital de Italia.

En 1570, ya en Roma, contactó con el miniaturista Giulio Clovio, con quién se generó una muy estrecha amistad, lo que le permitió a Theotokópoulos entrar al palacio de uno de los mecenas más importantes de su época, el cardenal Alejandro Farnesio.

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Retrato de Giulio Clovio, El Greco, 1571. Crédito: Dominio Público.

El Greco, sin duda aprovechó todas las oportunidades en relación a la formación que le proporcionaron. Las colecciones del cardenal Farnesio las estudió, así como su biblioteca.

Allí mismo comenzaría su admiración por Miguel Ángel, tanto como la de los manieristas romanos, siendo admitido en la Academia de San Lucas como pintor de miniaturas en 1572.

España

Hacia 1575 El Greco comenzaría a considerar trasladarse a España, aunque no llegaría sino hasta 1577. Pasó una temporada en la corte madrileña, desde donde, luego, se transportaría hacia Toledo.

Fue allí donde recibió sus primeros dos encargos: Los Retablos de Santo Domingo el Antiguo y El expolio.

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El Expolio. El Greco, entre 1577 y 1579. Crédito: Dominio Público

El Greco (según la documentación obtenida de ambos encargos) solo se encontraba de paso en Toledo, manteniendo la idea de volver a Madrid y triunfar allí.

Una de las razones por las que realizó para el Rey Felipe II una serie de obras, es esta. Una de ellas fue la Alegoría de la Liga Santa y El martirio de San Mauricio.

Sin embargo, ambas obras no fueron de total agrado para el Rey Felipe II, siendo católico.

Esta es la razón por la que Theotokópoulos se instala en Toledo definitivamente, ciudad que le dejaría el triunfo no solo para el resto de su vida, sino para la historia del arte.

Comienzan sus reconocimientos

Un número importante de personajes importantes e influyentes le brindaron su protección, los cuales le encargarían sus más importantes obras, gracias a ello estableció relaciones de amistad con la mayor parte de los mismos. Doménikos formó en Toledo una familia.

Relación con Jerónima de las Cuevas

A pesar de que muy poca información se tiene de sus relaciones familiares, parece probable que al llegar a España establecería una relación con doña Jerónima de las Cuevas, relación de la que nacería Jorge Manuel Theotokópoulos (pintor y arquitecto) en 1578.

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La curación del ciego. El Greco, entre 1570 y 1575. Crédito: Dominio Público.

Un taller propio

Asimismo, formó su taller propio, el cual además fue muy próspero. En él, se dedicó a la elaboración no solo de cuadros, sino de diseños de retablos. Cada uno de los pedidos generados tenía precios algo elevados en comparación a lo que los clientes españoles acostumbraban pagar.

De manera paulatina, iba afianzándose entre los clientes de Toledo, de donde precisamente recibe los mejores encargos.

Entre 1586 y 1588 realizó una de sus más famosas obras, El entierro del conde de Orgaz, el cual consistió en retablos diversos para instituciones religiosas no solo de Toledo, sino también de Madrid.

Último periodo artístico y pictórico

El encargo del Colegio de doña María de Aragón, el cual en la actualidad ocupa el edificio del Palacio del Senado español.

Sus personajes, cada vez se iban haciendo más estilizados, marcando un estilo muy personal, considerando sus figuras desproporcionadas, fuertes escorzos y colores vibrantes y violentos que conciben calar de forma profunda en la mística de la sociedad de Toledo.

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Lacoonte. El Greco, entre 1610 y 1614. Crédito: Dominio Público.

Muchos especialistas de El Greco, han especulado sobre una posible enfermedad visual que haya sido de ayuda para las deformaciones en sus personajes. Sin embargo, se demostró más adelante que el artista creaba tal estilo por agrado personal tanto como el de sus clientes.

Fallecimiento

El Greco muere en Toledo el 7 de abril de 1614 cuando contaba con 73 años de edad. Actualmente no se sabe dónde se encuentra el cuerpo de El Greco, el gran pintor cretense.

Sin duda, lo que su amigo el poeta Hortensio Félix Paravicino describió a la perfección lo que fue su vida, considerando que, en efecto, Creta fue quien le dio la vida, mientras Toledo le daría la patria donde no solo sería el inicio de su éxito, sino donde dejaría la eternidad.

Características de la obra de El Greco

Para comprender las características de la obra de Doménikos, es fundamental entender, al menos brevemente, el manierismo al que perteneció.

Su influencia veneciana, lo que dio como resultado tanto su iconografía, como su composición en conjunto a lo colorido de sus figuras, fue también importante en sus creaciones.

Gracias a la ruptura de las formas clásicas generadas en Italia, generó una suerte de proclamación implícita a la libertad creadora dando paso así al Manierismo.

Considerando el arte refinado que le define, poco se adecuó a las exigencias que imponía la Iglesia, pero en cambio sí figuró entre la aristocracia a partir de la estética que englobaban los cambios del momento.

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La Adoración de los Reyes Magos. El Greco, 1568. Crédito: Dominio Público

En torno a ello, El Greco realiza una nueva forma de simbolismo quizás llevado por la religión altamente mística de España tan particular. Según el mismo Ernst Gombrich en Historia del Arte “…El Greco aprendió mucho del procedimiento antirreglamentario de desequilibrar la composición, usado por Tintoretto, así como también adoptó el manierismo de alargar las figuras…”.

En este sentido podemos entender que Doménikos no solo asumió una obra manierista, sino que tomó fuentes influyentes de otros grandes artistas del Renacimiento para mostrar su visión propia.

Asimismo, diría Arnold Hauser en Historia Social de la Literatura y el Arte I, “En sus últimas creaciones, El Greco se acerca a la desmaterialización miguelangelesca de la realidad”, la cual podemos entender mejor con El entierro del conde de Orgaz, descrita con mayor detalle más adelante.

Obras más representativas de El Greco

Para entender mucho más las composiciones artísticas de El Greco, miraremos más de cerca al menos tres de sus obras, realizadas en tiempos y espacios diferentes. Cada una de ellas nos lleva a observar de cerca tres de las etapas que desarrolló el artista a través de sus representaciones.

La purificación del templo, 1570

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La Purificación del Templo, de El Greco, 1610-14. Crédito: Dominio Público

Se podría decir que esta obra enmarca la primera etapa del artista cretense (al menos antes de alargar las figuras y generar el horror vacui), quien a pesar de haber sido formado bajo iconos bizantinos en su tierra natal, decidió migrar para observar y aprender más en relación con el arte. En Roma desarrolló este lienzo, mostrando en ella lo que estaba aprendiendo de sus estudios de grandes como Tiziano o Tintoretto.

Se podría decir que esta obra enmarcó la unión entre estilos renacentistas, y la visión propia del artista a partir del empleo de colores fuertes, tocando, si se quiere, la saturación, quizás traídos de la región veneciana, donde estuvo algunos pocos años.

La figura de Cristo es una de las que se puede observar en el cuadro como protagonista, resaltando con su ropaje rojo, siendo además el símbolo del martirio, en conjunto al azul que simboliza la eternidad. Tras él, diferentes personajes en una suerte de desorden quizás por la escena en sí mismo que se quiso transmitir.

Habrá que acotar, además, el marco arquitectónico de fondo que genera un segundo plano, y una suerte de profundidad que brinda a la escena quizás una descanso ante tan abarrotados personajes de la composición, los cuales además muestran lo que pocos años después representaría El Greco, ese horror a dejar espacios vacíos en sus escenas.

El entierro del conde de Orgaz, 1586

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El Entierro del Conde de Orgaz. El Greco, entre 1586 y 1588. Crédito: Dominio Público.

La iglesia de Santo Tomé de Toledo era de gran importancia para el conde de Orgaz, especialmente porque éste era una persona muy devota y benefactor de la misma. Se dice que cuando éste fue enterrado en 1323, milagrosamente los santos Agustín y Esteban acudieron, y además cargaron con el cuerpo hacia el cementerio de la ciudad.

El párroco de la iglesia mencionada, encargó el cuadro a El Greco, quien se asume se autorretrató en el hombre que consigo lleva esa traslúcida vestidura, en el borde inferior derecho. Más allá de ello, se considera con una obra que presenta claramente las características del horror vacuo (miedo al vacío), característico del artista.

Todos aquellos innumerables rostros representados en el cuadro, tanto el grupo debajo en representación de figuras humanas terrenales, como las del borde superior, mostrando figuras divinas, son de muchos españoles destacados de la época.

Son múltiples las figuras representadas en la obra, y cada una de ella cumple papeles importantes. Además de los mencionados, parece curiosas las dos únicas figuras que miran directamente hacia el exterior, como si se tratase de comunicar con el espectador, se dice que posiblemente se trate del mismo artista y su hijo, quien para ese entonces contaba con ocho años de edad, y cucha fecha de nacimiento se encuentra inscrita en el pañuelo que cuelga en su regazo.

La apertura del quinto sello del Apocalipsis, 1608-1614

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Apertura del Quinto Sello del Apocalipsis o Visión de San Juan. El Greco, entre 1609 y 1614. Crédito: Dominio Público.

Entre 1608 y 1614 Doménikos realizó un retablo para la iglesia de San Juan Bautista en Toledo, donde vivía desde 1576. En él, se muestran un fragmento del Libro de la Revelación, al que también llaman el Apocalipsis de San Juan. El artista plasma su visión propia del fin del mundo mostrando siete cuerpos, siete sellos en la mano derecha de Dios.

Estos sellos fueron rotos por el Cordero de Dios uno a uno; tras ello, los acontecimientos fueron fragmentos en concreto.

El Juicio Final es la culminación del Apocalipsis, a medida que descienden a la Jerusalén celestial simbólicamente la sociedad que haya quedado liberada.

El Greco representa a Juan (en el borde lateral izquierdo), en una suerte de éxtasis alzando las manos y la cabeza hacia el cielo, siendo además mucho más grande que el resto de los personajes. El único vestido, considerando lo oscuramente anormal del cielo, es muestra clara de la originalidad del artista.

Asimismo, son los ángeles en el borde superior derecho los que llevan la ropa blanca a aquellas personas que el texto hace referencia. Son mártires desnudos, innominados, como diría el Libro de la Revelación.

Todas las figuras alargadas muestran en esta última etapa del artista lo que más adelante sería una clara fuente de inspiración para las los expresionistas a comienzos del siglo XX.

No hay duda del gran poder visionario de El Greco, siempre mirando más allá generando un lenguaje único. El empleo de los colores vívidos y hasta un tanto perturbadores, dejando una gran huella para la historia del arte, así como de inspiración incluso para artistas como Picasso, especialmente Las señoritas de Aviñón casi trescientos años después.

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