Demuestran el uso ritual de restos humanos a partir del Neolítico

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Las cuevas sirvieron como lugares de enterramiento y posterior modificación de restos humanos durante miles de años en la península ibérica, aunque en ellas también se realizaban actividades cotidianas.

En los yacimientos arqueológicos del sur de la península ibérica (sitios utilizados a partir del IVº mileno a.C.), los arqueólogos han encontrado evidencias de manipulación de restos humanos, aunque el significado cultural que subyace a estas prácticas es en gran medida incierto.  

Hasta el momento, muchos restos óseos depositados en cuevas prehistóricas presentan cortes y marcas que la comunidad científica había atribuido en ocasiones al uso de los huesos para el consumo humano.

Pero, ahora, un estudio presentado por el investigador de la Universidad de Córdoba, Rafael Martínez Sánchez, liderado por Zita Laffranchi y Marco Milella, de la Universidad de Berna (Suiza), junto a otros expertos de distintos centros de investigación, avanza en el conocimiento de los ritos funerarios que tuvieron lugar a partir del Neolítico.

En este trabajo que se acaba de publicar en la revista PLoS ONE, se documenta cómo las sociedades prehistóricas modificaron huesos humanos para hacer uso de ellos.

Para ello, se analizaron más de 400 restos, tanto de personas adultas como de jóvenes, provenientes de la cueva de los Mármoles, en Priego de Córdoba, y conservados en el Museo Arqueológico de la localidad.

Gracias a moldes creados con una buena resolución, y estudiados con microscopio electrónico, el equipo investigador pudo observar que muchas de las marcas de algunos huesos son compatibles con un proceso de limpieza, a fin de emplear los restos óseos como herramientas y, en principio, no provenientes del consumo. 

Como explica Martínez Sánchez, establecer que las marcas de los huesos corresponden a un uso (herramientas) u otro (alimentación) es difícil, sobre todo porque, al quedar depositados en la superficie de la cueva y no enterrados, estos restos pueden haber sufrido otro tipo de eventuales modificaciones tafonómicas (por animales o pisoteo, por ejemplo) con el paso de los años.

Sin embargo, la investigación no ve necesariamente compatibles las marcas de los huesos con la obtención de las partes blandas para el consumo, y sí con un proceso más cuidado de limpieza para un uso instrumental.

Así, han encontrado un peroné con el extremo amputado, una tibia modificada o un cráneo recortado, reservando la bóveda craneal.

A esto se añade que la datación por carbono 14 de 12 restos ha ofrecido tres periodos de uso funerario en la cueva de los Mármoles: en el 3 800 a. C., en el 2 500 a. C. y en torno al 1 300 o 1 400 a. C.

El primero de estos periodos, que corresponde al Neolítico, coincide con la generalización del uso de los dólmenes, concebidos para albergar enterramientos colectivos.

Por tanto, se trata de una época en la que confluye un mayor desvelo por los antepasados.

Esta coincidencia entre el primer periodo de enterramiento de la cueva de los Mármoles con el inicio del Megalitismo, junto con el hecho de que las marcas de los huesos no parezcan compatibles con el consumo, refuerza la idea del grupo de investigación de que se trata de una gestión de limpieza con la que preparar los restos humanos y que puedan ser usados como instrumento en un momento dado.

Como sostiene Martínez Sánchez, “parece que hay una idea de agrupar a los muertos en un mismo sitio, limpiar los restos y utilizar los huesos como instrumento, quizás relacionados con algún tipo de ritual realizado en el interior de la cavidad”. 

Con esta investigación el equipo ha conseguido determinar una manipulación de restos óseos muy probablemente no vinculados al consumo, sino a factores más complejos. Así, parece que los huesos se emplearon para aspectos rituales y culturales posteriores al hecho del depósito.

Y estas actividades tienen una gran proyección temporal, ya que abarcan desde el final del Neolítico hasta la Edad de Bronce, una época “en la que no esperábamos que siguieran depositándose cuerpos en esta cueva”, concluye el investigador. 

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