Detectado un caso de tumor craneal de época romana en la península ibérica

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Un equipo multidisciplinar del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) publica un artículo sobre un meningioma (tumor craneal) de época romana en la península ibérica, en la revista Virtual Archaeology Review.

El hallazgo de los restos, junto con la presencia de signos de traumatismos craneales en el mismo individuo, aportan nuevos datos sobre la salud de las poblaciones del pasado.

El cráneo fue descubierto durante una expedición espeleológica en la Sima de Marcenejas, ubicada en Lastras de Teza, Burgos, gracias a la colaboración de varios grupos espeleológicos (Gaem, Takomano, Geoda, Flash y A.E.Get).

Tras su recuperación, los restos óseos se trasladaron al CENIEH, donde se sometieron a un minucioso proceso por el equipo del Laboratorio de Conservación y Restauración.

Así, el cráneo pudo atribuirse a un individuo masculino adulto que vivió en los últimos siglos del Imperio Romano.

El objetivo principal ha sido comprender las posibles enfermedades que afectaron a esta persona en vida.

Para lograrlo, se utilizaron tecnologías de vanguardia, como la microtomografía computarizada (MicroCT), que ha permitido obtener cientos de imágenes radiográficas para crear un modelo tridimensional y visualizar en detalle el interior del cráneo.

Autopsia virtual

En esencia, la microtomografía computarizada permite llevar a cabo una especie de “autopsia virtual” en el individuo, que reveló la presencia de cuatro lesiones craneales, todas ellas de origen ante mortem, es decir, heridas que presentaban evidencias de procesos de curación, lo que indicaba que estas lesiones se produjeron durante la vida del individuo.

De las cuatro lesiones que se identificaron, tres de ellas se localizan en el exterior del cráneo, y muestran evidencias compatibles con lesiones producidas intencionadamente.

Esto se debe a su ubicación en la parte superior de la cabeza, que no es típica en lesiones causadas por accidentes, tales como caídas.

Además, dos de estos traumatismos muestran características consistentes con heridas infligidas por objetos afilados y contundentes.

En consecuencia, se plantea la posibilidad de que estas lesiones sean resultado de actos violentos que intentaron acabar con la vida de este individuo.

Lesión intracraneal

La cuarta lesión está localizada en el interior del cráneo. Esta lesión se caracteriza por ser una depresión de morfología circular, la cual había eliminado parte del hueso donde se encontraba alojada.

Tras realizar un análisis de sus características y una exhaustiva comparativa con diversas patologías, como infecciones, enfermedades metabólicas, genéticas o neoplasias, se llegó a la conclusión de que esta lesión probablemente fue causada por un tumor en el interior del cráneo, un posible meningioma.

Este representa el primer caso de esta afección descubierta para esa época en la península ibérica, una región con escasos registros de estos tumores en la Antigüedad.

“Lo interesante de este hallazgo es que ofrece una ventana a la

salud de las poblaciones del pasado, planteándonos preguntas fundamentales sobre la capacidad de supervivencia de los individuos a estas afecciones y su calidad de vida al sufrir estas enfermedades”, afirma Daniel Rodríguez-Iglesias, primer autor del artículo, en el que también han participado Ana Pantoja-Pérez, Nohemi Sala y Pilar Fernández-Colón, así como los investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Manuel Alcaraz-Castaño, y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Adrián Pablos.

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