El nazismo y la quema de libros

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Imagen histórica de la quema de libros realizada por los nazis en 1933.
Imagen histórica de la quema de libros realizada por los nazis en 1933.

El periodista Volker Weidermann ha recuperado y recopilado en la obra “El libro de los libros quemados”, las biografías de 131 autores incluidos en las listas negras nazis.

Los nazis, primeramente, perseguían los libros tanto de judíos vivos como muertos, como es el caso de Heine. Los estudiantes nazis justificaron la quema alegando que si un judío escribía en alemán estaba mintiendo, y que deberían limitarse a escribir en su idioma, el hebreo.

Heinrich Heine, judío que había muerto en París en 1856, era odiado por los nazis, quienes estaban deseosos de eliminarle de todas las bibliotecas. Este autor es conocido por su frase histórica que se repite siempre en este día para recordar los acontecimientos sucedidos: “Donde se queman libros se terminan quemando también personas”.

En segundo lugar se perseguían obras y autores pacifistas como Erich Maria Remarque y Arnold Zweig, que aparecieron sin duda en las primeras listas. Además, eran autores que los nazis vinculaban con el socialismo y el comunismo, como también lo fueron AnnaSeghers o Heinrich Mann.

Por último y en tercer lugar, se persiguieron todas las obras de autores extrajeros, como Ernest Hemingway, John Dos Passos y Máximo Gorki.

Sin embargo, la lista de Weidermann está incompleta: cabe mencionar a Walter Benjamin, que fue perseguido hasta su suicidio, cuando no logró entrar a España en su huída de las SS.

También habría que destacar a Thomas Mann, quien al inicio no estaba convencido de querer colaborar con su hijo Klaus en la revista “Die Sammlung”, en donde se recogían textos de escritores emigrantes. Unos años después, Mann finalmente se alió con la resistencia a la quema y persecución acompañando a sus hijos y a su hermano, el antes mencionado Heinrich Mann, convirtiéndose en una figura importante de la oposición intelectual al nacionalsocialismo.

Las dudas de Mann y su actitud vacilante nos advierte que muchos autores de la época no decidieron formar parte de la resistencia, sino que optaron por apoyar la causa nazi, respaldándola abiertamente.

Para finalizar os dejamos un dato curioso: los escritores soviéticos cuyas obras fueron lanzadas a la hoguera, fueron también perseguidos anteriormente por los estalinistas. El claro ejemplo es Isaak Babel, fusilado en la cárcel de este régimen en Butyrka, en 1940.

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