Encuentran indicios de los primeros habitantes de Quito, Ecuador

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Arqueólogos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, encontraron evidencias de la ocupación sedentaria más antigua hasta ahora conocida en Quito, entre el 4.400 y el 1.600 a.C., en el sector de El Condado, al noroeste de la capital.

En el 2011, Criminalística se contactó con la arqueóloga María Fernanda Ugalde tras el hallazgo fortuito de entierros humanos. El dueño del terreno, quien estaba construyendo una casa, pensó que se trataba de una fosa común y por ello lo denunció a la Policía. Después de la excavación de rescate de los bienes arqueológicos, la construcción se reanudó.

En esa excavación, que fue financiada por el en ese entonces todavía existente SOS Patrimonio del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), y se hallaron 18 osamentas en un espacio pequeño.

En todo Quito y sus alrededores, nunca se había excavado un cementerio precerámico. Era una novedad. Estaba claro que es el cementerio más antiguo de Quito. Eso se confirmó con los análisis de carbono 14: 1 600 años a.C. Con esa fecha, se convierten en los primeros quiteños de los que tenemos conocimiento hasta el momento”, comentó Ugalde.

Un análisis de isótopos estables reveló que estos grupos comían maíz en pequeñas cantidades y que compartían la comida, debido a la similitud de valores encontrado en todas las personas del grupo. Por la importancia del hallazgo, la investigadora buscó fondos para realizar nuevas exploraciones en terrenos aledaños.

El Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) apoyó y financió la segunda y tercera etapas. En el 2013 se realizó la segunda excavación en donde se desenterró otra parte del cementerio. Además, cerca de una quebrada cercana (importante por el acceso al agua), se encontró un sitio donde se estaba trabajando la obsidiana.

El arqueólogo Eric Dyrdahl se unió al proyecto en el 2014, primero para hacer análisis con la técnica de fluorescencia de rayos X, con la que se identificó la fuente de la obsidiana. A unos 40 km al este de Quito, en la zona de Papallacta, hay minas de este material.

No se conoce la forma de obtención de obsidiana, pero existen dos alternativas. La primera plantea el intercambio entre un grupo cercano a las minas y Rancho Bajo. La segunda opción es que la gente de Rancho Bajo iba a la fuente y transportaba el material. “El intercambio es más probable”, de acuerdo con Dyrdahl.

Uno de los hallazgos más importantes es el de semillas carbonizadas, de 5.000 y 5.300 años de antigüedad. Estas son indicios de domesticación de plantas en fechas muy tempranas para la zona. “Bastante antes del cementerio había una población que probablemente estaba usando plantas domesticadas”, explica Ugalde.

Después se hizo análisis microbotánicos a herramientas de obsidiana y andesita, que revelaron una paleta de cinco productos: calabaza, oca, melloco, fréjol y -probablemente- maíz.

La evidencia más antigua es de hace 6.400 años. Antes de estas investigaciones, se pensaba que la ocupación más temprana de Quito era la de Cotocollao, que habitó del 1.500 al 500 a.C. y que tenía agricultura y cerámica.

Se creía también que la llegada de la agricultura a la Sierra fue más tardía, pero con estos hallazgos se comprobó que las fechas se acercan a lo que pasaba en la Costa: 7.000 años a.C., los habitantes de la cultura Las Vegas, en Santa Elena, ya estaban domesticando plantas. Esta es la fecha más temprana de agricultura en Ecuador de la que se tiene evidencia.

“Siempre han existido problemas en la Sierra para encontrar sitios con evidencia temprana. Debido a la actividad volcánica, los vestigios están enterrados debajo de metros de escombros”, dice Dyrdahl, quien se unió a las excavaciones de la tercera etapa, el 2018. La importancia de este hallazgo es la posibilidad de entender la cronología de la ocupación de Quito.

“Teníamos este hueco de tiempo entre las evidencias que están en el Ilaló, en la zona que llamamos El Inga (cazadores recolectores del 10.000 a.C.), y los grupos del Formativo, que llamamos Cotocollao”, apunta el investigador.

Ugalde publicó la investigación en la revista Arqueología Iberoamericana, bajo el título ‘Rancho Bajo: primeras evidencias del precerámico terminal en Quito’.

El siguiente paso es realizar nuevas excavaciones en terrenos cercanos, con el fin de encontrar casas, pues Ugalde y Dyrdahl están seguros de que se trata de una población sedentaria.

Los arqueólogos, además, están escribiendo un libro en conjunto con toda la información sobre estos hallazgos, pues a lo largo de estos años se han realizado diferentes trabajos interdisciplinarios. Se tiene planificado publicarlo el 2020.

Vía: Puce

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