La errónea concepción de que el vino romano tenía una calidad muy inferior al de la actualidad, y que su mal sabor debía cubrirse con hierbas, especias junto a otros ingredientes, ha sido cuestionada por una reciente investigación, que ha utilizado las vasijas de barro como punto de partida del análisis, demostrando que los romanos tenían un alto control en la creación de sus vinos.
Las dolias o tinajas en que se fermentaba el vino romano es la principal causa del cambio de sabor, algo que le confiere sabores particulares ya que la naturaleza porosa del barro, permite que el líquido se nutra del oxígeno.
Los romanos conocían el procedimiento para manipular la naturaleza del vino, enterrando las tinajas para controlar la temperatura, o utilizando vasos con determinadas formas para resaltar el sabor.
Los vinos de naranja que por su color recuerdan a la fruta cítrica, también se analizaron bajo la técnica de las dolias de barro, encontrando que a diferencia de la fabricación moderna, el vino claro de la antigüedad se maceraba con los restos sólidos de la uva.