Una encuesta lanzada por la Ludwig-Maximilians-Universitaet (LMU) de Múnich y la RAND Corporation de Santa Monica (California) señala que los ancianos en cuya infancia infancia sufrieron los traumas de la Segunda Guerra Mundial son más proclives a contraer algunas enfermedades psíquicas y físicas.
La Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias humanas devastadoras, llevándose consigo directa o indirectamente a un 3% de la población mundial, entre 62 y 78 millones de personas. Muertos en el campo de batalla, durante los bombardeos, o en los campos de concentración, la mitad de estos caídos eran ciudadanos de a pie. Por otra parte, muchos de los supervivientes aún viven para contar las traumáticas experiencias que sufrieron de 1939 a 1945.
Aunque ahora ancianos, la mayoría de ellos padecieron los sufrimientos de la guerra siendo niños. Fueron testigos de las más duras atrocidades y vivieron durante años en un entorno en el que la violencia y la destrucción estaban a la orden del día. ¿Cómo afectan estas memorias, estos recuerdos de episodios de bombardeos, hambre, desplazamientos y desolación, a sus vidas en la actualidad?
El estudio epidemiológico ha concluido que estas personas son más proclives a padecer problemas de salud física y mental, sobre todo aquellos cuyas naciones y pueblos se vieron más afectados por las desavenencias de la guerra. Son estadísticamente más propensos a padecer depresión, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Así mismo, en algunos casos, al tratarse de personas con una educación deficiente a causa de la interrupción bélica, son tendentes a sentirse insatisfechos con sus vidas.
A pesar de que parece lógico que sea más probable que estas personas, que han sufrido períodos continuados de malnutrición y todo tipo de vivencias extremas en su infancia, padezcan enfermedades como la depresión o la diabetes, el director del estudio el profesor Joachim Winter señala que con él se ha podido medir y cuantificar el efecto de estas consecuencias a largo plazo.
Sorprendentemente, estas consecuencias permanentes y de larga duración son hacen mucho más patentes entre aquellos que pertenecieron a las clases medias y luego tuvieron que sobrellevar una dura vida para recuperar su estatus.
Winter ha comentado que «a tenor del alcance de los daños físicos que ha provocado la Segunda Guerra Mundial y su relevancia para el desarrollo político y económico de Europa, nuestro conocimiento de sus impactos a largo plazo entre aquellos que estuvieron expuestos a ella debe considerarse relativamente modesto».