Restauración de un sarcófago egipcio de hace 4.000 años lo salva de un extraño brote

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Manuel Álvarez Esteban
Romántico, en el sentido artístico de la palabra. En mi adolescencia tanto familiares como amigos me recordaban una y otra vez que era un humanista empedernido, pues pasaba el rato haciendo lo que quizás otros no tanto, creyéndome Bécquer, inmerso en mis propias fantasías artísticas, en libros y películas, deseando constantemente viajar y explorar mundo, admirado por mi pasado histórico y por las maravillosas producciones del ser humano. Por ello decidí estudiar Historia y simultanear con Historia del Arte, porque me parecía la manera más adecuada de llevar a cabo las habilidades y pasiones que me caracterizan: leer, escribir, viajar, investigar, conocer, dar a conocer, educar. La divulgación es otra de mis motivaciones, pues entiendo que no hay palabra que tenga valor real si no es porque haya sido transmitida con eficacia. Y con ello, tengo la determinación de que todo lo que haga en mi vida tenga un fin didáctico.
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La restauradora Tracy Seddon trabaja en la decoración del sarcófago. Crédito Museo Warrington

El Museo Warrington (Inglaterra) planea exhibir a principios de abril el sarcófago de Pa-ikh-mennu, un sacerdote que trabajó en el templo de Amón de Luxor (actual Tebas) hace entre 3.000 y 4.000 años. El evento ha requerido la previa restauración y limpieza del recipiente funerario, pues un extraño brote en forma de cristal que creció en la superficie hizo peligrar su policromía.

Los Museos Nacionales de Liverpool se encargaron del tratamiento adecuado para dejar la pieza lista y limpia de agentes. Al parecer, las zonas sobre las que se realizaron restauraciones hace 30 y 40 años en el sarcófago son en las que ha aparecido este extraño brote, que hacía que la pintura se resquebrajara y se cayera.

Según ha informado el conservador Tracey Seddon, «afortunadamente, la pintura del Antiguo Egipto era abundante, pero la ‘descomposición’ estaba desfigurando el sarcófago y amenazaba con dañar el trabajo artístico de los antiguos artesanos».

La restauración ha resultado ser todo un éxito. Se han eliminado esos insólitos cristales, se ha aplicado adhesivo especial para fijar firmemente la pintura a la superficie y se han eliminado las capas de pintura en peores condiciones.

Las áreas afectadas se han cubierto con pintura reforzada con un aglutinante fino que previene de la aparición de fisuras en el futuro, pero las zonas en las que irremediablemente  la pintura se ha perdido no se han repintado para evitar confundir tanto a los visitantes como a los académicos.

Se sabe que el sarcófago, aunque se conoce como el «ataúd de mamá» por su apariencia femenina, contuvo en su interior a un varón, el sacerdote ya nombrado Pa-ikh-mennu. Está confeccionado con madera, posiblemente reciclada de un sarcófago anterior, pues la madera de buena calidad escaseaba en Egipto. Fue transferido al museo en 1905, como un regalo de la Sociedad de Exploración de Egipto.

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