Biografía de David Hume, el empirista escocés

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

El Siglo de las Luces nos dejó grandes pensadores y filósofos. Uno de los más reconocidos fue David Hume, filósofo, economista e historiador escocés que dejó su huella hasta nuestro tiempo.

Sus obras sobre el empirismo y la religión causaron un gran revuelo en su tiempo, hasta el punto de que fue acusado en numerosas ocasiones de ser un hereje.

Nació el 7 de mayo de 1711 en Edimburgo y desde siempre estuvo interesado en estudiar y aprender más sobre las cosas que le rodeaban. Es así como inició su aprendizaje completamente autodidacta en una etapa que duraría hasta que cumpliera 24 años.

En 1734, tras estar unos meses en Bristol, Hume decidió acudir a la universidad, así que se trasladó a La Flèche (Francia) y cursó los estudios de Derecho.

Obras de David Hume

Tras su paso por Francia, Hume partió hacia Londres. Allí decidió escribir la obra por la que hoy en día se le conoce mundialmente, el “Tratado sobre la naturaleza humana”. Fue publicado en 1739 pero no tuvo demasiado éxito entre sus contemporáneos.

No obstante, el filósofo no se vino abajo y redactó sus “Ensayos morales y políticos” en 1741. Esta última publicación orientó su obra en una doble dirección.

Por un lado, presentaba una teoría empírica de conocimiento pero, por otro, la usaba a su vez como base para postular una teoría utilitarista de la vida social y política.

Hume desarrolló ambas ideas en “Ensayos sobre el entendimiento humano” en 1748, en “Investigación sobre los principios de la moral” en 1751 y en “Disertaciones políticas” en 1752.

Siendo conservador de una biblioteca de Edimburgo, trabajo que ostentaría de 1752 a 1769, escribió una gran obra llamada “Historia de Inglaterra” y unos “Diálogos sobre la religión natural”.

Ambos textos le supusieron una gran fama pero también una acusación de herejía por parte de las iglesias de Escocia. Aunque fue absuelto, Hume no consiguió la cátedra de filosofía a la que optaba en la Universidad de Glasgow.

Sin embargo, el carácter alegre y optimista que tenía hizo que siguiera disfrutando de su puesto como bibliotecario, ya que tenía acceso a gran cantidad de libros y, por tanto, podía realizar innumerables investigaciones históricas.

Hume y los enciclopedistas

En 1763, Hume consiguió trabajar como secretario de Lord Hertford, embajador en París. Como es lógico, frecuentó los salones, alternó con los enciclopedistas y mantuvo una relación amistosa con Jean Jacques Rousseau, aunque pronto surgieron divergencias entre ambos.

Voltaire sentía una gran admiración por Hume pero, aun así, el filósofo escocés volvió a Londres y desempeñó el cargo de subsecretario de Estado entre 1767 y 1769.

A partir de 1768, ya cansado de los viajes, regresó a su Edimburgo natal. Tan solo dos años después de su regreso, un hecho completamente aislado hizo que fuera reconocido y valorado por sus contemporáneos.

Immanuel Kant declaró que los trabajos de Hume le habían “despertado sueños dogmáticos”. Esto hizo que los pensadores de la época leyesen las obras del filósofo escocés.

Durante cuatro años, Hume estuvo disfrutando de este éxito que le reconocían los intelectuales de su época.

Finalmente, el 25 de agosto de 1776, falleció en su casa de Edimburgo a la edad de 65 años, dejando tras de sí un legado filosófico e intelectual que influiría de forma determinante sobre las generaciones posteriores.

El empirismo de David Hume

El empirismo que Hume utiliza tanto en sus obras como en su mentalidad procede del método aplicado en su Tratado, que lleva a la observación del hecho de que la certeza de los conocimientos es resultado de la invariabilidad de las operaciones mentales desarrolladas en el acto de conocer.

Para el filósofo escocés, todas las ideas humanas nacen de las sensaciones y de sus asociaciones, mientras que el resto, es decir, Dios, la casualidad y la realidad del mundo exterior, tan sólo es creencia. Por tanto, establece que no hay ni verdad absoluta, ni moral absoluta.

Partiendo de estos postulados, Hume no se plantea ningún problema de legitimidad política, puesto que tanto el gobierno y el estado, como las conveniencias sociales, solo son “convenciones útiles como ficción”.

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