Críticas y defensas del Mercantilismo

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Marcelo Ferrando Castro
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La crítica de la doctrina y la política mercantilista fue hecha, en forma agresiva, por los liberales del siglo XIX, partiendo de ideas y presupuestos totalmente diferentes a los del mercantilismo.

La teoría económica moderna, especialmente a partir de Keynes, de gran influencia a comienzos del siglo XX, al revisar algunas ideas del pensamiento liberal, en parte rehabilitó aquella doctrina.

Por otro lado, si es cierto que algunas afirmaciones mercantilistas no son totalmente ciertas (lo que no quiere decir que sean falsas), en el orden práctico su aplicación en la época se ajustó en tal forma a la realidad, que lo que pudo ser discutible teóricamente, no lo era tanto en la aplicación de la doctrina.

Por ello es inexplicable la crítica ligera que algunos textos formulan al mercantilismo, sin advertir que no hacen otra coas que repetir críticas liberales de comienzos del siglo XIX y al mismo tiempo ignorar los enfoques del pensamiento económico moderno sobre el problema, enfoques que fueron hechos en gran parte por el liberalismo de nuestros días.

Crítica y defensa al mercantilismo

Carácter metalista

El asimilar riquezas con metales preciosos tenía consecuencias desde el punto de vista de la teoría económica ya que eso significaba afirmar, con razón, que la moneda es el gran motor de la actividad económica. Inyectar una corriente de dinero en un mercado, como pasó en Europa en el siglo XVI, constituye un estímulo al proceso de producción de bienes.

Es éste un aspecto positivo en el pensamiento de la doctrina compartido totalmente por la teoría moderna. La crítica hecha por los liberales a este enfoque era acertada sólo parcialmente:

Lo primero, los liberales partían de la base que el dinero era “neutral” en el proceso productivo, es decir que la existencia de mayor y menor cantidad de dinero no estimulaba la producción, simplemente afectaba los precios, elevándolos o reduciéndolos según la cantidad de moneda circulando.

Hoy, sabemos que poner mayor cantidad de dinero en mano de los consumidores estimula la demanda que se volcará sobre la producción y la estimulará a su vez, es decir, obligará a elevar la oferta.

Ese dinero es puesto a disposición de los empresarios, éstos incrementarán el proceso productivo, ocuparán mas obreros y empleados, distribuirán más salarios y éstos se transformarán en demanda que exigirá mayor oferta, y así sucesivamente.

Esto significa, como asegura Jean Marchal, razonar como si la nación fuera un particular, afirmando que cuanto más dinero tiene una persona, más rica es (cuanto más dinero tiene una nación más rica es).En realidad el problema es más complejo ya que la moneda tiene distintas funciones, siendo cierto el criterio mercantilista para alguna de ellas y falso para otras.

En efecto, la moneda es:

a) Tasadora de valor: por lo cual elevamos los bienes a valor de ella.
b) Reserva de valor: por lo cual nos es posible atesorarla y acumularla.
c) El instrumento de cambio: aquí es donde difieren el punto de vista particular con el de la nación: la economía nacional debe tener circulando en su mercado interno, no la mayor cantidad de dinero posible, sino una cantidad adecuada en proporción a la cantidad de transacciones que se realizan en el mercado nacional.
Está al servicio de la cantidad de transacciones que ofertantes y demandantes tienen necesidad de realizar.

Sin embargo, este riesgo que puede ser cierto en la época moderna, en la época del mercantilismo era mínima por dos razones:

  1. Porque el papel moneda no existía, comenzando a difundirse a fines del siglo XVII por lo que la posibilidad de ampliar la moneda circulante es muy reducida.
  2. Porque la producción de oro y plata en el mundo es relativamente estable al punto que un gramo de oro se cambió por catorce o quince gramos de plata desde la época de los persas hasta fines del siglo XIX.
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