Malasia, Myanmar (Birmania), Camboya, Tailandia, Laos y Vietnam fueron la base que constituyó el enigmático Imperio Jemer.
Su origen fue fundamentado a través de la discrepancia entre el tributo del Sudeste Asiático, quienes en el siglo I se encontraban lideradas por la figura responsable de la dirección del pueblo, quienes impartían justicia y tenían el control militar.
Las tribus, con el pasar del tiempo, se establecieron en un conjunto superior de pueblos que dieron origen a dos reinos conocidos como Funán y Chenlá.
Con intereses geopolíticos, Indonesia decide invadir el sudoeste asiático. Los reinos Funán y Chenlá optan por unir fuerzas para expulsar a los invasores.
Sin embargo, no fue hasta que ascendió Jayavarman II, la mente que dio por origen el Imperio Jemer y quien se crió en la corte Silaendra en Java donde adquirió una considerable cantidad de conocimientos, que se erigió el poderoso Imperio Jemer.
Influenciado por la cultura de India, Jayavarman II decidió imponer costumbres, arquitecturas y creencias similares. Su reino perduró hasta después de su muerte, encargándose su hijo – Indravarman I- de la sucesión.
Los historiadores no han podido encontrar mucha información relacionada al reinado de Jayavarman II, principalmente dentro la política, economía, religión, arquitectura y demás detalles que pudiesen dar a comprender la forma en que se estructuró su gobierno de manera explícita, sin necesidad de caer en generalizaciones claves del hinduismo.

El reinado de Indravarman I ha demostrado, arqueológicamente, la existencia de un modelo de gobierno expansivo en el Imperio Jemer. El cauce del río Roulos se aprovechó a través del embalse Indratataka dentro de su régimen, y de igual forma, amplió la extensión territorial.
La dinastía de Jayavarman fue muy corta, pues finalizó tras la muerte de su hijo luego de que se desencadenara una lucha sucesoria, sustituyendo el linaje por los Mahipativarman. En esta nueva dinastía se edificaron ciudades, se realizaron obras civiles y embalses de tamaño considerable.
Con el pasar del tiempo, el gobierno fue establecido por distintos reyes quienes llevaron al reino por un proceso de unificación y restitución que implicó la mezcla de distintas culturas. Asimismo, se impulsaron ciertas áreas que favorecieron el crecimiento y desarrollo de características de interés para la población.
El Imperio Jemer ha estado sumergido en el hermetismo. Se carece de muestras de material arquitectónico que favorezca la reconstrucción de las impresionantes ruinas que nos han quedado, como Angkor Wat, donde se plantee, objetivamente, el resultado del desarrollo.
Existen hipótesis que direccionan la decadencia del imperio, suponiendo que fueron épocas de sucesivas hambrunas que debilitaron la economía, dejándolos susceptibles a ataques de otros reinos interesados en su posición geográfica.
El proceso de decadencia fue sellado tras la absorción del imperio por parte de los mongoles, quienes estuvieron recorriendo la mayor parte de Asia.
La ciudad de Angkor, que por mucho tiempo fue la muestra más sublime del Imperio Jemmer, quedó deshabitada hasta llegar al olvido.
Los mojes budistas fueron los únicos en negarse a abandonarla. Con el pasar del tiempo fue el acrecentamiento de la selva quien se cobró sus templos, construcciones y el pilar de la civilización.