Pedro Pablo Rubens fue artista con una gran personalidad polifacética, considerando que poseía una amplia cultura, desde su dominio en varias lenguas, hasta sus grandes conocimientos políticos y diplomáticos. Generó grandes cambios históricos en la pintura al introducir un estilo nunca visto antes de él: la pintura barroca.
Vida de Pedro Pablo Rubens
Rubens nació bajo el nombre de Pedro Pablo, en el Sacro Imperio Romano Germánico, más concretamente en Siegen, actualmente Alemania, el 28 de junio de 1577, y falleció en la actual Bélgica (Amber, Flandes para ese entonces) el 30 de mayo de 1640, a los 62 años de edad.
Fue un pintor de la escuela flamenca, y de los mayores genios de la pintura barroca, quien además llegó a producir más de dos mil obra, siendo así uno de los artistas más prolíficos de la historia del arte. Su obra fue, es y seguirá siendo una inagotable fuente de recursos compositivos, así como el uso de la luz y el color para cualquier pintor.
Familia
Pedro Pablo Rubens nació en el ceno de una familia con buena situación económica, lo que le permitió tener una muy buena educación. Su padre fue Jan Rubens, un abogado notable que estudió en universidades tales como en Padua, Lovaina y Roma. Tuvo el cargo de regidor del ayuntamiento de su lugar de origen, Amberes, donde además se casó con la madre del artista, Maria Pypelinckx.
Se dice que ambos padres practicaban el catolicismo, pero en medio de la represión generada por Felipe II contra los calvinistas, ambos tuvieron que exiliarse, junto a sus cuatro hijos, a Colonia, ciudad alemana. Muy pronto, el padre de Pedro Pablo iría preso por haber sido amante de una mujer casada, la princesa Ana de Soja.
Sin embargo, Maria Pypelinckx haría todo lo necesario, pagando una alta multa, para liberar a su esposo adúltero. Fue para ese entonces que nacieran dos hijos más de esta pareja, en tierras alemanas nacería Philip en 1573, y el artista Pedro Pablo en 1577. Un año después, tuvo un indulto su padre, permitiéndoles regresar a Colonia donde sus últimos dos hijos estudiarían en un colegio de jesuitas.
En 1588 falleció su padre, por lo que su madre decidiría volver a Amberes, donde el artista estudiaría en la Escuela Latina de Rombaut Verdonck, donde se envolvería de grandes conocimientos sobre latinos y griegos.
Vocación que inició por una posible obligación
Tras la muerte de Jan Rubens, el padre del artista, la situación económica ya no era la mejor para la familia. Tanto Philip, como Peter Paul (también así era llamado el artista), tuvieron que trabajar. Mientras Philip logró conseguir un trabajo como bibliotecario, el artista logró entrar como paje al servicio de la condesa Margarita de Ligne d’Aremberg, quien era viuda de Felipe de Lalaing.
Aunque pocos meses estuvo con la condesa, fue suficiente para aprender todo el protocolo y las costumbres cortesanas. Más adelante, gracias a las quejas de Rubens por un trabajo que no le gustaba, su madre lo inscribió como aprendiz en el taller del paisajista Tobias Verhaecht.
A presar de que se desconocen las razones por las que su madre tomó tal decisión, bien sea por la necesidad de un empleo o porque realmente le gustaba o no a Rubens, lo cierto es que sí pudo haber sido el inicio de una larga carrera como artista.
Con Verhaecht, Rubens estuvo tan solo un año, continuando tal aprendizaje artístico con Adam van Noort, con quién estuvo tres años, hasta 1594. Su siguiente maestro sería Octavio Veanius, hasta 1598. No siguió más, debido que ya con 21 años logró presentarse ante la corporación (guilda) de San Lucas de Amberes un examen que lo habilitó para comenzar a trabajar como artista independiente.
Primeros pasos como artista independiente
La primera versión de su tema recurrente Adán y Eva, datan desde sus inicios como artista independiente. El 9 de mayo de 1600 Rubens emprende un viaje con la intención de profundizar aún más sobre las obras del Renacimiento, así como de la escuela clásica.
El primer destino del artista fue Venecia. Allí conoció una familia para la que Tiziano trabajó, especialmente al duque Mantua, Vicenzo Gonzaga. Desde entonces, el artista estuvo vinculado a la corte Mantua, por al menos nueve años. Un año después de su viaje, en 1601, viajó a Roma donde se reencuentra con su hermano Philip.
En este viaje conoce y se impregna del trabajo de Caravaggio, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo da Vinci y principalmente Tiziano, a quien consideraba su mentor, los cuales serían de gran influencia para él. Para esta época el artista realiza La exaltación de la cruz por santa Elena, La coronación de espinas y La erección de la cruz, culminadas en 1602.
El mundo convulso en medio del arte
Para 1602 Rubens ya vivía en Mantua, y aunque el duque no le generaba grandes encargos, un año después le encomendó una tarea que le ayudaría a ampliar su experiencia como artista. Debía viajar a España en una misión diplomática, aunque esto le ayudó a conseguir nuevos clientes, manteniendo una más amplia visión europea.
Es necesario recalcar que Europa vivía una división que iba desde la espiritualidad, y la intelectualidad. Mientras el catolicismo se encontraba en una crisis perdiendo el monopolio del cristianismo, en las ciencias se encontraban Galileo y Kepler cuestionando el conocimiento, todo esto mientras el imperio español se encontraba debilitándose.
Todo este entorno sociocultural no podía estar separado de las artes; fueron diversos hechos que ayudaron al nacimiento del estilo barroco, siendo una suerte de respuesta ante un siglo tan convulso y agitado. Entorno a ello, Rubens desarrolló su arte, de la mano con su condición de diplomático.
Asimismo, viajó no solo a España, sino a Italia, Inglaterra, Holanda y Francia, sin dejar de lado sus amplios conocimientos en torno a la geografía, historia, arqueología, filosofía, ciencias y poesía, que anexaron elementos a su creación plástica.
Rubens y el regreso a Roma
Rubens regresó a Roma en 1605, donde realizó dos versiones de la Virgen venerada por ángeles y santos, más adelante, la Adoración de los pastores para la iglesia de San Felipe Neri, Paisaje con el naufragio de Eneas y Hero y Leandro, la cual tiempo después le pertenecería a Rembrandt, recién nacido en ese entonces.
Más adelante viajó a Génova, donde también seguiría realizando, especialmente retratos. Algunos cuadros de esta época, como San Jorge luchando con el dragón en 1607, ya comienza a evidenciarse el dinamismo que le caracteriza, así como las diagonales propias del barroco.
Fama internacional de Rubens
Rubens viajó a París en 1622, donde María de Médicis le encargó dos series que representara la vida de ella y su fallecido esposo, Enrique IV, con la finalidad de decorar el palacio de Luxemburgo.
Dos años después, diseñó El triunfo de la eucaristía, el cual constó en una serie de tapices para el Convento de las Descalzas Reales de Madrid, donde se encuentran hoy día los cartones originales.
Durante esta misma década realizó una serie de cuadros relacionados a la mitología, donde comienza generarle protagonismo a la figura femenina, con una detallada belleza determinada en la época centroeuropea. Algunos de ellos son El rapto de Europa, Diana y Calixto, Venus y Cupido, y otra versión de Adán y Eva.
Tras tanto trabajo que mantenía constantemente su agenda ocupada, tuvo que detenerse por haber contraído una epidemia de peste que para 1626 azotó Amberes, lo que llevaría a establecerse en una casa de campo en Laeken con su familia, donde su esposa Isabella Brandt (con quién se había casado en 1609 y tuvo tres hijos de los que solo dos sobrevivieron) fallecería en 1626.
Nuevos rumbos de Rubens
Luego de la muerte de su esposa, jamás dejó de realizar diversas tareas diplomáticas. A pesar de diversos encargos entorno a ello, viajó a Madrid en 1628 con tales fines, donde conoció a Diego Velázquez. En este viaje trabajó incansablemente, al menos 50 obras realizó allí, entre retratos ecuestres de Felipe II y Felipe IV, entre otros.
En 1629 Felipe IV le otorgó el título de caballero, así como secretario del Consejo de Flandes, viajando prontamente a Londres, donde realizó San Jorge liberando a la princesa. Estuvo tan solo diez meses, donde jamás dejó de pintar, a medida que ejecutaba sus tareas diplomáticas; fue siempre una personalidad muy ocupada.
Hélène Fourment
Hélène Fourment era una jóven de 16 años de edad con un padre comerciante de telas bien posicionado. Rubens se interesó en ella, casándose el seis de diciembre de 1630. Pese a la diferencia de edad, la felicidad de la pareja se mantuvo presente, siendo ella, desde entonces, su modelo predilecta.
De este matrimonio nacieron Clara, Johanna, Frans, Isabella Hélene, Peter Paul y Constancia Albertina, quién nació después de que su padre, el pintor, falleciera. En este rumbo nuevo que adquirió el artista, nacieron El jardín del amor y La Kermesse, entre otros tantos retratos de sus hijos y su esposa que muestran un aire nuevo en su obra.
Su esposa fue una personalidad importante en su vida, tanto personal, como para el artista, especialmente porque ella es la persona que más retrató. En ellas se puede observar otro mundo, quizás más íntimo, donde destacan pinceladas tan ágiles, como delicadas, claramente se observa en El abrigo de pieles.
Últimas pinceladas de Rubens
Después de Hélène Fourment no cabe dudad de que su vida fue feliz, inmerso en una paz doméstica que le generó la familia que formó con ella. Sin embargo, en sus últimas obras se observa cierta violencia, bastante curioso, especialmente en temas religiosos como El martirio de san Licinio, La crucifixión de san Pedro y El martirio de san Andrés.
A pesar de ello, las últimas pinceladas que realizó el artista fueron sobre un Autorretrato y Andrómeda y Perseo. Esta última quedó por terminar, debido a la artritis y los achaques de gotas que dieron fin a su vida, dos meses antes de cumplir los 63 años, el 30 de mayo de 1640.
Características de la obra de Rubens
Observar una obra de Rubens es indiscutible; podría decirse, como si del cine se tratara, obra de autor; considerando que le representa más allá del evidente barroquismo en ellas. No es para menos considerarlo así, ya que es el padre de este movimiento artístico.
Las siluetas y carnosidad que muestran sus figuras femeninas son, quizás, de lo más representativo en ellas. Además, se deben considerar que era ese el canon de belleza de la época, razón por la que su fama aumentaría en torno a ellas. Así como estas, muchos más elementos caracterizan su obra, tales como los siguientes:
- Dimensiones exuberantes.
- Empleo del claroscuro.
- Líneas diagonales en la composición en abundancia.
- Sensación de movimiento y dinamismo.
- Representación del patetismo y la violencia.
- Representación estatuaria del cuerpo humano.
- Extremidades y torsos musculosos, y hasta deformados debido a los excesos, de los cuerpos humanos.
- Mujeres desnudas, rubias y de carnes abundantes.
- Mujeres con formas redondeadas y piel sonrosada.
Obras más representativas de Rubens
Desde el inicio hemos expresado el gran trabajo pictórico que realizó Rubens, jamás se detenía, siempre estuvo tanto trabajo en exceso, como lo muestra su misma obra pictórica enteramente barroca. Entretanto, ejerció obras de diversos géneros, desde religioso, histórico, mitológico, paisajístico, hasta retratos y autorretratos.
Las tres gracias, 1636 – 1638
Las tres gracias es uno de las obras más famosas del artista. Se trata de un óleo sobre tabla que representa a tres de las hijas de Zeus: Aglae, Eufrosina y Talía; actualmente se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid, España, y mide 221 x 181 centímetros.
Tras la muerte del artista, estuvo a punto de ser destruida por su viuda esposa Hélène Fourment por considerarla impúdica. Afortunadamente, fue rescatada por el Rey Felipe IV de España, quién la compró en la subasta de los bienes del pintor. Más adelante, durante el siglo XVIII, se mantuvo oculta en un depósito por considerarse pecaminosa para Carlos III.
Las tres hijas de Zeus representan la delicadeza, la belleza y la armonía física y espiritual. Junto a las Musas, las tres vivían en el Olimpo, con la misión específica de transmitir alegría estimulando, a su vez, el arte. Como en la mayoría de las representaciones griegas, así como lo hizo Rafael, también Rubens las representó desnudas.
La diferencia entre las representaciones de las tres gracias, es que el artista descartó los prototipos femeninos típicos de sus anteriores representaciones, donde la delgadez era la protagonista. Por el contrario, asumió el canon de belleza de su época con cuerpos generosos, cabellos claros y piel rosada.
Se observan a las tres ocupando casi la totalidad del cuadro, con un luminoso paisaje de fondo que ayudan a inspirar la alegría correspondiente, así como generarle profundidad a la escena. Las tres, con posiciones ligeras, naturales y delicadas abrazándose entre sí, con rostros resplandecientes, sin dejar de lado su delicada pincelada completando los gestos cariñosos entre las tres Gracias.
Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros, 1636 – 1639
Esta es una de las obras de Rubens que más expresa el barroco en todo su esplendor, tanto por el dinamismo y la violencia que refleja, como por su composición. Felipe IV de España posiblemente fue quien encargó la obra, en un momento determinado en el que el taller del artista se encontraba saturado de trabajo, y además la salud de Rubens no era la mejor.
Gracias a este supuesto, se cree que Jan Wildens pudo haber colaborado en realizar el paisaje, mientras los animales los desarrolló Frans Snyders. Otros investigadores afirman que Paul de Vos también participó en su realización. Asimismo, la escena se realizó bajo tres sucesivas diagonales.
Por un lado, en el lateral izquierdo nos encontramos a un sátiro persigue a una de las jóvenes, la única vestida. Mientras tanto, en el centro de la escena, otros personajes, sátiros, atacan a varias ninfas; mientras a la derecha, muchas más mujeres protagonizando el suceso, cada una con actitud diferente.
Entorno a ello, encontramos a animales muertos, armas y ropas en el suelo, mientras Diana se posiciona para defenderse con una lanza, indicando que tras un descanso, fueron atacadas por los sátiros. De esta manera, se observa el gran dinamismo barroco que Rubens empleaba con una libertad compositiva única.