El dios del amor que existía antes del tiempo
¿Quién fue primero: el amor o los dioses? Para los griegos antiguos, la respuesta era clara: Eros, el amor, existía antes que Zeus, antes que los titanes, incluso antes que el cielo y la tierra. No era simplemente un dios del romance, sino la fuerza cósmica primordial que unió el caos inicial y permitió que existiera todo lo demás.
Hesíodo lo llamó «el más bello de los dioses inmortales», pero también «el que quiebra los miembros» y «doma el corazón tanto de dioses como de mortales». Eros era poder puro: irresistible, irracional, necesario.
Pero la mitología griega nunca fue simple. Junto a este Eros primordial y todopoderoso, los griegos también conocían otro Eros: el hijo travieso de Afrodita, el niño alado con arco y flechas que dispara al azar provocando amores imposibles. ¿Cómo puede ser la misma deidad una fuerza cósmica abstracta y un niño juguetón?
Esta contradicción está en el corazón del misterio de Eros. Los griegos nunca resolvieron esta paradoja porque, de alguna manera, ambas versiones capturaban verdades sobre el amor: es tanto la fuerza más fundamental del universo como el impulso más caprichoso e impredecible. En este artículo exploraremos las dos caras de Eros, su papel en la filosofía griega, su representación en el arte y los mitos que lo convirtieron en uno de los dioses más fascinantes del panteón griego.
Eros primordial: la fuerza que creó el universo
Antes de Zeus, antes de los titanes, incluso antes de que existiera el cielo separado de la tierra, estaba Eros. En la cosmogonía griega más antigua, Eros no era un dios antropomórfico con personalidad y biografía, sino un principio fundamental del cosmos: la fuerza de atracción y unión que permitió que el universo ordenado surgiera del caos original.
El Eros de Hesíodo en la Teogonía
Hesíodo, en su Teogonía (siglo VIII a.C.), presenta la genealogía más influyente de los dioses griegos. Entre las primeras entidades que surgen del Caos primordial, Hesíodo enumera a Gea (la Tierra), Tártaro (el abismo) y Eros:
De Caos nacieron Érebo y la negra Noche; de la Noche, a su vez, nacieron Éter y Día… Y también Eros, el más bello entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y de todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.
Hesíodo, Teogonía
Este Eros no tiene padre ni madre. No nace de una unión sexual porque él es la atracción sexual, el deseo, la fuerza que hace posible toda generación. Sin Eros, Gea no podría unirse con Urano para engendrar a los titanes. Sin Eros, el cosmos permanecería estático, sin cambio, sin vida.
Hesíodo lo llama «el que afloja los miembros» (lysimeles), una expresión que captura perfectamente cómo el deseo físico desarma, debilita, hace perder el control racional. Incluso los dioses inmortales sucumben ante esta fuerza. Eros domina «la sensata voluntad» (phrena), venciendo la razón con el impulso irracional del deseo.
Lo crucial es que Hesíodo nunca describe a este Eros con forma humana: es poder puro, no persona. Es el principio que explica por qué las cosas se atraen, se unen, se reproducen. Es la respuesta griega a la pregunta: ¿qué fuerza impulsa la vida?
La versión órfica: nacido del huevo primordial
Los órficos, una tradición religiosa mistérica que competía con la religión olímpica oficial, ofrecieron una cosmogonía alternativa aún más extraña. Según ellos, al principio existía Nix (la Noche), una diosa primordial que puso un huevo de plata en la oscuridad infinita.
De ese huevo nació Eros, también llamado Fanes («el que aparece») o Protogonos («el primogénito»). Este Eros tenía alas doradas y era hermafrodita, conteniendo en sí mismo tanto lo masculino como lo femenino. Cuando rompió el huevo al nacer, las dos mitades de la cáscara se convirtieron en el Cielo (Urano) y la Tierra (Gea).
Esta versión órfica hace de Eros no solo una fuerza, sino el primer ser vivo verdadero, el que da origen a la división entre cielo y tierra, entre arriba y abajo, entre lo masculino y lo femenino. Es el principio de diferenciación que permite que el cosmos se estructure a partir de la unidad primordial.
Los órficos veían a Eros como un dios andrógino porque el amor verdadero trasciende las divisiones de género. Contenía en sí mismo todas las posibilidades de generación. Su hermafroditismo era símbolo de completud cósmica, no de confusión sexual.
Eros como principio cosmogónico
¿Qué significa realmente que Eros sea un «dios primordial»? Significa que los griegos entendían que sin atracción, sin deseo, sin la fuerza que impulsa a las cosas a unirse, el universo no podría existir. El Caos original era precisamente eso: separación absoluta, ausencia de relación. Eros es la fuerza que introduce relación en el cosmos.
Pensemos en ello: los átomos se unen por fuerzas de atracción electromagnética. Las estrellas se forman por atracción gravitacional. Los seres vivos se reproducen por atracción sexual. Cuando Hesíodo coloca a Eros entre las primeras fuerzas cósmicas, está haciendo una afirmación profunda: la atracción no es secundaria a la existencia, sino constitutiva de ella.
Este Eros primordial no tiene templos ni culto porque no es un dios que responda a plegarias. Es una fuerza impersonal como la gravedad. No escucha súplicas. Simplemente es, operando en todos los niveles de la realidad: cósmica, biológica, psicológica.
La filosofía presocrática tomó esta idea seriamente. Empédocles (siglo V a.C.) postuló dos fuerzas fundamentales que gobiernan el universo: Philotes (Amor/Amistad) y Neikos (Odio/Discordia). Para Empédocles, toda la historia del cosmos es la tensión entre estas dos fuerzas: el Amor une los elementos, el Odio los separa. El ciclo es eterno.
Parménides, por su parte, colocó a Eros «el primero de todos los dioses» en el centro del cosmos, gobernando la generación y mezclando todas las cosas. No era solo el dios del amor romántico, sino el principio ontológico que explica por qué hay algo en lugar de nada.
Este Eros filosófico influyó profundamente en Platón, quien lo convirtió en el centro de su teoría del conocimiento: el filósofo es un erastés, un amante, movido por Eros hacia el conocimiento de la Belleza y la Verdad absolutas.
Eros olímpico: el hijo alado de Afrodita
Pero los griegos también conocían otro Eros completamente diferente: el dios menor del amor romántico, hijo de Afrodita, representado como un joven hermoso (y luego como un niño travieso) con alas, arco y flechas. Este Eros tiene personalidad, aparece en historias, tiene relaciones familiares. Es un dios olímpico en algunas versiones, parte de la segunda generación divina, subordinado a su madre Afrodita.

¿Cómo convivían estas dos versiones tan contradictorias? Los griegos simplemente las aceptaban ambas. A veces Eros era la fuerza cósmica primordial; otras veces era el hijo caprichoso de Afrodita. La mitología griega no busca consistencia lógica, sino capturar verdades complejas a través de múltiples narraciones.
Las genealogías contradictorias
Si Eros es hijo de Afrodita, ¿quién es su padre? Las fuentes antiguas ofrecen respuestas incompatibles:
Ares (Marte): la versión más común. Eros sería fruto de la unión entre Afrodita, diosa del amor, y Ares, dios de la guerra. Esta genealogía tiene sentido simbólico: el amor nace de la tensión entre atracción (Afrodita) y conflicto (Ares). El amor es tanto armonía como lucha, tanto deseo como violencia. Los hermanos de Eros en esta versión serían Deimos (Terror), Fobos (Miedo) y Harmonía (Armonía), representando las diferentes facetas de la relación entre amor y guerra.
Hermes: algunas fuentes hacen a Eros hijo de Afrodita y Hermes. Esto enfatiza el aspecto comunicativo y travieso de Eros. Hermes es el dios de los mensajes, el comercio, el engaño inteligente. Un Eros hijo de Hermes sería especialmente astuto, juguetón, impredecible.
Zeus: versiones minoritarias hacen a Zeus el padre, elevando el estatus de Eros. Como hijo del rey de los dioses, Eros tendría un poder más universal y autoridad sobre todos los demás dioses.
Sin padre: algunos autores simplemente dicen que Afrodita dio a luz a Eros sin intervención masculina, como generación espontánea del deseo puro.
La multiplicidad de genealogías muestra que los griegos no estaban interesados en una biografía coherente de Eros, sino en explorar diferentes aspectos del amor a través de diferentes relaciones parentales. Cada genealogía ilumina una faceta distinta del dios.
Características y atributos divinos
El Eros olímpico tiene atributos visuales reconocibles que lo distinguen:
Las alas: Eros es uno de los pocos dioses griegos consistentemente representados con alas (junto con Hermes y Nike). Las alas simbolizan la velocidad y lo impredecible del amor: llega súbitamente, sin aviso, y puede desaparecer igual de rápido. El amor no camina, vuela. No se puede atrapar ni controlar. Las alas también sugieren que Eros es un intermediario entre cielo y tierra, lo divino y lo humano, como su papel filosófico en Platón.
El arco y las flechas: el atributo más famoso. Las flechas de Eros provocan amor instantáneo en quien las recibe. La imagen es violenta: el amor como herida, como perforación. Ser alcanzado por la flecha de Eros es perder el control, ser vulnerado. Las flechas también son indiscriminadas: Eros dispara sin considerar si el amor es correspondido, apropiado o conveniente. Provoca amores imposibles, destructivos, cómicos o trágicos según su capricho.
En algunas versiones, Eros tiene dos tipos de flechas: unas doradas que provocan amor apasionado, otras de plomo que generan rechazo o indiferencia. Esto explica el amor no correspondido: Eros hirió a uno con flecha dorada y al otro con plomo.
La antorcha: menos común que el arco, pero significativa. La antorcha simboliza la pasión ardiente, el fuego del deseo que consume y transforma. También puede iluminar o quemar, dependiendo de cómo se use.
La venda en los ojos: un añadido tardío, principalmente de época helenística y romana. La venda simboliza que el amor es ciego, que no distingue entre conveniente e inconveniente, bello y feo, apropiado e inapropiado. Eros dispara al azar, sin ver a quién alcanza.
Del dios poderoso al niño caprichoso
La representación visual de Eros cambió radicalmente a lo largo de los siglos:
Período arcaico (siglo VII-VI a.C.): Eros aparece como un joven adulto, musculoso, a veces barbudo. Es un dios poderoso y respetado. En la cerámica de figuras negras, a menudo acompaña a Afrodita o aparece en escenas de cortejo entre hombres.
Período clásico (siglo V-IV a.C.): Eros se hace más joven, un adolescente hermoso, imberbe. El escultor Praxíteles creó una famosa estatua de Eros para el santuario de Tespias que lo mostraba como un adolescente de belleza sobrenatural. Esta versión enfatiza la belleza de Eros mismo, no solo su poder de inspirar deseo en otros.

Período helenístico (siglo III-I a.C.): aquí ocurre la transformación más radical. Eros se convierte en un niño regordete, travieso, juguetón. Ya no es un dios majestuoso sino un putto, un bebé divino. Esta infantilización trivializa a Eros: el amor se vuelve menos cósmico y más doméstico, menos religioso y más decorativo.
Esta transformación refleja cambios culturales más amplios. En el período arcaico y clásico, el amor (especialmente el amor entre hombres mayores y jóvenes) era central en la educación y la filosofía. Tenía dimensión cívica y espiritual. En el período helenístico, el amor se privatizó, se individualizó, se trivializó. Eros como niño es adorable pero inofensivo, caprichoso pero no aterrador.
La versión romana como Cupido completó esta transformación. Cupido es completamente un niño, a menudo acompañado de su madre Venus, disparando flechas de manera cómica en escenas románticas. Es el ancestro directo del querubín de San Valentín: inofensivo, decorativo, despojado de todo poder cósmico.
El mito de Eros y Psique: cuando el amor se enamora
Había una vez una princesa tan hermosa que los hombres dejaron de adorar a Afrodita para venerar a la mortal. La diosa, furiosa por la afrenta, ordenó a su hijo Eros que hiciera que Psique se enamorara del hombre más despreciable del mundo.

Pero Eros, al verla, se pinchó accidentalmente con su propia flecha. El dios del amor se enamoró.
Lo que siguió fue una de las historias más extrañas y hermosas de la mitología: Eros visitaba a Psique cada noche en un palacio mágico, pero con una condición inquebrantable: ella nunca debía ver su rostro. Psique vivía en el lujo más absoluto, amada por un esposo invisible que desaparecía antes del amanecer.
«¿Quién es él realmente?», le susurraban sus hermanas envidiosas. «¿Y si es un monstruo? ¿Un dragón? ¿Por qué teme mostrarse?»
Una noche, Psique cedió a la curiosidad. Encendió una lámpara mientras Eros dormía y, por primera vez, vio al más bello de los dioses. Pero una gota de aceite hirviendo cayó sobre su hombro. Eros despertó, la miró con dolor y desapareció: «El amor no puede vivir sin confianza«.
Psique, desesperada, vagó por el mundo buscándolo. Afrodita, descubriendo la desobediencia de su hijo, impuso a la mortal cuatro pruebas imposibles: separar montañas de granos mezclados, obtener lana de carneros asesinos, traer agua del río Estigia del inframundo y, la más terrible, descender al Hades para robar un frasco de belleza a Perséfone.
El mito teje traición y redención, curiosidad y consecuencia, orgullo divino y amor que trasciende la inmortalidad. Al final, Zeus mismo interviene, convirtiendo a Psique en diosa para que pueda estar con Eros eternamente.
¿Por qué este mito importa? Psique significa «alma» en griego. La historia no es solo un romance: es una alegoría sobre cómo el alma (psique) debe sufrir y purificarse antes de unirse con el amor divino (eros). Influenció profundamente el arte occidental, desde las esculturas de Canova hasta la psicología de Jung.
→ Lee la historia completa del mito de Eros y Psique
Eros en «El Banquete» de Platón: siete visiones del amor
En el año 416 a.C., el poeta Agatón celebró su victoria en el concurso dramático de Atenas con un simposio memorable. Los invitados —entre ellos Sócrates, Aristófanes y Alcibíades— decidieron que, en lugar de emborracharse, dedicarían la noche a pronunciar discursos en honor a Eros, «el más descuidado de los grandes dioses».
Lo que Platón preservó en El Banquete no es solo filosofía: es un duelo intelectual donde siete hombres brillantes compiten por definir qué es el amor. Cada discurso revela tanto sobre el orador como sobre Eros mismo.
Los siete discursos: del mito a la filosofía
Fedro abre afirmando que Eros es el dios más antiguo, sin padres, fuente de las mayores virtudes. Un hombre enamorado, dice, nunca actuaría cobardemente frente a su amado: la vergüenza ante quien ama es más poderosa que el miedo a la muerte. Los ejércitos de amantes serían invencibles.
Pausanias complica la cuestión: hay dos Eros porque hay dos Afroditas. El Eros Pandemos (vulgar) busca solo placer físico, mientras que el Eros Uranio (celestial) busca la virtud y la excelencia del alma. No todo amor es noble; importa cómo y por qué amamos.
Erixímaco, el médico, lleva a Eros más allá de lo humano: es un principio universal que gobierna medicina, música, astronomía, incluso el clima. Donde hay armonía entre opuestos —calor y frío, húmedo y seco— allí actúa el Eros bueno. La discordia es Eros corrupto.
Aristófanes cuenta el mito más famoso del Banquete: originalmente, los humanos eran seres esféricos con cuatro brazos, cuatro piernas y dos rostros. Había tres géneros: masculino-masculino, femenino-femenino y andrógino. Tan poderosos eran que desafiaron a los dioses. Zeus los castigó partiéndolos por la mitad. Desde entonces, cada mitad busca desesperadamente su otra mitad perdida. Eso es el amor: la búsqueda de nuestra totalidad original.
Agatón, el anfitrión poeta, ofrece el discurso más elegante: Eros es el más joven, bello y delicado de los dioses. Huye de la vejez, ama la juventud y la belleza. Es justo (nunca fuerza), templado (domina incluso a Ares) y habita solo en lugares suaves: flores, almas gentiles. «Donde hay dureza, Eros no entra».
Hasta aquí, todos han elogiado a Eros. Entonces habla Sócrates.
La revelación de Diotima: Eros como daimon
Sócrates desmonta elegantemente todos los discursos previos. Si Eros desea belleza, ¿cómo puede ser él mismo bello? Si desea lo bueno, ¿cómo puede poseerlo? El deseo implica carencia.
Aquí introduce a Diotima, una sacerdotisa que le enseñó la verdad sobre Eros:
Eros no es un dios. Es un daimon, un espíritu intermediario entre dioses y mortales, entre lo divino y lo humano, entre la sabiduría y la ignorancia. Nació el día del nacimiento de Afrodita, hijo de Poros (el Recurso) y Penía (la Pobreza). De su padre heredó ingenio e inventiva; de su madre, carencia perpetua. Eros es filosofía personificada: el filósofo no es sabio (como los dioses) ni ignorante (como los necios), sino amante de la sabiduría, eternamente buscando lo que no posee del todo.
Pero Diotima va más allá: revela la escalera del amor, el ascenso místico desde el deseo físico hasta la contemplación de la Belleza absoluta:
- Se ama un cuerpo bello
- Se reconoce que todos los cuerpos bellos comparten la belleza
- Se descubre que la belleza del alma supera la del cuerpo
- Se ama la belleza en las instituciones y las leyes
- Se ama la belleza en el conocimiento
- Finalmente, se contempla la Belleza en sí, eterna, absoluta, divina
Esta visión del amor como ascenso filosófico hacia lo trascendente influiría profundamente en el neoplatonismo, el cristianismo medieval (amor divino vs mundano) y toda la tradición filosófica occidental.
El Banquete termina con un giro dramático: Alcibíades irrumpe borracho y, en lugar de elogiar a Eros, elogia a Sócrates, describiéndolo como la encarnación viviente del Eros-daimon: feo por fuera, hermoso por dentro; pobre materialmente, rico en sabiduría; siempre deseando, nunca satisfecho.
→ Lee el análisis completo de «El Banquete» de Platón
La representación de Eros: del dios al cupido
La manera en que los griegos —y luego los romanos— representaron visualmente a Eros cuenta una historia fascinante sobre cómo cambió su comprensión del amor mismo.
Evolución iconográfica: de dios primordial a niño travieso
En el arte griego arcaico (siglos VII-VI a.C.), Eros raramente aparece como figura independiente. Cuando lo hace, es un joven adulto completamente vestido, a veces con barba, musculoso y majestuoso. En esta época, Eros se asocia principalmente con el amor pederástico (entre hombre maduro y adolescente), central en la educación griega. El Eros arcaico es un dios serio, no un niño juguetón.

La cerámica ática de figuras rojas del período clásico (siglo V a.C.) muestra la transformación: Eros se hace más joven, un efebo (adolescente) de belleza andrógina. Ya no viste túnica completa sino que aparece semidesnudo, enfatizando su belleza física. Las alas se hacen más prominentes y estilizadas. Empieza a sostener arco y flechas como atributos constantes.
El siglo IV a.C. marca un punto de inflexión. La famosa estatua de Eros en Tespias, obra del escultor Praxíteles, mostraba al dios como un adolescente de belleza casi femenina, completamente desnudo. Esta estatua se convirtió en destino de peregrinación: la gente viajaba específicamente para contemplar la belleza del Eros de Praxíteles. El amor mismo, representado en mármol.
El período helenístico (siglos III-I a.C.) infantiliza completamente a Eros. Ahora es un putto, un niño regordete de pocos años, travieso y juguetón. Múltiples erotes (plural de Eros) aparecen en escenas decorativas, volando, disparando flechas al azar, jugando. El amor se trivializa: ya no es el poder cósmico terrible de Hesíodo ni el daimon filosófico de Platón, sino un tema decorativo para jarrones y frescos.
Los romanos completaron la transformación convirtiendo a Eros en Cupido (del latín cupido, «deseo»). Cupido es inequívocamente un niño, hijo de Venus, subordinado a su madre, despojado de todo poder cósmico. Es adorable, no aterrador. La vendas en los ojos —añadido romano— simbolizan que el amor es ciego, disparando al azar sin discriminación.

Atributos y símbolos: arco, flechas, alas, antorcha
El arco y las flechas son el atributo más consistente de Eros desde el período clásico. La imagen es violenta: amar es ser herido, perforado, vulnerado. Las flechas actúan instantáneamente y son imposibles de resistir. Representan lo involuntario del amor: nadie elige enamorarse, le sucede, es alcanzado por una fuerza externa.
En algunas tradiciones, Eros tiene flechas de dos tipos: doradas (provocan amor ardiente) y de plomo (generan indiferencia o rechazo). Esta distinción explica el amor no correspondido: Eros disparó al amante con flecha dorada y al amado con flecha de plomo. El mito de Apolo y Dafne ejemplifica esto: Eros, ofendido por Apolo, lo hirió con flecha dorada y a la ninfa Dafne con flecha de plomo, provocando persecución sin correspondencia.
Las alas simbolizan rapidez e imprevisibilidad. El amor llega súbitamente, sin aviso previo. También puede irse igual de rápido. Las alas hacen a Eros móvil, imposible de atrapar o controlar. Sugieren además su naturaleza intermediaria: vuela entre cielo y tierra, entre dioses y mortales, mediando entre lo divino y lo humano.
La antorcha aparece menos frecuentemente pero es altamente simbólica. La antorcha representa la pasión ardiente que consume, el fuego del deseo que puede calentar o quemar. En las bodas romanas, se llevaban antorchas en honor a Cupido, simbolizando que el amor enciende el fuego del hogar matrimonial.
La lira o el arpa aparecen ocasionalmente en representaciones arcaicas, vinculando a Eros con la música y la poesía. El amor inspira canción; el amante se convierte en poeta. Esta asociación perdura: la poesía lírica griega está saturada de Eros.
Las rosas se asocian con Eros por su conexión con Afrodita. La leyenda dice que las rosas nacieron de la sangre de Afrodita cuando se pinchó con una espina corriendo a socorrer a Adonis. Las rosas simbolizan tanto la belleza del amor como su capacidad de herir.
La transformación en Cupido romano
Cuando los romanos adoptaron el panteón griego, Eros se convirtió en Cupido, pero con cambios significativos. Mientras Eros mantenía cierta ambigüedad y profundidad filosófica, Cupido se simplificó en un dios del romance y el matrimonio.
Cupido es inequívocamente hijo de Venus (Afrodita) y Marte (Ares), enfatizando la genealogía amor-guerra. Pero es un hijo obediente a su madre, ejecutor de sus caprichos, despojado de la autonomía que Eros tenía. En los mitos romanos, Venus constantemente ordena a Cupido disparar a tal o cual mortal para cumplir sus planes.
La vendas en los ojos son un añadido romano tardío que no aparece en el Eros griego clásico. Simbolizan que el amor es ciego, que no distingue entre apropiado e inapropiado, conveniente e inconveniente. Cupido dispara sin mirar, provocando amores absurdos, imposibles o cómicos.
La poesía latina trivializó aún más a Cupido. En Ovidio, Cupido es casi un personaje cómico, provocando situaciones embarazosas, castigando a quienes se resisten al amor, jugando bromas crueles. El amor se domestica: ya no es el poder cósmico terrible que afloja los miembros, sino una fuerza que provoca suspiros, poemas y situaciones románticas.
El cristianismo medieval completó la transformación adoptando la iconografía de Cupido para representar ángeles querubines. El niño alado con arco se cristianizó, perdiendo su conexión con el deseo erótico pero manteniendo la imagen visual. El cupido de San Valentín —gordo, alado, disparando flechas— es el último descendiente del Eros primordial de Hesíodo, irreconocible pero genéticamente conectado.
El culto a Eros en la antigua Grecia
A diferencia de los grandes dioses olímpicos, Eros nunca tuvo un culto masivo ni extendido en Grecia. No había un «sacerdocio de Eros» comparable al de Apolo en Delfos o al de Atenea en Atenas. Sin embargo, en algunos lugares específicos, Eros recibió veneración significativa, especialmente vinculada con el amor entre hombres y la educación de los jóvenes.
Santuarios principales: Tespias, Atenas y Parion
Tespias (en Beocia) albergaba el santuario más importante de Eros en todo el mundo griego. Aquí se encontraba la famosa estatua de Eros esculpida por Praxíteles en el siglo IV a.C., considerada una de las obras maestras de la escultura clásica. La estatua mostraba a Eros como un adolescente desnudo de belleza sobrenatural.

El santuario de Tespias no solo era un lugar de culto religioso sino un destino artístico. Pausanias, el viajero del siglo II d.C., menciona que la gente hacía peregrinaciones específicamente para contemplar la belleza del Eros de Praxíteles. El arte se convertía en experiencia religiosa: contemplar la belleza esculpida era contemplar al dios del amor mismo.
Cada cuatro años, Tespias celebraba las Erotidia, un festival en honor a Eros que incluía competiciones atléticas y musicales. Los atletas jóvenes competían desnudos (como era costumbre en los juegos griegos), y la conexión entre belleza física, competición atlética y erotismo era explícita. Las Erotidia no eran festivales «románticos» en el sentido moderno, sino celebraciones del deseo, la belleza juvenil y la excelencia física que inspiraba amor.
Atenas tenía una relación peculiar con Eros. No había un gran templo dedicado exclusivamente a él, pero su culto se integraba en espacios educativos clave: los gimnasios y la Academia. En la entrada de la Academia —la escuela filosófica de Platón— había un altar compartido por Eros, Hermes y Heracles. Esta asociación no era casual: Hermes representaba la educación intelectual, Heracles la educación física, y Eros el vínculo erótico-pedagógico entre maestro y estudiante.
En la sociedad ateniense clásica, las relaciones entre hombres maduros (erastés, «amante») y adolescentes (erómenos, «amado») tenían dimensión educativa. El hombre mayor no solo enseñaba al joven habilidades militares y cívicas, sino que el deseo erótico mutuo se consideraba motivador del aprendizaje. Eros presidía estas relaciones, especialmente en los gimnasios donde los jóvenes se ejercitaban desnudos.
Parion, una colonia griega en Asia Menor, también tenía un culto significativo a Eros, aunque conocemos menos detalles. Las monedas de Parion frecuentemente mostraban a Eros, sugiriendo su importancia para la identidad cívica de la ciudad.
Las Erotidia y otros festivales
Las Erotidia de Tespias eran el festival más importante dedicado a Eros. Celebradas cada cuatro años (como los Juegos Olímpicos), combinaban competiciones atléticas, concursos musicales y rituales religiosos. Los vencedores recibían coronas y el honor de haber triunfado bajo la mirada de Eros.
Lo notable de las Erotidia es que celebraban explícitamente el eros (deseo erótico) como fuerza positiva, educativa, civilizadora. No había vergüenza ni ocultamiento: el deseo entre hombres y jóvenes se ritualizaba públicamente como parte de la formación cívica.
En Atenas, durante las Targelia (festival de Apolo y Artemisa), se hacían ofrendas también a Eros, especialmente por parte de jóvenes que buscaban encontrar amor o mantener relaciones exitosas. Estos rituales eran más privados, menos institucionales que las Erotidia.
Eros en la religión popular versus el culto oficial
El culto oficial a Eros era limitado, pero en la religión popular —amuletos, conjuros, plegarias privadas— Eros tenía presencia constante. Los papiros mágicos greco-egipcios conservan numerosos hechizos de amor que invocan a Eros (junto con Afrodita) para conseguir el amor de alguien específico.
Estos hechizos muestran una faceta oscura de Eros: no el dios filosófico de Platón ni la fuerza cósmica de Hesíodo, sino un poder manipulable mediante magia para obligar a alguien a amar contra su voluntad. Los conjuros de amor griegos eran sorprendentemente violentos en su lenguaje: «quemar», «torturar», «no dejar dormir» hasta que la persona amada ceda.
Las mujeres especialmente recurrían a Eros en situaciones de amor no correspondido o infidelidad. Los amuletos con inscripciones a Eros se han encontrado en tumbas, sugiriendo que algunas personas buscaban el amor incluso más allá de la muerte.
Esta tensión entre el Eros «alto» (filosófico, educativo, cívico) y el Eros «bajo» (mágico, manipulador, privado) refleja la ambigüedad del dios: era tanto el principio que eleva el alma hacia lo divino como la fuerza que arrastra a los mortales a obsesiones destructivas.
Eros en otros mitos griegos
A pesar de su importancia teórica y simbólica, Eros aparece sorprendentemente poco en las narrativas míticas principales. No tiene ciclos de aventuras como Heracles, ni épicas de guerra como los dioses olímpicos. Su influencia es ubicua pero su presencia narrativa es limitada. Sin embargo, algunos mitos lo destacan.
Su papel en la creación del cosmos
En la Teogonía de Hesíodo, Eros no hace nada excepto existir. Pero su existencia es el acto creador fundamental: sin él, Gea no se habría unido con Urano para engendrar a los Titanes. Cada generación divina subsecuente —Titanes, Olímpicos, héroes— existe porque Eros hizo posible la atracción sexual que generó descendencia.
Eros es como el oxígeno: invisible, no dramático, pero absolutamente necesario para que la vida continúe. Los mitos griegos raramente lo mencionan explícitamente porque su presencia se asume: donde hay procreación, hay Eros.
Relación compleja con Afrodita
La relación entre Eros y Afrodita es paradójica. En la versión primordial, Eros existe antes que Afrodita y es más fundamental que ella. Pero en la versión olímpica, Eros es hijo y subordinado de Afrodita, ejecutor de sus órdenes.
Esta inversión jerárquica refleja una realidad psicológica: el deseo puro (Eros) precede al amor como relación (Afrodita), pero en la experiencia humana, el amor personaliza y direcciona el deseo. Afrodita civiliza a Eros; Eros proporciona la energía que Afrodita canaliza.
En muchas historias, Afrodita envía a Eros a provocar amores específicos para cumplir sus planes. Cuando Paris debe juzgar entre Hera, Atenea y Afrodita, es Eros quien asegura que Paris desee a Helena, cumpliendo la promesa de Afrodita y desencadenando la guerra de Troya. Eros es el arma de Afrodita.
Pero Eros también puede actuar independientemente, incluso contra los deseos de su madre. El mito de Eros y Psique muestra esta autonomía: Eros desobedece la orden directa de Afrodita de humillar a Psique, y en cambio se enamora de ella. Este acto de desobediencia tiene consecuencias (Afrodita castiga a Psique), pero finalmente Eros prevalece.
Víctimas famosas de sus flechas
Aunque Eros mismo no protagoniza muchas historias, sus flechas provocan las grandes historias de amor (y desamor) de la mitología griega:
Apolo y Dafne: Apolo se burló del arco de Eros, diciendo que un dios niño no debería jugar con armas de guerra. Ofendido, Eros disparó a Apolo con flecha dorada (provocando amor ardiente) y a la ninfa Dafne con flecha de plomo (provocando rechazo). Apolo persiguió desesperadamente a Dafne, quien huyó aterrorizada hasta que su padre, el río Peneo, la transformó en laurel para salvarla. Apolo, incapaz de tener a su amada, adoptó el laurel como su árbol sagrado.

Este mito ilustra el poder de Eros: incluso Apolo, dios de la profecía y la razón, queda reducido a un perseguidor desesperado cuando Eros lo alcanza. El amor anula la razón, incluso la razón divina.
Medea y Jasón: Afrodita ordenó a Eros disparar a Medea para que se enamorara de Jasón y lo ayudara a robar el vellocino de oro. La flecha de Eros transformó a la princesa y hechicera Medea en una traidora a su familia, asesinando a su propio hermano para permitir que Jasón escapara. El amor provocado por Eros llevó a Medea a la tragedia más terrible: eventualmente, cuando Jasón la abandonó, ella mató a sus propios hijos en venganza.
Zeus y sus múltiples amantes: aunque los mitos no siempre lo explicitan, se asume que Eros (o su madre Afrodita) provocaba las numerosas pasiones de Zeus por mortales: Europa, Dánae, Leda, Sémele. Estos amores divinos producían héroes (Perseo, Helena, Heracles, Dioniso), pero también tragedias cuando Hera descubría las infidelidades de su esposo.
En todos estos casos, Eros actúa como catalizador: su intervención pone en movimiento cadenas de eventos que producen las grandes narrativas míticas. Sin sus flechas, no habría drama, no habría historia.
Tabla comparativa: Eros primordial vs Eros olímpico vs Cupido
Aspecto | Eros Primordial | Eros Olímpico | Cupido Romano |
---|---|---|---|
Origen | Surge del Caos junto con Gea (Hesíodo) o del huevo de Nix (órficos) | Hijo de Afrodita (padre variable: Ares, Hermes o Zeus) | Hijo de Venus y Marte |
Naturaleza | Fuerza cósmica abstracta, principio de atracción universal | Dios antropomórfico con personalidad y voluntad | Dios menor del amor romántico |
Apariencia | No antropomórfico, invisible o hermafrodita alado (órficos) | Joven hermoso → adolescente → niño alado | Niño regordete con vendas en los ojos |
Función | Cohesión del cosmos, hace posible toda generación y existencia | Provocar amor y deseo romántico mediante flechas | Inspirar romance y facilitar matrimonios |
Poder | Absoluto e irresistible, afecta a todos los seres incluidos los dioses primordiales | Poderoso pero limitado a asuntos amorosos, subordinado a Afrodita | Similar al Eros olímpico pero más trivializado |
Atributos | Ninguno específico (alas doradas en versión órfica) | Arco, flechas, alas, a veces antorcha | Arco, flechas, vendas, antorcha, alas |
Ámbito de acción | Cósmico-ontológico (creación del universo) | Interpersonal (relaciones amorosas) | Doméstico-matrimonial |
Culto | Filosófico y cosmogónico, sin templos específicos | Gimnasios, santuarios (Tespias), festivales (Erotidia) | Templos de Venus, festivales romanos |
Fuentes principales | Hesíodo (Teogonía), fragmentos órficos, filósofos presocráticos | Poesía lírica, El Banquete de Platón, mitos helenísticos | Ovidio, poesía amatoria latina |
Relación con Afrodita | Anterior e independiente de ella | Hijo y subordinado, ejecutor de sus órdenes | Hijo obediente de Venus |
Representación | Raramente representado; cuando aparece es como fuerza abstracta | Evoluciona de joven adulto a adolescente a niño | Consistentemente como niño o bebé alado |
Significado filosófico | Principio ontológico fundamental (Empédocles, Parménides) | Daimon intermediario (Platón), impulso hacia la belleza | Trivializado, más literario que filosófico |
Emociones asociadas | Deseo universal, necesidad cósmica, atracción fundamental | Pasión, obsesión, amor romántico y erótico | Romance, enamoramiento, matrimonio |
Tipo de amor | Eros cósmico (unión primordial) | Eros erótico (deseo sexual y romántico) | Amor romántico domesticado |
Preguntas frecuentes sobre Eros
¿Quién era Eros en la mitología griega?
Eros era el dios griego del amor, pero con dos versiones contradictorias. Como dios primordial, Eros era la fuerza cósmica de atracción que surgió del Caos junto con Gea (la Tierra), haciendo posible toda generación y vida. Hesíodo lo llamó «el más bello de los dioses inmortales» y «el que afloja los miembros». Como dios olímpico, Eros era el hijo de Afrodita, representado como un joven (luego niño) alado con arco y flechas que provocaba amor y deseo. Ambas versiones coexistían en la mitología griega sin que los antiguos vieran contradicción, pues capturaban aspectos diferentes del amor: como fuerza cósmica fundamental y como experiencia personal caprichosa.
¿Eros y Cupido son lo mismo?
Eros y Cupido son esencialmente el mismo dios, pero con diferencias significativas. Eros es la versión griega original, que mantenía cierta profundidad filosófica y podía ser tanto una fuerza cósmica como un dios personal. Cupido es la adaptación romana de Eros, consistentemente representado como un niño y más trivializado. Los romanos añadieron las vendas en los ojos (simbolizando que el amor es ciego) y enfatizaron su subordinación a Venus (Afrodita). Mientras el Eros griego conservaba algo del poder terrible del dios primordial, Cupido romano era principalmente un tema decorativo y literario. El cupido moderno de San Valentín desciende directamente de esta versión romana infantilizada.
¿Cuál es la diferencia entre Eros primordial y Eros olímpico?
La diferencia fundamental es ontológica y funcional. El Eros primordial de Hesíodo es una fuerza cósmica abstracta que surge del Caos al inicio de la creación, sin padres ni forma humana. Es el principio de atracción que hace posible que Gea se una con Urano y que el cosmos ordenado surja del caos inicial. No tiene personalidad ni voluntad, simplemente es la atracción universal. El Eros olímpico, en cambio, es un dios antropomórfico, hijo de Afrodita, con personalidad, deseos y voluntad propia. Tiene forma (joven alado), atributos (arco y flechas) y participa en historias. Su función es provocar amores específicos, no mantener la cohesión del cosmos. La coexistencia de ambas versiones refleja cómo los griegos entendían el amor en diferentes niveles: cósmico-filosófico y personal-experiencial.
¿Cuál es el mito más famoso de Eros?
El mito más famoso es definitivamente la historia de Eros y Psique, conservada en El asno de oro de Apuleyo (siglo II d.C.). Psique era una princesa tan bella que los hombres dejaron de adorar a Afrodita. La diosa, celosa, ordenó a Eros hacer que Psique se enamorara del hombre más despreciable. Pero Eros se enamoró de ella y la visitaba cada noche en un palacio mágico con la condición de que nunca viera su rostro. Psique, presionada por sus hermanas, encendió una lámpara mientras él dormía. Una gota de aceite lo despertó y desapareció. Psique debió superar pruebas imposibles impuestas por Afrodita hasta que Zeus la convirtió en diosa para reunirla con Eros. El mito es una alegoría: «psique» significa «alma» en griego, representando cómo el alma debe purificarse antes de unirse con el amor divino.
¿Quiénes eran los padres de Eros?
La genealogía de Eros varía según las fuentes. En la versión primordial de Hesíodo, Eros no tiene padres: surge espontáneamente del Caos al inicio de la creación, junto con Gea y Tártaro. Los órficos dicen que nació del huevo cósmico puesto por Nix (la Noche). Como dios olímpico, las fuentes coinciden en que su madre es Afrodita, pero el padre varía: la versión más común lo hace hijo de Ares (simbolizando la tensión entre amor y guerra), otros mencionan a Hermes (enfatizando su aspecto travieso), algunos a Zeus (elevando su estatus), y ciertas fuentes simplemente dicen que Afrodita lo concibió sin padre. Esta multiplicidad de genealogías no preocupaba a los griegos; cada versión iluminaba aspectos diferentes del amor.
¿Por qué Eros lleva arco y flechas?
El arco y las flechas simbolizan varios aspectos del amor. Primero, representan lo involuntario y súbito del enamoramiento: nadie decide enamorarse, es alcanzado por una fuerza externa como una flecha. Segundo, la imagen es violenta: amar es ser herido, vulnerado, perforado. El amor como herida aparece constantemente en la poesía griega. Tercero, las flechas son irresistibles: una vez alcanzado, no hay defensa posible. Incluso los dioses sucumben. Cuarto, las flechas actúan a distancia: Eros no necesita tocar a sus víctimas, puede provocar amor desde lejos. Algunas versiones distinguen entre flechas doradas (provocan amor ardiente) y flechas de plomo (provocan rechazo), explicando el amor no correspondido. El arco hace de Eros un cazador, y sus presas son dioses y mortales por igual.
¿Qué significa «amor erótico» en la actualidad?
En el uso moderno, «erótico» se refiere específicamente al deseo sexual, distinguiéndose de otros tipos de amor. Esta distinción deriva indirectamente del análisis griego del amor en diferentes categorías. Los griegos distinguían: eros (deseo pasional, atracción erótica), philia (amistad, amor entre iguales), storge (afecto familiar), y agape (amor altruista, término usado posteriormente por el cristianismo). El amor erótico moderno enfatiza el componente de deseo sexual y atracción física que caracterizaba al Eros griego, especialmente en su versión olímpica. Sin embargo, en Platón, el eros podía sublimarse: comenzaba como deseo físico pero ascendía hacia el amor por la belleza espiritual y la sabiduría. El uso moderno perdió esta dimensión filosófica, reduciendo «erótico» mayormente a lo sexual.
¿Dónde se adoraba a Eros en la antigua Grecia?
El culto a Eros era limitado comparado con los grandes dioses olímpicos. El santuario más importante estaba en Tespias (Beocia), donde se celebraban las Erotidia cada cuatro años con competiciones atléticas y musicales. La estatua de Eros por Praxíteles en Tespias atraía peregrinos que viajaban específicamente para contemplarla. En Atenas, Eros no tenía templo propio pero se le adoraba en gimnasios y en la Academia filosófica, donde compartía altar con Hermes y Heracles. Esta ubicación reflejaba su papel en la educación pederástica ateniense, donde el deseo erótico entre maestro y alumno se consideraba motivador del aprendizaje. Parion (Asia Menor) también tenía culto significativo. En general, el culto era más privado que oficial, con Eros invocado en amuletos, conjuros de amor y rituales personales más que en ceremonias estatales.
Bibliografía y fuentes sobre Eros
Fuentes primarias antiguas
- Hesíodo. Teogonía (siglo VIII a.C.). La fuente más antigua que presenta a Eros como dios primordial surgido del Caos.
- Platón. El Banquete (siglo IV a.C.). El texto filosófico más importante sobre Eros, con los siete discursos sobre el amor y la teoría de Diotima.
- Fragmentos órficos. Diversas fuentes preservan la cosmogonía órfica donde Eros nace del huevo primordial de Nix.
- Apuleyo. El asno de oro o Metamorfosis (siglo II d.C.). Contiene la única versión completa del mito de Eros y Psique (Libros IV-VI).
- Pausanias. Descripción de Grecia (siglo II d.C.). Describe santuarios y estatuas de Eros, especialmente la famosa obra de Praxíteles en Tespias (IX, 27).
- Poesía lírica griega. Safo, Anacreonte, Teognis y otros poetas líricos mencionan frecuentemente a Eros.
Estudios modernos en español
- Vernant, Jean-Pierre. Mito y pensamiento en la Grecia antigua. Ariel, Barcelona, 1993. Capítulos sobre Eros como concepto en el pensamiento griego arcaico.
- García Gual, Carlos. Introducción a la mitología griega. Alianza Editorial, Madrid, 2007. Sección sobre dioses del amor y su evolución.
- Reale, Giovanni. Eros, demonio mediador: el juego de las máscaras en el Banquete de Platón. Herder, Barcelona, 2004. Análisis profundo del Eros platónico.
- Graves, Robert. Los mitos griegos. Alianza Editorial, Madrid, 2011. Entrada sobre Eros recopilando versiones contradictorias.
- Rodríguez Adrados, Francisco. El mundo de la lírica griega antigua. Alianza Universidad, Madrid, 1981. Contexto del eros en la poesía arcaica.
Obras especializadas en inglés
- Dover, K.J. Greek Homosexuality. Harvard University Press, Cambridge, 1978. Análisis fundamental sobre el eros en el contexto de la pederastia griega.
- Calame, Claude. The Poetics of Eros in Ancient Greece. Princeton University Press, Princeton, 1999. Estudio exhaustivo de las representaciones de Eros en literatura y arte.
- Nussbaum, Martha C. The Fragility of Goodness: Luck and Ethics in Greek Tragedy and Philosophy. Cambridge University Press, Cambridge, 1986. Capítulos sobre eros en filosofía griega.
- Carson, Anne. Eros the Bittersweet. Princeton University Press, Princeton, 1986. Análisis literario del concepto de eros como deseo doloroso.
- Halperin, David M. One Hundred Years of Homosexuality: And Other Essays on Greek Love. Routledge, New York, 1990. Contexto social del eros griego.
Recursos digitales
- Theoi Project. Base de datos exhaustiva sobre Eros con fuentes antiguas traducidas y referencias cruzadas.
- Perseus Digital Library. Acceso a textos griegos originales y traducciones de Hesíodo, Platón y otras fuentes primarias.
- Classical Art Research Centre, Oxford. Imágenes de representaciones de Eros en cerámica y escultura griegas.
- Internet Classics Archive. Traducciones al inglés de fuentes clásicas, incluido El Banquete completo.
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