Hermann Göring nació el 12 de enero de 1893 en Rosenheim (Alemania) en el seno una familia aristócrata. No destacó especialmente en sus primeros estudios, sino que fue en la Academia Militar donde realmente demostró que tenía futuro.
Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, fue destinado en el frente, como miembro del Ejército del Aire alemán. Su trayectoria como piloto comenzó en 1915. Ganó gran cantidad de medallas y condecoraciones, consiguiendo el reconocimiento como “as de la aviación” y la medalla al mérito militar.
Sin embargo, Göring también se forjó una historia dentro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). En 1922 se unió al partido y le concedieron el liderazgo de las recién creadas secciones de asalto (SA). Sin embargo, en el Putsch de Múnich fue herido de gravedad y huyó a Austria. Allí fue tratado con morfina y sería el inicio de su adicción a esta sustancia. Cuando volvió a Alemania, no fue recibido con los brazos abiertos, sino que le sustituyeron al frente de las SA.
En la década de los 30 volvió a tener un gran protagonismo. Formó parte de la “Noche de los cuchillos largos” y fue ascendido dentro del partido. La reputación que se empezó a ganar entre los nazis culminó con su nombramiento como primer ministro de Prusia y ministro de la Luftwaffe (Ejército del Aire). Su aportación fue la reforma que realizó sobre la aviación alemana, convirtiéndola en una de las piezas clave del Blitzkrieg y, en definitiva, de los primeros triunfos de Alemania sobre los aliados. Durante la guerra también estuvo a cargo de la economía alemana, creando un plan cuatrienal.
Al margen de su carrera política, Hermann Göring mantuvo su carrera militar y fue ascendido al cargo de “Reichsmarschall” (Mariscal del Reich). Esta ocupación le convirtió en el número dos del estado nazi. En caso de que el Führer no pudiera ejercer sus responsabilidades, Göring sería el encargado de conducir el país. Además, era el comandante en jefe de la aviación alemana.
Como figura, Göring fue bastante peculiar. Su adicción a la morfina ya comentada, así como su pasión por el diseño y el arte, lo convertían en un aristócrata excéntrico. Vivía en las afueras de Berlín en su propio palacio personal y tuvo algunos rifirrafes con mandatarios nazis de la talla de Heinrich Himmler.
Tras el fracaso de la Batalla de Inglaterra, empezaron a surgir burlas y mofas por parte del resto de dirigentes nazis hacia Göring, quien era visto como un drogadicto obeso incapaz de tomar decisiones acertadas. Hitler no pudo destituirle, debido al respeto y admiración que el pueblo alemán sentía hacia el mariscal, pero le retiró de cualquier responsabilidad real. Fue mantenido al margen e, incluso, ordenaron su detención a principios de 1945.
En 1945 se entregó a las fuerzas aliadas, quienes le capturaron y le llevaron ante la justicia en los Juicios de Núremberg. Se le consideraba el oficial y dirigente nazi de mayor graduación que permanecía vivo. Aunque se demoró su condena, se le atribuyeron varios crímenes, entre los que destacan crímenes contra la humanidad y conspiración de una guerra de agresión. Tras conocer la sentencia del tribunal, se suicidó en su celda el 15 de octubre de 1946.