Cuando las últimas legiones romanas abandonaron Britania, cuando los visigodos saquearon Roma, cuando el último emperador occidental fue depuesto en 476, el Imperio romano no murió. Continuó existiendo, próspero y poderoso, en Oriente. Desde su capital Constantinopla, los emperadores bizantinos gobernaron territorios que abarcaban los Balcanes, Anatolia, el Levante, Egipto y el norte de África. Durante más de mil años, desde la fundación de Constantinopla en 330 hasta su caída ante los otomanos en 1453, el Imperio bizantino fue el estado más sofisticado, urbano y culturalmente avanzado de Europa.
Los bizantinos nunca se llamaron a sí mismos «bizantinos». Se consideraban romanos (Rhomaioi en griego). Su emperador era el Basileus ton Rhomaion (emperador de los romanos). Su imperio era la continuación directa e ininterrumpida del Imperio romano fundado por Augusto. Cuando los historiadores occidentales posteriores usaron el término «bizantino» (derivado de Bizancio, el nombre griego antiguo de Constantinopla), los bizantinos habrían protestado: ellos eran romanos, no algo nuevo.
Esta continuidad fue real. Las instituciones bizantinas descendían directamente de las romanas. El derecho bizantino era derecho romano codificado por Justiniano, la burocracia bizantina evolucionó de la administración romana tardía. El ejército bizantino usaba tácticas y organización heredadas de las legiones. Pero el Imperio bizantino también era profundamente diferente de Roma. Su idioma era griego, no latín. Su religión era el cristianismo ortodoxo, no el paganismo romano. Su cultura fusionaba elementos romanos, griegos y orientales. Era, en palabras del historiador Steven Runciman, «una civilización única, una síntesis original que no tiene paralelo en la historia».
¿Cómo sobrevivió este imperio durante mil años mientras Occidente colapsaba en caos? ¿Qué hizo que Constantinopla fuera inexpugnable durante siglos? ¿Por qué el cristianismo ortodoxo se separó del catolicismo? ¿Cómo influyó Bizancio en el Renacimiento italiano y en el mundo eslavo? Este artículo explora la historia completa del Imperio bizantino, desde su fundación hasta su dramática caída, examinando sus emperadores, su cultura, su religión y su legado perdurable.
El Imperio bizantino: lo esencial en 3 minutos
El Imperio bizantino fue la continuación oriental del Imperio romano que sobrevivió durante más de mil años después de la caída de Roma occidental (476 d.C.). Su capital era Constantinopla (moderna Estambul), fundada por el emperador Constantino I en 330. El imperio alcanzó su máxima extensión bajo Justiniano I (527-565), quien reconquistó Italia, el norte de África y el sur de España, restaurando temporalmente el Mediterráneo romano.
Características fundamentales: El Imperio bizantino se distinguió por varios rasgos únicos. Su idioma oficial era el griego, no el latín (aunque se mantuvo el nombre «Imperio romano»). Su religión era el cristianismo ortodoxo, centrado en Constantinopla y dirigido por el patriarca ecuménico. Su economía era la más próspera de Europa medieval, basada en el control de rutas comerciales entre Asia y Europa. Su capital Constantinopla era la ciudad más grande, rica y avanzada de la cristiandad, con más de 500.000 habitantes en su apogeo.
Instituciones: El emperador bizantino (basileus) era autocrático pero limitado por la Iglesia, la aristocracia y el ejército. La administración imperial era una burocracia compleja heredada de Roma tardía, con funcionarios especializados y títulos honoríficos elaborados. El sistema de temas (provincias militarizadas) proporcionaba defensa efectiva y soldados-agricultores. El derecho bizantino, codificado en el Corpus Iuris Civilis de Justiniano, preservó el derecho romano para la posteridad.
Apogeo bajo Justiniano (527-565): Justiniano reconquistó Italia, el norte de África y partes de España, construyó Santa Sofía y codificó el derecho romano. Pero la peste de Justiniano (541-542) mató a millones, debilitando permanentemente sus conquistas.
Crisis y supervivencia (siglos VII-VIII): El Imperio bizantino casi colapsó bajo las invasiones árabes (siglos VII-VIII), que conquistaron Siria, Palestina, Egipto y el norte de África. Constantinopla resistió dos sitios árabes (674-678 y 717-718) usando fuego griego, una sustancia incendiaria secreta. La controversia iconoclasta (726-843) dividió al imperio entre defensores y opositores de las imágenes religiosas.
Renacimiento macedonio (siglos IX-XI): Bajo la dinastía macedónica (867-1056), el imperio experimentó un renacimiento militar, económico y cultural. Los emperadores Basilio I y Basilio II expandieron las fronteras, derrotaron a los búlgaros y recuperaron Creta y Chipre. Constantinopla se convirtió en el centro cultural más importante de Europa, preservando textos griegos clásicos.
El Gran Cisma (1054): Las tensiones teológicas y políticas entre Constantinopla y Roma culminaron en el Gran Cisma de 1054, que separó permanentemente la Iglesia ortodoxa oriental de la Iglesia católica romana. Las diferencias incluían el Filioque (añadido latino al Credo), el celibato clerical, el uso de pan ázimo y la autoridad papal.
Declive (siglos XI-XIII): La derrota en Manzikert (1071) ante los turcos selyúcidas abrió Anatolia a la conquista turca. La Cuarta Cruzada (1204), desviada por Venecia, saqueó Constantinopla y estableció el Imperio Latino. Aunque los bizantinos recuperaron la capital en 1261, nunca recuperaron su poder anterior.
Caída de Constantinopla (1453): El Imperio otomano, bajo el sultán Mehmed II, sitió Constantinopla durante 53 días en 1453. A pesar de la resistencia heroica del último emperador Constantino XI Paleólogo, las murallas fueron violadas el 29 de mayo. La caída de Constantinopla marcó el fin del Imperio romano, 1,480 años después de su fundación por Augusto.
Legado: El Imperio bizantino preservó la cultura greco-romana durante la Edad Media, influyó en el cristianismo ortodoxo eslavo (especialmente Rusia), transmitió textos clásicos al Renacimiento italiano y estableció modelos de arte e iconografía que perduran en la Iglesia ortodoxa. Sus instituciones legales, a través del Corpus Iuris Civilis, influyeron en los sistemas legales europeos modernos.
Cronología del Imperio bizantino
| Período | Extensión territorial | Amenazas principales | Logros destacados | Estado del imperio |
|---|---|---|---|---|
| Imperio Temprano (330-565) | Balcanes, Anatolia, Levante, Egipto, norte de África | Persas sasánidas, hunos, eslavos | Fundación de Constantinopla, Corpus Iuris Civilis, Santa Sofía | Apogeo bajo Justiniano |
| Crisis del siglo VII (602-717) | Reducido a Anatolia y Balcanes | Persas, árabes, ávaros | Defensa de Constantinopla (674-678, 717-718), sistema de temas | Supervivencia crítica |
| Controversia iconoclasta (726-843) | Estable en Anatolia y Balcanes | Árabes, búlgaros, guerra civil religiosa | Definición de ortodoxia, restauración de iconos (843) | Conflicto interno |
| Renacimiento macedonio (867-1025) | Máxima expansión: Danubio a Éufrates | Búlgaros, fatimíes, rusos | Conquista de Bulgaria, reconquista de Creta/Chipre, florecimiento cultural | Segundo apogeo |
| Declive inicial (1025-1204) | Pérdida de Anatolia (batalla de Manzikert 1071) | Turcos selyúcidas, normandos, cruzados | Gran Cisma (1054), Primera Cruzada | Debilitamiento progresivo |
| Imperio Latino (1204-1261) | Constantinopla bajo control cruzado | Estados latinos, imperios sucesores bizantinos | Exilio en Nicea, Epiro, Trebisonda | Fragmentación total |
| Restauración tardía (1261-1453) | Constantinopla y fragmentos en Grecia | Otomanos, serbios, guerra civil | Renacimiento paleólogo (arte), Concilio de Florencia | Estado moribundo |
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A continuación desarrollamos la fundación de Constantinopla, el reinado de Justiniano, las crisis árabes e iconoclastas, el renacimiento macedonio, el Gran Cisma, las Cruzadas y la caída final ante los otomanos. Ideal para trabajos académicos, investigación o curiosidad histórica.
Constantino y la fundación de Constantinopla: una nueva Roma
La historia del Imperio bizantino comienza con una decisión estratégica del emperador Constantino I (306-337). En 324, tras derrotar a su rival Licinio, Constantino controlaba todo el Imperio romano. Pero Roma, la capital tradicional, estaba en declive. La ciudad había perdido importancia estratégica; los emperadores del siglo III rara vez la visitaban. Las amenazas militares más graves estaban en las fronteras orientales (persas sasánidas) y septentrionales (germanos y sármatas). Constantino necesitaba una capital más central.
La elección de Bizancio

Constantino eligió Bizancio, una ciudad griega en el Bósforo, el estrecho que conecta el Mar Negro con el Mar de Mármara y el Mediterráneo. La ubicación era perfecta. Bizancio controlaba el paso entre Europa y Asia. Estaba protegida por agua en tres lados (el Cuerno de Oro, el Bósforo y el Mar de Mármara), lo que la hacía naturalmente defensible. Estaba cerca de las fronteras orientales donde las amenazas militares eran más graves y estaba en el cruce de rutas comerciales entre Oriente y Occidente.
Constantino refundó Bizancio el 11 de mayo de 330 como Constantinopolis (la ciudad de Constantino). La nueva capital fue diseñada conscientemente como una «Nueva Roma«. Tenía siete colinas (como Roma), un foro imperial, un hipódromo para carreras de carros, palacios imperiales y murallas masivas. Constantino trasladó allí familias aristocráticas romanas, ofreció distribuciones gratuitas de grano (como en Roma) y estableció un Senado.
Pero Constantinopla era diferente de Roma en un aspecto crucial: era una ciudad cristiana desde su fundación. Roma estaba llena de templos paganos y monumentos al pasado. Constantinopla fue construida con iglesias desde el principio. La Iglesia de los Santos Apóstoles, donde Constantino sería enterrado, fue una de las primeras estructuras importantes. Esta identidad cristiana definiría a Constantinopla y al Imperio bizantino durante su existencia.
El sistema administrativo romano tardío
Constantino también reorganizó la administración imperial siguiendo reformas iniciadas por Diocleciano. El imperio se dividió en prefecturas, subdivididas en diócesis y luego en provincias. Los gobernadores civiles administraban las provincias; los comandantes militares (duces y magistri militum) controlaban las tropas. Esta separación entre poder civil y militar previno golpes militares pero también causó ineficiencias.
La burocracia imperial se expandió enormemente. Funcionarios con títulos elaborados administraban impuestos, justicia, obras públicas y el correo imperial. El emperador estaba en la cúspide de esta jerarquía, pero su poder era limitado por la aristocracia senatorial, la Iglesia y el ejército. Los emperadores bizantinos eran autocráticos en teoría, pero en la práctica debían equilibrar múltiples intereses.
La división del imperio tras la muerte de Teodosio I
Cuando el emperador Teodosio I murió en 395, dividió el Imperio romano entre sus dos hijos: Arcadio recibió Oriente (con capital en Constantinopla) y Honorio recibió Occidente (con capital en Milán, luego Rávena). Esta división, inicialmente administrativa, se volvió permanente. Oriente y Occidente desarrollaron trayectorias divergentes.
Occidente enfrentó invasiones germánicas devastadoras en el siglo V. Roma fue saqueada dos veces (410 por visigodos, 455 por vándalos). En 476, el último emperador occidental, Rómulo Augústulo, fue depuesto. Occidente se fragmentó en reinos germánicos.
Oriente, en contraste, sobrevivió. Constantinopla nunca fue capturada por bárbaros. El Imperio oriental tenía economía más fuerte, ciudades más grandes y fronteras más defendibles. Mientras Occidente colapsaba, Oriente prosperaba. Los emperadores orientales se veían como los únicos herederos legítimos de Roma. Cuando usamos el término «Imperio bizantino», estamos hablando del Imperio romano oriental que sobrevivió.
Justiniano I: la restauración del Mediterráneo romano (527-565)
El reinado del emperador Justiniano I (527-565) fue el momento definitorio del Imperio bizantino temprano. Justiniano soñaba con restaurar el Imperio romano en toda su extensión. Cuando ascendió al trono, el Mediterráneo occidental estaba controlado por reinos germánicos: vándalos en el norte de África, ostrogodos en Italia, visigodos en España. Justiniano lanzó campañas militares ambiciosas para reconquistar estos territorios. Al mismo tiempo, promovió un renacimiento cultural, construyó monumentos espectaculares y codificó el derecho romano.
Las guerras de reconquista
La primera conquista de Justiniano fue el reino vándalo en el norte de África. En 533, envió a su mejor general, Belisario, con un ejército de 15.000 hombres. La campaña fue sorprendentemente rápida. Belisario derrotó a los vándalos en dos batallas decisivas y capturó Cartago. Para el 534, todo el norte de África estaba bajo control bizantino. Esta victoria no solo recuperó territorios; también capturó el tesoro vándalo y controló las rutas de grano africanas que alimentaban Constantinopla.

Animado por este éxito, Justiniano atacó a los ostrogodos en Italia (535-554). Esta guerra fue mucho más larga y devastadora. Belisario capturó Sicilia, Nápoles y Roma, pero la resistencia ostrogoda se endureció bajo el rey Totila. La guerra duró 20 años y devastó Italia. Ciudades fueron sitiadas repetidamente, campos agrícolas fueron arrasados y la población italiana disminuyó drásticamente. Finalmente, en el 554, los bizantinos triunfaron, pero Italia era una ruina empobrecida.
Justiniano también conquistó el sur de España de los visigodos (554). Aunque solo controló una franja costera alrededor de Cartagena, esta conquista completó la restauración nominal del Mediterráneo romano. Por primera vez desde 476, un emperador romano controlaba Italia, el norte de África y partes de España.
El Corpus Iuris Civilis: codificación del derecho romano
La contribución más duradera de Justiniano fue legal. En 528, nombró una comisión dirigida por el jurista Triboniano para compilar y codificar siglos de derecho romano. El resultado fue el Corpus Iuris Civilis (Cuerpo del Derecho Civil), publicado entre 529 y 534.
El Corpus tenía cuatro partes principales:
- Codex Justinianus: compilación de leyes imperiales desde Adriano (117-138) hasta Justiniano.
- Digesta (o Pandectae): extractos de escritos de juristas romanos clásicos, organizados temáticamente.
- Institutiones: manual de introducción al derecho para estudiantes.
- Novellae: nuevas leyes promulgadas por Justiniano después de 534.
El Corpus Iuris Civilis preservó el derecho romano para la posteridad. Cuando fue redescubierto en Italia en el siglo XI, se convirtió en la base del derecho civil europeo. Hoy, los sistemas legales de Europa continental, América Latina y muchas otras regiones descienden del derecho romano codificado por Justiniano.
Santa Sofía: la catedral de la cristiandad
En 532, una revuelta masiva conocida como la rebelión de Niká casi derrocó a Justiniano. La multitud quemó gran parte de Constantinopla, incluyendo la antigua iglesia de Santa Sofía. Justiniano reprimió la revuelta brutalmente (murieron 30.000 personas en el hipódromo), pero la destrucción le dio oportunidad para reconstruir.

En 537, solo cinco años después de la revuelta, Justiniano consagró la nueva Santa Sofía (Hagia Sophia: Santa Sabiduría). Diseñada por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, Santa Sofía era una maravilla arquitectónica. Su cúpula central tenía 31 metros de diámetro y 56 metros de altura, aparentemente flotando sobre el espacio interior gracias a un anillo de ventanas en su base. Durante 900 años, hasta la construcción de la catedral de Sevilla en 1520, Santa Sofía fue la iglesia cristiana más grande del mundo.
Cuando Justiniano entró en la catedral terminada, supuestamente exclamó: «Salomón, te he superado«, refiriéndose al Templo de Jerusalén. Santa Sofía se convirtió en el símbolo del Imperio bizantino y del cristianismo ortodoxo. Después de la conquista otomana en 1453, fue convertida en mezquita; hoy es un museo.
La peste de Justiniano: catástrofe demográfica
El reinado de Justiniano fue ensombrecido por una catástrofe: la peste de Justiniano (541-542), la primera pandemia de peste bubónica registrada. La enfermedad llegó a Constantinopla desde Egipto en barcos de grano. El historiador Procopio de Cesarea describió síntomas que coinciden con la peste: bubones en la ingle y axilas, fiebre alta, delirio y muerte rápida.
La mortalidad fue devastadora. Procopio afirmó que en Constantinopla morían 10.000 personas diarias en el pico de la pandemia. Aunque esta cifra puede ser exagerada, estudios modernos sugieren que la peste mató entre 25% y 50% de la población del imperio. La economía colapsó. Los impuestos cayeron porque había menos contribuyentes. El ejército perdió soldados. Las conquistas de Justiniano se volvieron insostenibles.
La peste retornó en oleadas durante dos siglos, debilitando crónicamente el imperio. Algunos historiadores argumentan que la peste de Justiniano fue el verdadero punto de inflexión entre la antigüedad tardía y la edad media temprana.
Evaluación del reinado de Justiniano
El reinado de Justiniano fue contradictorio. Sus conquistas restauraron temporalmente el Mediterráneo romano, pero fueron efímeras. Italia fue perdida ante los lombardos en 568, solo tres años después de su muerte. El norte de África fue eventualmente conquistado por los árabes en el siglo VII. España fue reconquistada por los visigodos.
Sus construcciones (Santa Sofía, iglesias, fortalezas) y su codificación legal fueron logros perdurables. Pero su ambición imperial agotó el tesoro y sobreextendió el ejército. La peste devastó la economía. Justiniano dejó un imperio debilitado que enfrentaría amenazas existenciales en el siglo siguiente.
Las crisis del siglo VII: invasiones persas y árabes
El siglo VII fue el más peligroso en la historia bizantina. El imperio enfrentó invasiones simultáneas por dos enemigos mortales: los persas sasánidas en el este y los árabes en el sur. Por un momento, pareció que el imperio colapsaría completamente.
La guerra con Persia (602-628)
En 602, el emperador Mauricio fue asesinado en un golpe militar. El emperador persa Cosroes II, que había sido aliado de Mauricio, usó este asesinato como pretexto para invadir. Las guerras bizantino-persas anteriores habían sido luchas fronterizas; esta fue una guerra de aniquilación.
Los persas conquistaron Siria (incluida Antioquía), Palestina (incluida Jerusalén) y Egipto. En 614, saquearon Jerusalén y capturaron la Vera Cruz, la reliquia más sagrada de la cristiandad. Para el 620, los persas controlaban todas las provincias orientales bizantinas. Simultáneamente, los ávaros (nómadas túrquicos) sitiaron Constantinopla desde el norte. El imperio parecía al borde del colapso.
Pero el emperador Heraclio (610-641) reorganizó el ejército y lanzó una contraofensiva audaz. En lugar de atacar las posiciones persas fortificadas en Siria, Heraclio invadió el corazón de Persia (actual Irak). En 627, derrotó a los persas en la batalla de Nínive. Cosroes II fue derrocado y asesinado. Persia pidió paz. En 630, Heraclio recuperó todas las provincias perdidas y restauró la Vera Cruz a Jerusalén.

La victoria de Heraclio fue espectacular, pero costosa. Ambos imperios estaban exhaustos. Y en el sur de Arabia, una nueva fuerza estaba surgiendo que explotaría esta debilidad.
La conquista árabe (634-698)
En 632, el profeta Mahoma murió en Medina. Sus sucesores, los califas, unificaron Arabia y lanzaron una expansión explosiva. En 634, ejércitos árabes invadieron Siria bizantina. Heraclio, recientemente victorioso contra Persia, ahora enfrentaba un enemigo completamente nuevo.
Los bizantinos subestimaron inicialmente a los árabes, viéndolos como bandidos del desierto. Pero los ejércitos árabes, motivados por fervor religioso y una movilidad superior, derrotaron repetidamente a las legiones bizantinas. En 636, en la batalla de Yarmuk, un ejército bizantino de 40.000-50.000 hombres fue aniquilado por fuerzas árabes. Siria estaba perdida.
En rápida sucesión, los árabes conquistaron Palestina (638), Mesopotamia (639), Egipto (642) y el norte de África (hasta 698). Para 650, el Imperio bizantino había perdido dos tercios de sus territorios y tres cuartos de sus ingresos fiscales. Las provincias más ricas (Egipto, Siria) estaban bajo control árabe. El imperio se redujo a Anatolia, los Balcanes y fragmentos en Italia.
¿Por qué los árabes triunfaron?
Varios factores explican el éxito árabe. Primero, agotamiento bizantino: las guerras contra Persia (602-628) habían devastado las finanzas y el ejército. Segundo, desafección religiosa: muchos cristianos en Siria y Egipto eran monofisitas, considerados herejes por Constantinopla. Algunos vieron a los árabes como liberadores. Tercero, superioridad táctica: los ejércitos árabes eran móviles, descentralizados y adaptables. Los bizantinos luchaban con formaciones pesadas poco aptas para el desierto. Cuarto, fervor religioso: los guerreros árabes creían que morir en batalla garantizaba el paraíso.
Los sitios árabes de Constantinopla
Los árabes intentaron dos veces capturar Constantinopla. El primer sitio (674-678) fue un asedio naval prolongado. Los árabes establecieron una base en Cícico (sur del Mar de Mármara) y atacaron Constantinopla cada verano. Pero los bizantinos usaron fuego griego, una sustancia incendiaria secreta que ardía incluso sobre agua. Las naves árabes fueron destruidas. Tras cuatro años, el califa aceptó una paz humillante.
El segundo sitio (717-718) fue más peligroso. El califa Suleimán envió un ejército masivo (tal vez 80.000-120.000 hombres) y una flota de 1.800 naves. Constantinopla fue sitiada por tierra y mar. Pero el emperador León III (717-741) defendió la ciudad brillantemente. El fuego griego destruyó la flota árabe. Un invierno excepcionalmente frío mató a miles de soldados árabes. Los búlgaros atacaron el ejército árabe desde el norte. En 718, los árabes se retiraron, perdiendo dos tercios de sus fuerzas.
La defensa exitosa de Constantinopla fue crucial. Si la ciudad hubiera caído, el Islam probablemente habría conquistado toda Europa oriental. Constantinopla se convirtió en el baluarte que detuvo la expansión islámica hacia Europa.
La controversia iconoclasta: guerra civil religiosa (726-843)
El siglo VIII fue dominado por una crisis religiosa que casi destruyó el imperio desde dentro: la controversia iconoclasta (del griego eikonoklastēs: destructor de imágenes).

Orígenes de la iconoclastia
En 726, el emperador León III promulgó un edicto prohibiendo la veneración de iconos (imágenes religiosas de Cristo, la Virgen María y los santos). León argumentaba que la veneración de iconos era idolatría, prohibida por el Segundo Mandamiento. También creía que los desastres militares recientes (invasiones árabes, erupciones volcánicas, terremotos) eran castigos divinos por adorar imágenes.
Los iconoclastas (destructores de imágenes) argumentaban que los iconos eran ídolos paganos incompatibles con el cristianismo puro. Citaban el Antiguo Testamento, que prohíbe imágenes talladas. También señalaban que el Islam y el judaísmo rechazaban representaciones de lo divino, sugiriendo que los cristianos debían hacer lo mismo.
Los iconódulos (o iconófilos: defensores de las imágenes) argumentaban que los iconos no eran ídolos sino ventanas a lo divino. Los cristianos no adoraban la madera y la pintura; veneraban a las personas representadas. Los iconos eran pedagógicos, enseñando la fe a analfabetos. Y había precedente: las catacumbas romanas contenían imágenes cristianas tempranas.
Persecución y resistencia
León III y su hijo Constantino V (741-775) impusieron la iconoclastia brutalmente. Los iconos fueron destruidos en iglesias y monasterios. Los mosaicos fueron cubiertos con cal. Los monjes, principales defensores de los iconos, fueron perseguidos. Algunos fueron torturados, exiliados o ejecutados. Juan Damasceno, teólogo en territorio árabe (fuera del alcance imperial), escribió tratados defendiendo los iconos, convirtiéndose en el líder intelectual de los iconódulos.
El papado en Roma se opuso vigorosamente a la iconoclastia. El papa Gregorio II excomulgó a León III. Esta disputa aumentó la alienación entre Oriente y Occidente, preparando el terreno para el Gran Cisma de 1054.
Restauración de los iconos
La iconoclastia fue finalmente revocada por la emperatriz Irene (780-802), actuando como regente de su hijo menor Constantino VI. En 787, Irene convocó el Segundo Concilio de Nicea, que condenó la iconoclastia y restauró la veneración de iconos. El concilio distinguió entre adoración (reservada solo a Dios) y veneración (apropiada para iconos).

Pero la iconoclastia retornó brevemente bajo León V (813-820). Solo en 843, bajo la emperatriz Teodora, fue revocada permanentemente. El primer domingo de Cuaresma de 843, la Iglesia ortodoxa celebró el Triunfo de la Ortodoxia, una fiesta que conmemora la restauración de los iconos y que se celebra hasta hoy.
Consecuencias de la controversia
La iconoclastia tuvo consecuencias duraderas. Primero, definió la teología ortodoxa sobre las imágenes, estableciendo que los iconos eran esenciales para la adoración. Segundo, aumentó la brecha entre Constantinopla y Roma, contribuyendo al Gran Cisma. Tercero, destruyó gran parte del arte bizantino temprano; muy pocos iconos anteriores al siglo IX sobreviven porque fueron destruidos. Cuarto, empoderó a los monasterios, que habían resistido heroicamente, aumentando su influencia en la Iglesia ortodoxa.
El renacimiento macedonio: apogeo del poder bizantino (867-1025)
Después de las crisis del siglo VII y la controversia iconoclasta, el Imperio bizantino experimentó un renacimiento bajo la dinastía macedónica (867-1056). Este período vio expansión militar, prosperidad económica y florecimiento cultural.
Basilio I y la fundación de la dinastía
Basilio I (867-886) fundó la dinastía macedónica mediante asesinato. Campesino armenio que se elevó a través del ejército, Basilio asesinó al emperador Miguel III y usurpó el trono. A pesar de este comienzo violento, Basilio fue un gobernante competente. Reformó la ley bizantina, promulgó el Basilika (una revisión del Corpus Iuris Civilis), reconquistó el sur de Italia de los árabes y fortaleció las fronteras orientales.
León VI el Sabio: legislador y estratega
El hijo de Basilio, León VI (886-912), llamado «el Sabio» por su erudición, continuó las reformas legales. Promulgó los Basilika, reemplazando finalmente el latín con el griego como idioma legal. También patrocinó obras militares, incluyendo el Taktika, un manual de estrategia militar que sintetizaba siglos de experiencia bizantina.
León enfrentó desastres militares (los búlgaros derrotaron un ejército bizantino en 896), pero su reinado fue culturalmente productivo. Constantinopla se convirtió en el principal centro de aprendizaje en Europa, con bibliotecas que preservaban manuscritos griegos clásicos.
Romano II y Nicéforo II Focas: reconquista de Creta y Chipre
Bajo Romano II (959-963) y su general Nicéforo Focas, el imperio lanzó campañas expansionistas. En 961, Nicéforo reconquistó Creta, que había estado bajo control árabe durante 135 años. Esta victoria aseguró el Mar Egeo y permitió el comercio bizantino seguro. En 965, tras convertirse en emperador, Nicéforo reconquistó Chipre y partes de Siria, incluyendo Antioquía.
Nicéforo fue un emperador-soldado austero que vivía como un monje, pero fue impopular en Constantinopla por sus impuestos altos y su ascetismo. En 969, fue asesinado en un golpe liderado por su sobrino Juan Tzimisces, quien continuó las conquistas.
Basilio II el Bulgaroctonos: el emperador guerrero
Basilio II (976-1025) fue el emperador más grande de la dinastía macedónica y uno de los más exitosos de la historia bizantina. Su reinado de 49 años fue dominado por una guerra brutal contra el Imperio búlgaro.

Los búlgaros, bajo el zar Samuel, controlaban los Balcanes. Basilio lanzó campañas anuales contra ellos durante décadas. En 1014, en la batalla de Kleidion, Basilio capturó 15.000 soldados búlgaros. En un acto de crueldad calculada, ordenó que les sacaran los ojos a 14.000, dejando a uno de cada 100 con un ojo para guiar a los demás a casa. Cuando Samuel vio a su ejército ciego, sufrió un ataque al corazón y murió. Para 1018, Bulgaria estaba completamente conquistada.
Este acto brutal le ganó a Basilio el apodo Bulgaroctonos (asesino de búlgaros). Pero fue efectivo. Los Balcanes permanecieron bajo control bizantino durante dos siglos.
Basilio también expandió hacia el este, anexando Armenia y Georgia. Bajo su reinado, el Imperio bizantino alcanzó su máxima extensión desde Justiniano. Las fronteras abarcaban desde el Danubio hasta el Éufrates.
Economía y cultura en el renacimiento macedonio
El siglo X fue el período más próspero de la historia bizantina. Constantinopla tenía tal vez 500.000 habitantes, la ciudad más grande de Europa. El solidus (moneda de oro bizantina) era la divisa más estable del mundo, aceptada desde España hasta China.
El comercio bizantino dominaba el Mediterráneo. La ruta de la seda traía especias, seda y porcelana desde China. Los mercaderes bizantinos controlaban el comercio con el mundo islámico. Las importaciones incluían granos de Egipto (antes de las conquistas árabes), vinos de Grecia, madera de los Balcanes y esclavos de las estepas.
Culturalmente, Constantinopla era el centro del mundo cristiano. La Universidad de Constantinopla, refundada por César Bardas en 863, enseñaba filosofía, retórica, geometría y astronomía. Eruditos bizantinos copiaron manuscritos griegos clásicos (Platón, Aristóteles, Tucídides), preservándolos para la posteridad. Cuando estos manuscritos fueron llevados a Italia durante el Renacimiento, formaron la base del humanismo renacentista.
El Gran Cisma de 1054: la división de la cristiandad
Las tensiones entre la Iglesia de Constantinopla y la Iglesia de Roma habían crecido durante siglos. Diferencias teológicas, litúrgicas y políticas culminaron en 1054 en el Gran Cisma, la ruptura permanente entre el cristianismo ortodoxo oriental y el catolicismo romano occidental.

Orígenes de las diferencias
Las diferencias entre Oriente y Occidente eran múltiples. Lingüísticas: Occidente usaba latín; Oriente usaba griego, lo cual dificultaba la comunicación teológica y creaba malentendidos. Políticas: los papas reclamaban autoridad suprema sobre toda la Iglesia y los patriarcas orientales (Constantinopla, Antioquía, Jerusalén, Alejandría) rechazaban esta centralización. Culturales: Occidente era germánico y feudal, mientras que Oriente era greco-romano y urbano.
Pero las disputas más graves eran teológicas. La más famosa concernía el Filioque («y del Hijo»), una frase añadida al Credo Niceno por la Iglesia occidental. El Credo original (325/381) declaraba que el Espíritu Santo «procede del Padre». La Iglesia occidental añadió que el Espíritu procede «del Padre y del Hijo» (Filioque). Esta adición fue hecha unilateralmente, sin consultar los patriarcas orientales. Para los bizantinos, esto era herético y una violación de las decisiones de los concilios ecuménicos.
Otras diferencias incluían:
- Celibato clerical: Roma exigía celibato para todos los sacerdotes y Oriente permitía que sacerdotes casados se ordenaran (aunque obispos debían ser célibes).
- Pan en la Eucaristía: Roma usaba pan ázimo (sin levadura), mientras que Oriente usaba pan con levadura.
- Autoridad papal: Roma reclamaba que el papa era el vicario de Cristo con autoridad sobre todos los cristianos y Oriente reconocía al papa como primero entre iguales (primus inter pares) pero no supremo.
- Días de ayuno: Roma ayunaba los sábados y Oriente no.
Estas diferencias parecen técnicas, pero para los teólogos medievales eran cuestiones de ortodoxia versus herejía.
La crisis de 1054
La ruptura definitiva ocurrió durante una disputa sobre Italia meridional. Los normandos estaban conquistando territorios bizantinos en el sur de Italia y reemplazando el rito griego con el rito latino. El patriarca de Constantinopla, Miguel I Cerulario, protestó. El papa León IX envió una legación dirigida por el cardenal Humberto de Silva Candida para negociar.
Las negociaciones fueron desastrosas. Humberto era arrogante y autoritario; Cerulario era igualmente intransigente. Ninguno estaba dispuesto a ceder. El 16 de julio de 1054, Humberto entró en Santa Sofía durante un servicio y depositó en el altar una bula de excomunión contra Cerulario, acusándolo de herejía. Cerulario respondió excomulgando a Humberto.
Técnicamente, solo se excomulgaron mutuamente los individuos, no las iglesias enteras. Y León IX había muerto antes de que Humberto emitiera la excomunión, lo que cuestionaba su autoridad legal. Pero el daño estaba hecho. El Gran Cisma se había consumado.

Consecuencias del Cisma
La división entre Oriente y Occidente se profundizó tras 1054. Las Cruzadas (especialmente la Cuarta) aumentaron la hostilidad mutua. Los bizantinos veían a los cruzados como bárbaros rapaces; los occidentales veían a los bizantinos como cismáticos y traidores.
La Iglesia ortodoxa se desarrolló independientemente de Roma. Su teología enfatizaba la deificación (theosis: unión mística con Dios) más que la justificación por fe o obras. Su liturgia era más mística y ritual. Su estructura era descentralizada: cada iglesia nacional (rusa, griega, serbia) tenía autonomía bajo su propio patriarca.
Los intentos de reunificación (especialmente en el Concilio de Florencia, 1439) fracasaron. Cuando Constantinopla cayó en 1453, la Iglesia ortodoxa rusa se declaró heredera de Bizancio, con Moscú como la «Tercera Roma». El cisma persiste hasta hoy, aunque las excomuniones fueron mutuamente revocadas en 1965 por el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I.
Las Cruzadas y el desastre de 1204
Las Cruzadas, iniciadas en 1095 por el papa Urbano II, fueron teóricamente expediciones para recuperar Jerusalén de los musulmanes. Pero para el Imperio bizantino, fueron una catástrofe que culminó en el saqueo de Constantinopla por los cruzados en 1204.
La Primera Cruzada: aliados incómodos (1096-1099)
El emperador Alejo I Comneno (1081-1118) solicitó ayuda militar occidental contra los turcos selyúcidas, que habían conquistado gran parte de Anatolia después de la batalla de Manzikert (1071). Alejo esperaba mercenarios que sirvieran bajo su mando. En cambio, recibió ejércitos masivos de cruzados independientes que no reconocían su autoridad.
Los cruzados de la Primera Cruzada (1096-1099) pasaron por Constantinopla camino a Tierra Santa. Su comportamiento fue caótico. Saquearon los alrededores de la ciudad. Los nobles cruzados, especialmente Bohemundo de Tarento (normando que había luchado contra Bizancio en Italia), desconfiaban de Alejo. Alejo exigió que los cruzados juraran devolverle cualquier territorio bizantino que reconquistaran. Los cruzados juraron pero no cumplieron.
La Primera Cruzada tuvo éxito: capturó Antioquía (1098) y Jerusalén (1099). Pero en lugar de devolver Antioquía a Bizancio (como habían jurado), Bohemundo la reclamó para sí mismo. Esta traición envenenó las relaciones bizantino-cruzadas.
Las Cruzadas posteriores: hostilidad creciente
La Segunda Cruzada (1147-1149) y la Tercera (1189-1192) aumentaron las tensiones. Los ejércitos cruzados causaban caos al pasar por territorio bizantino. Los emperadores bizantinos, viendo que los cruzados eran más peligrosos que útiles, a veces negociaban con los musulmanes para desviar a los cruzados. Esto enfureció a los occidentales, que acusaban a Bizancio de traición.
El emperador Isaac II Ángelo (1185-1195) fue acusado de aliarse con Saladino, el sultán musulmán que había reconquistado Jerusalén en 1187. Aunque la acusación era exagerada, reflejaba la desconfianza mutua profunda.
La Cuarta Cruzada: el saqueo de Constantinopla (1204)
La Cuarta Cruzada (1202-1204) fue la mayor traición de Occidente a Bizancio. Originalmente destinada a conquistar Egipto, la cruzada fue desviada por Venecia, que tenía intereses comerciales en Constantinopla. El dux veneciano Enrico Dandolo, ciego y octogenario pero astuto, convenció a los cruzados de atacar Constantinopla en lugar de Egipto.

El pretexto fue una disputa dinástica. El príncipe Alejo Ángelo, cuyo padre Isaac II había sido depuesto y cegado, prometió a los cruzados dinero y tropas si restauraban a Isaac. Los cruzados sitiaron Constantinopla en 1203 y restauraron a Isaac y Alejo (ahora Alejo IV). Pero Alejo IV no pudo pagar lo prometido. Los cruzados, furiosos, sitiaron nuevamente la ciudad.
El 13 de abril de 1204, los cruzados violaron las murallas de Constantinopla. Lo que siguió fue uno de los saqueos más brutales de la historia medieval. Durante tres días, los cruzados saquearon la ciudad más rica de la cristiandad. Iglesias fueron profanadas, reliquias robadas, bibliotecas quemadas. Santa Sofía fue despojada de sus tesoros. Una prostituta se sentó en el trono patriarcal, cantando canciones obscenas. El historiador bizantino Nicetas Coniates, testigo del saqueo, escribió:
Incluso los sarracenos son misericordiosos comparados con estos hombres que llevan la cruz de Cristo.
Nicetas Coniates
Las pérdidas culturales fueron incalculables. Manuscritos antiguos irreemplazables fueron destruidos y obras de arte clásicas fueron fundidas por su metal. La Cuarta Cruzada destruyó más patrimonio cultural que cualquier invasión bárbara.
El Imperio Latino y el exilio bizantino
Tras el saqueo, los cruzados establecieron el Imperio Latino de Constantinopla (1204-1261), con Balduino de Flandes como emperador. Venecia recibió tres octavos del territorio bizantino, incluyendo Creta y posiciones comerciales privilegiadas. Otros nobles cruzados crearon principados feudales en Grecia.
Pero el Imperio Latino era débil. Tres estados sucesores bizantinos surgieron: el Imperio de Nicea (el más fuerte), el Despotado de Epiro y el Imperio de Trebisonda. Estos estados mantuvieron la cultura e identidades bizantinas.
El declive final: de la restauración a la caída (1261-1453)
La restauración de Miguel VIII Paleólogo (1261)
En 1261, Miguel VIII Paleólogo, emperador de Nicea, reconquistó Constantinopla de los latinos debilitados. La restauración bizantina fue celebrada, pero el imperio nunca recuperó su poder anterior. Miguel controlaba solo una fracción del territorio que Bizancio había dominado antes de 1204. Italia meridional estaba perdida. Grecia estaba fragmentada entre señores latinos y déspotas griegos. Anatolia estaba siendo conquistada por los turcos otomanos.

Miguel VIII dedicó su reinado a la diplomacia, no a la reconquista. Enfrentaba amenazas desde múltiples direcciones: Carlos de Anjou, rey de Sicilia, planeaba reconquistar Constantinopla; los otomanos presionaban desde Anatolia; los serbios y búlgaros amenazaban los Balcanes. Miguel negoció con el papa, ofreciendo reunificación de las iglesias a cambio de protección. En el Concilio de Lyon (1274), aceptó la supremacía papal y el Filioque. Pero esta unión fue rechazada violentamente por el clero y pueblo bizantino. Cuando Miguel murió en 1282, la unión colapsó.
La guerra civil y la ascensión otomana (1321-1354)
El siglo XIV fue desastroso. Bizancio enfrentó guerras civiles devastadoras. Entre 1321 y 1328, el abuelo Andrónico II y su nieto Andrónico III lucharon por el trono. Nuevamente entre 1341 y 1347, una guerra civil entre Juan VI Cantacuzeno y Juan V Paleólogo destrozó lo que quedaba del imperio.
Estas guerras civiles debilitaron críticamente a Bizancio justo cuando los turcos otomanos emergían como la amenaza más grave. Los otomanos, fundados por Osmán I a finales del siglo XIII, conquistaron sistemáticamente Anatolia bizantina. En 1326, capturaron Bursa, que se convirtió en su capital. En 1354, cruzaron a Europa, capturando Galípoli. Para 1400, el Imperio bizantino se reducía a Constantinopla, Tesalónica y fragmentos del Peloponeso.
La Peste Negra y el colapso demográfico
Como si las invasiones no fueran suficientes, la Peste Negra (1347-1353) devastó el imperio. Constantinopla perdió quizás un tercio de su población. Los campos se despoblaron. Los impuestos colapsaron. El ejército se redujo a unos pocos miles. El imperio era un estado moribundo.
El Concilio de Florencia: el último intento de unión (1439)
El emperador Juan VIII Paleólogo (1425-1448), desesperado por ayuda occidental contra los otomanos, viajó a Italia para el Concilio de Florencia (1439). Negoció la reunificación de las iglesias, aceptando el Filioque y la autoridad papal. El papa prometió una cruzada para salvar Constantinopla.
Pero como en 1274, la unión fue rechazada en Constantinopla. El monje Marcos de Éfeso, líder de la facción anti-unión, denunció a los unionistas como traidores. El pueblo gritó: «¡Mejor el turbante turco que la mitra papal!» La cruzada prometida fue una pequeña expedición que fue aniquilada por los otomanos en Varna (1444).
La caída de Constantinopla: el fin de un imperio (1453)
El sitio otomano
En 1451, Mehmed II («el Conquistador») se convirtió en sultán otomano a los 19 años. Estaba obsesionado con capturar Constantinopla. En 1452, construyó la fortaleza de Rumeli Hisarı en el Bósforo, cortando el acceso de Constantinopla al Mar Negro. Era una declaración de guerra.

El 2 de abril de 1453, Mehmed llegó frente a Constantinopla con un ejército de 80.000-100.000 hombres y 70 cañones, incluyendo el Gran Bombarda, un cañón monstruoso diseñado por el ingeniero húngaro Urbán que disparaba proyectiles de 600 kilos.
El emperador Constantino XI Paleólogo (1449-1453) tenía solo 7.000 defensores, incluyendo voluntarios genoveses y venecianos. Las legendarias murallas de Teodosio, que habían protegido Constantinopla durante mil años, ahora enfrentaban artillería de pólvora.
53 días de resistencia heroica
El sitio duró 53 días. Los cañones otomanos bombardeaban las murallas día y noche. Los bizantinos reparaban las brechas durante la noche, usando escombros, toneles y sacos de tierra. La flota otomana intentó forzar el Cuerno de Oro, pero los bizantinos habían tendido una cadena masiva que bloqueaba la entrada. Mehmed transportó 70 galeras por tierra, sobre rodillos engrasados, bordeando la cadena, en una hazaña logística asombrosa.
Constantino XI rechazó múltiples ofertas de rendición de Mehmed. Sabía que rendir Constantinopla significaba el fin del Imperio romano. Prefirió morir defendiéndola.
La caída final: 29 de mayo de 1453
Al amanecer del 29 de mayo, Mehmed lanzó un asalto final masivo. Tres oleadas atacaron simultáneamente. Los bizantinos rechazaron las primeras dos, pero estaban exhaustos. Durante el asalto, el comandante genovés Giovanni Giustiniani, herido gravemente, fue evacuado. Su retirada desmoralizó a los defensores. Los turcos encontraron una puerta lateral (la puerta de Kerkoporta) dejada abierta por error y penetraron las murallas.
Constantino XI, viendo que todo estaba perdido, supuestamente gritó: «¡La ciudad ha caído y aún vivo!» Despojándose de sus insignias imperiales, se lanzó al combate cuerpo a cuerpo y murió luchando. Su cuerpo nunca fue identificado definitivamente.
Para el mediodía, Constantinopla había caído. Mehmed entró en la ciudad y cabalgó directamente a Santa Sofía. Detuvo a un soldado que estaba destruyendo los mosaicos, declarando que la ciudad y sus edificios ahora le pertenecían. Ordenó convertir Santa Sofía en mezquita.
El fin del Imperio romano
La caída de Constantinopla el 29 de mayo de 1453 marcó el fin del Imperio romano, 1480 años después de que Augusto se convirtiera en el primer emperador en 27 a.C. Con su caída terminó la Edad Media. Los historiadores tradicionalmente usan 1453 como la línea divisoria entre la edad medieval y el Renacimiento.
Muchos eruditos bizantinos huyeron a Italia, llevando manuscritos griegos. Estos refugiados contribuyeron significativamente al Renacimiento italiano, enseñando griego, compartiendo textos clásicos y transmitiendo conocimientos filosóficos y científicos.
Legado del Imperio Bizantino: más allá de 1453
Aunque el Imperio bizantino cayó en 1453, su legado perduró profundamente.
Preservación de la cultura clásica
Bizancio preservó la literatura, filosofía y ciencia griegas durante mil años cuando Occidente las había olvidado. Los manuscritos bizantinos de Platón, Aristóteles, Homero, Tucídides y Euclides fueron la fuente del Renacimiento italiano. Sin los scriptoria bizantinos, gran parte del conocimiento clásico se habría perdido.
Influencia en el cristianismo ortodoxo
La Iglesia ortodoxa oriental es la heredera directa de la Iglesia bizantina. La liturgia ortodoxa, la iconografía, la teología y la estructura eclesiástica derivan de Bizancio. Cuando el príncipe Vladimir de Kiev se convirtió al cristianismo ortodoxo en 988, la influencia bizantina se extendió a Rusia y los eslavos orientales.

Rusia, después de 1453, se vio como la «Tercera Roma» (después de Roma y Constantinopla). Los zares rusos adoptaron el águila bicéfala bizantina como símbolo. Moscú se consideraba protectora del cristianismo ortodoxo. Esta identidad influyó en la historia rusa hasta 1917.
Transmisión del derecho romano
El Corpus Iuris Civilis de Justiniano fue redescubierto en Italia en el siglo XI y se convirtió en la base del derecho civil europeo. Los sistemas legales de Europa continental, América Latina y muchas otras regiones descienden del derecho romano preservado por Bizancio.
Influencia artística
El arte bizantino—especialmente los iconos y los mosaicos—influyó profundamente en el arte cristiano. La iconografía bizantina (Cristo Pantocrátor, la Virgen Hodegetria, los santos) se convirtió en estándar. Los mosaicos de Rávena, los iconos de San Catalina del Sinaí y las iglesias bizantinas en Venecia muestran la magnificencia del arte bizantino.
La idea de continuidad romana
Bizancio demostró que las instituciones romanas podían adaptarse y sobrevivir. Mientras Occidente fragmentaba en feudalismo, Bizancio mantuvo una burocracia centralizada, un ejército profesional y una economía monetaria. Esta continuidad romana inspiró intentos posteriores de recrear el imperio, desde Carlomagno y el Imperio Carolingio, hasta el Sacro Imperio Romano Germánico.
Los emperadores más importantes del Imperio bizantino
| Emperador | Período | Logros y Reformas | Legado Histórico |
|---|---|---|---|
|
Constantino I 306-337 |
Fundador de Constantinopla (330), legalización del cristianismo (Edicto de Milán 313) | Fundación de la Nueva Roma. Trasladó el poder imperial hacia Oriente, estableciendo la base geográfica que permitió la supervivencia del imperio durante mil años. | Cambio capital de Roma a Constantinopla. Primera Roma cristiana de facto. |
|
Teodosio I 379-395 |
Cristianismo como religión oficial (Edicto de Tesalónica 380), división del imperio entre sus hijos | Separación Oriente-Occidente. División administrativa que se volvió permanente. Oriente sobrevivió; Occidente colapsó. | Estableció la división que determinó los destinos divergentes de ambos imperios. |
|
Justiniano I 527-565 |
Reconquistas (Italia, norte de África, España), construcción de Santa Sofía, codificación del derecho romano (Corpus Iuris Civilis) | Apogeo Mediterráneo. Restauró temporalmente el Mediterráneo romano. Santa Sofía, mayor iglesia del mundo durante 900 años. Legado legal perduró 1,500 años. | Mostró que la restauración imperial era posible, pero también sus límites. La peste de Justiniano (541-542) fue el golpe que no se recuperó. |
|
Heraclio 610-641 |
Derrotó a Persia (batalla de Nínive 627), perdió provincias a árabes, reorganización administrativa | Giro geográfico definitivo. Ganó contra Persia pero perdió Siria, Palestina y Egipto a los árabes. Marca el final del mundo antiguo y el comienzo medieval. | La última gran victoria romana (contra Persia). El comienzo del fin territorial. Heraclio cambió el idioma administrativo a griego. |
|
León III 717-741 |
Defensa de Constantinopla contra el segundo sitio árabe (717-718), introducción de la iconoclastia (726) | Salvación de Europa. Si Constantinopla hubiera caído, el Islam habría conquistado Europa oriental. Uso de fuego griego fue decisivo. Iconoclastia dividió Iglesia. | Detuvo la expansión islámica hacia Europa. Constantinopla se convirtió en el baluarte inexpugnable del cristianismo. |
|
Basilio I 867-886 |
Fundación de la dinastía macedónica, reforma legal (Basilika), reconquista del sur de Italia, fortalecimiento de fronteras | Inicio del renacimiento. Estableció la dinastía que gobernaría durante dos siglos. Reformas legales reemplazaron latín con griego. | Campesino que subió por mérito. Demostró que la movilidad social era posible en Bizancio. Inició la edad de oro. |
|
Constantino VII Porfirogénito 913-959 |
Erudito y filósofo, diplomacia sofisticada, patrocinio de artes y letras, compilación de conocimiento clásico | El «Filósofo en el trono». Escribió tratados sobre gobernanza, preservó manuscritos clásicos, promovió educación imperial. Hizo de Constantinopla el centro intelectual de Europa. | Su corte fue modelo de sofisticación medieval. Los intelectuales renacentistas italianos estudiaron sus escritos. |
|
Basilio II Bulgaroctonos 976-1025 |
Conquista de Bulgaria (14,000 soldados capturados en Kleidion 1014), anexión de Armenia y Georgia, máxima expansión territorial | El emperador guerrero más grande. Reinado de 49 años. Frontera del imperio desde Danubio hasta Éufrates. Apodo «Bulgaroctonos» (asesino de búlgaros) por acto brutal pero efectivo. | Bulgaroctonos Consolidó poder para dos siglos. Los Balcanes permanecieron bajo control bizantino hasta 1204. |
|
Alejo I Comneno 1081-1118 |
Reforma militar, respuesta a Primera Cruzada (1095), reorganización administrativa y fiscal, recuperación parcial de Anatolia | Último emperador de recuperación. Reformó el ejército debilitado. Recibió cruzados pero no los controló. Recuperó costas de Anatolia pero no el interior. | Iniciador de la dinastía Comnena. Mostró que Bizancio podía resistir, pero también que Occidente ya era una potencia militar. |
|
Manuel I Comneno 1143-1180 |
Última prosperidad medieval, control del Mediterráneo oriental, expansión en Italia meridional, diplomacia con cruzados | Último apogeo medieval. Bajo su reinado, Bizancio fue grande nuevamente. Tras su muerte, el imperio comenzó declive irreversible. | Su muerte marca el final de Bizancio como potencia mediterránea. Los Comnena fueron los últimos emperadores «fuertes». |
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Miguel VIII Paleólogo 1261-1282 |
Reconquista de Constantinopla a los latinos (1261), diplomacia con papas, intento de reunión iglesias (Concilio de Lyon 1274) | Restauración de la capital. Pero nunca recuperó poder anterior. Enfrentó otomanos ascendentes, guerra civil, amenazas serbias y anjoinas. | La restauración fue ilusión. El imperio continente estaba fragmentado. Miguel dedicó vida a diplomacia desesperada. |
|
Juan VIII Paleólogo 1425-1448 |
Viaje a Concilio de Florencia (1439), negociación de unión de iglesias, búsqueda desesperada de ayuda occidental | Último intento diplomático. Aceptó supremacía papal y Filioque. Pero pueblo rechazó unión. La cruzada prometida fue aniquilada en Varna (1444). | Su fracaso mostró que ni siquiera el sacrificio teológico podía salvar al imperio. Los otomanos no podían ser detenidos diplomáticamente. |
|
Constantino XI Paleólogo 1449-1453 |
Defensa de Constantinopla contra sitio otomano (53 días), muerte heroica luchando en murallas (29 de mayo 1453) | El último emperador romano. Con solo 7,000 defensores contra 100,000 otomanos, resistió 53 días. Murió luchando, rechazando rendición. | Marcó el final del Imperio romano después de 1,480 años. Su muerte simboliza el fin de una era. Constantinopla se convirtió en Estambul. La edad medieval terminó. |
Nota: Esta tabla incluye los emperadores más influyentes y clave en la historia bizantina. El imperio tuvo aproximadamente 90 emperadores en total durante sus 1,123 años de existencia (330-1453). Para una lista completa y detallada, consulta nuestro artículo dedicado «Emperadores bizantinos: lista completa».
Preguntas frecuentes sobre el Imperio Bizantino
¿Por qué se llama «Imperio bizantino» si ellos se llamaban romanos?
Los bizantinos se llamaban a sí mismos «romanos» (Rhomaioi en griego) y consideraban su imperio la continuación directa del Imperio romano fundado por Augusto. El término «bizantino» fue inventado por historiadores occidentales del siglo XVI, derivado de Bizancio, el nombre griego antiguo de Constantinopla. Los eruditos usaron «bizantino» para distinguir el Imperio romano oriental de habla griega del Imperio romano occidental latino. Pero esta distinción es artificial.
Para los bizantinos, su estado era el Imperio romano, sin calificativos. El emperador era el Basileus ton Rhomaion (emperador de los romanos), las leyes eran romanas y las instituciones descendían de Roma. El cambio gradual del latín al griego y la fusión con elementos helénicos y orientales crearon una civilización única, pero los bizantinos nunca renunciaron a su identidad romana.
¿Cuál fue la diferencia entre el Imperio bizantino y el Imperio romano occidental?
Aunque ambos descendían del Imperio romano unificado, divergieron significativamente.
Idioma: Occidente usaba latín; Oriente adoptó el griego como lengua administrativa en el siglo VII.
Religión: ambos eran cristianos, pero Oriente desarrolló el cristianismo ortodoxo (con iconos, liturgia en griego) mientras Occidente desarrolló el catolicismo romano (con autoridad papal centralizada).
Supervivencia: Occidente colapsó en 476 ante invasiones germánicas; Oriente sobrevivió 977 años más.
Economía: Oriente mantuvo una economía monetaria urbana; Occidente se ruralizó y feudalizó.
Cultura: Oriente preservó la cultura greco-romana clásica; Occidente la perdió hasta el siglo XII.
Administración: Oriente mantuvo una burocracia centralizada heredada de Roma tardía; Occidente fragmentó en reinos feudales descentralizados.
¿Por qué sobrevivió el Imperio bizantino mil años después de la caída de Roma?
Varios factores explican la longevidad bizantina.
Geografía defensiva: Constantinopla estaba protegida por agua en tres lados y murallas masivas, haciéndola casi inexpugnable.
Economía próspera: controlaba rutas comerciales entre Asia y Europa, generando ingresos constantes.
Diplomacia sofisticada: los bizantinos usaban sobornos, matrimonios dinásticos y alianzas para dividir enemigos, evitando guerras costosas.
Fuego griego: arma secreta incendiaria que destruía flotas enemigas.
Ejército profesional: el sistema de temas proporcionaba soldados-agricultores leales y eficientes.
Flexibilidad institucional: la burocracia bizantina se adaptaba a crisis, modificando fronteras, impuestos y estructura militar según necesidades.
Identidad romana y cristiana: la convicción de ser el único Imperio romano legítimo y guardián del cristianismo ortodoxo motivaba resistencia tenaz contra invasores.
¿Qué fue el Renacimiento carolingio y cómo se relaciona con Bizancio?
El Renacimiento carolingio (siglos VIII-IX) fue un movimiento cultural promovido por Carlomagno que preservó textos latinos clásicos mediante copias en monasterios occidentales. Bizancio experimentó su propio renacimiento cultural paralelo, preservando textos griegos clásicos (Platón, Aristóteles, Homero) que Occidente había olvidado. Aunque los renacimientos carolingio y bizantino fueron contemporáneos, operaron independientemente. La contribución bizantina fue más significativa a largo plazo: cuando eruditos bizantinos huyeron a Italia después de 1453, llevaron manuscritos griegos que catalizaron el Renacimiento italiano. Humanistas como Petrarca y Ficino estudiaron estos textos, redescubriendo la filosofía platónica y aristotélica preservada por Bizancio.
¿Por qué las iglesias ortodoxa y católica se separaron en 1054?
El Gran Cisma de 1054 fue el clímax de siglos de tensiones teológicas, litúrgicas y políticas. Las diferencias clave incluían: el Filioque (Occidente añadió «y del Hijo» al Credo sin consultar Oriente), el celibato clerical (Roma lo exigía; Oriente permitía sacerdotes casados), el pan eucarístico (Roma usaba ázimo; Oriente usaba levadura), y la autoridad papal (Roma reclamaba supremacía; Oriente veía al papa como primero entre iguales).
Políticamente, los papas buscaban independencia del poder secular; los patriarcas orientales cooperaban con el emperador. Culturalmente, Occidente era latino y feudal; Oriente era griego y urbano. La ruptura final ocurrió cuando el cardenal Humberto excomulgó al patriarca Miguel Cerulario en Santa Sofía (1054). Aunque técnicamente solo se excomulgaron individuos, la división se volvió permanente.
¿Qué pasó durante la Cuarta Cruzada de 1204?
La Cuarta Cruzada, originalmente dirigida a conquistar Egipto, fue desviada por Venecia para atacar Constantinopla. El dux veneciano Enrico Dandolo tenía intereses comerciales en destruir Bizancio, rival de Venecia. Usando una disputa dinástica bizantina como pretexto, los cruzados sitiaron Constantinopla dos veces (1203 y 1204). El 13 de abril de 1204, violaron las murallas y saquearon la ciudad durante tres días. Iglesias fueron profanadas, reliquias robadas, bibliotecas quemadas. El saqueo destruyó más patrimonio cultural que cualquier invasión bárbara.
Los cruzados establecieron el Imperio Latino (1204-1261), fragmentando el territorio bizantino. Aunque los bizantinos recuperaron Constantinopla en 1261, nunca recuperaron su poder anterior. La Cuarta Cruzada fue la herida mortal de la que Bizancio nunca se recuperó.
¿Cómo cayó Constantinopla en 1453?
En 1453, el sultán otomano Mehmed II sitió Constantinopla con 80.000-100.000 soldados y artillería masiva, incluyendo el Gran Bombarda que disparaba proyectiles de 600 kilos. El emperador Constantino XI tenía solo 7.000 defensores. Durante 53 días, los cañones bombardearon las legendarias murallas de Teodosio. Los bizantinos reparaban las brechas nocturnamente. Mehmed transportó galeras por tierra, bordeando la cadena que bloqueaba el Cuerno de Oro.
El 29 de mayo, Mehmed lanzó un asalto final masivo. Cuando el comandante genovés Giovanni Giustiniani fue herido y evacuado, la defensa colapsó. Los turcos penetraron por una puerta lateral dejada abierta accidentalmente. Constantino XI, despojándose de insignias imperiales, murió luchando. Mehmed entró en la ciudad y convirtió Santa Sofía en mezquita. La caída de Constantinopla marcó el fin del Imperio romano después de 1,480 años.
¿Qué fue el fuego griego?
El fuego griego fue una sustancia incendiaria secreta usada por la armada bizantina desde el siglo VII hasta el XV. Su composición exacta permanece desconocida (probablemente nafta, cal viva, azufre y resina). Ardía incluso sobre agua y era casi imposible de extinguir; agua solo lo dispersaba. Se lanzaba mediante sifones montados en galeras, proyectando llamas a distancia. El fuego griego fue crucial en la defensa de Constantinopla durante los sitios árabes (674-678 y 717-718), destruyendo flotas enemigas. Los bizantinos guardaban su fórmula celosamente; revelarla era traición capital. Cuando el imperio cayó, el secreto murió con él. El fuego griego otorgó a Bizancio superioridad naval que compensaba inferioridad numérica terrestre.
¿Cómo influyó el Imperio bizantino en Rusia?
La influencia bizantina en Rusia fue profunda y duradera. En 988, el príncipe Vladimir de Kiev se convirtió al cristianismo ortodoxo bizantino tras casarse con la princesa bizantina Ana. Esta conversión bizantinizó la cultura rusa: adoptó el alfabeto cirílico (creado por misioneros bizantinos Cirilo y Metodio para evangelizar eslavos), la liturgia ortodoxa, la iconografía bizantina y conceptos políticos bizantinos (el gobernante como protector de la Iglesia). Después de la caída de Constantinopla (1453), Rusia se vio como la «Tercera Roma» (después de Roma y Constantinopla), heredera del cristianismo ortodoxo. Los zares rusos adoptaron el águila bicéfala bizantina y se consideraban sucesores de los emperadores bizantinos. Esta identidad influyó en la política exterior rusa hasta 1917, especialmente en conflictos con el Imperio otomano.
¿Qué legado dejó el Imperio bizantino al mundo moderno?
El legado bizantino es vasto y multifacético.
Preservación cultural: Bizancio conservó textos griegos clásicos (Platón, Aristóteles, Homero) que fueron fundamentales para el Renacimiento italiano.
Derecho romano: el Corpus Iuris Civilis de Justiniano es la base del derecho civil en Europa continental, América Latina y muchas otras regiones.
Cristianismo ortodoxo: la liturgia, iconografía y teología ortodoxas provienen directamente de Bizancio, influyendo en Rusia, Grecia, Serbia, Bulgaria y otros países eslavos.
Arte e iconografía: los iconos bizantinos y mosaicos establecieron estándares estéticos que perduran.
Arquitectura: Santa Sofía influyó en la arquitectura islámica (mezquitas otomanas) y cristiana (iglesias ortodoxas).
Concepto de continuidad imperial: Bizancio demostró que las instituciones romanas podían adaptarse y sobrevivir, inspirando intentos posteriores de recrear el imperio.
Fuentes y bibliografía
Fuentes en español
- Ostrogorsky, George. Historia del Estado bizantino. Madrid: Akal, 1984.
- Norwich, John Julius. Breve historia de Bizancio. Madrid: Cátedra, 2000.
- Runciman, Steven. La civilización bizantina. Madrid: Pegaso, 1942.
- Cavallo, Guglielmo, ed. El hombre bizantino. Madrid: Alianza, 1994.
- López Caballero, José Miguel. Bizancio: el imperio que hizo posible la Europa moderna. Madrid: Esfera de los Libros, 2017.
- Shepard, Jonathan. The Cambridge History of the Byzantine Empire c.500-1492. Traducción española en preparación.
- Angold, Michael. Bizancio: el puente entre la Antigüedad y la Edad Media. Barcelona: Crítica, 2008.
Fuentes en inglés
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- Runciman, Steven. Byzantine Civilisation. Londres: Edward Arnold, 1933.
- Treadgold, Warren. A History of the Byzantine State and Society. Stanford: Stanford University Press, 1997.
- Herrin, Judith. Byzantium: The Surprising Life of a Medieval Empire. Princeton: Princeton University Press, 2007.
- Shepard, Jonathan, ed. The Cambridge History of the Byzantine Empire c.500-1492. Cambridge: Cambridge University Press, 2008.
- Harris, Jonathan. Constantinople: Capital of Byzantium. Londres: Hambledon Continuum, 2007.
- Kazhdan, Alexander P., ed. The Oxford Dictionary of Byzantium. 3 vols. Oxford: Oxford University Press, 1991.
- Mango, Cyril. Byzantium: The Empire of New Rome. Nueva York: Charles Scribner’s Sons, 1980.
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Fuentes primarias
- Procopio de Cesarea. Historia secreta. Madrid: Gredos, 2000.
- Procopio de Cesarea. Historia de las guerras. Madrid: Gredos, 2000-2001.
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- Pselo, Miguel. Vidas de los emperadores bizantinos: Cronografía. Madrid: Gredos, 2005.
Recursos digitales
- Dumbarton Oaks Research Library and Collection (Byzantine Studies).
- Byzantine Studies on the Internet. Fordham University.
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